Voy a intentar tratar este tema con la sensibilidad y respeto que se merece pero, no por ser delicado, debemos dejar de hablar de ello, encerrarlo en un cajón y convertirlo en un tema tabú ya que es entonces cuando las cosas se transforman en un problema.
El abandono prematuro en el deporte es uno de los problemas endémicos de la sociedad actual. Muchos jóvenes que, tras años de práctica, competitiva o no, abandonan su deporte. Hace tiempo que se habla de ello, se debate y se buscan medidas para reducir este abandono e intentar que los jóvenes mantengan los hábitos deportivos que han adquirido en la niñez.
Que se empiece a observar esta tendencia en el trail es, en parte, positivo y negativo al mismo tiempo y ahora os explico el por qué.
Lo único que tiene de positivo es que el hecho de que padezca el mismo problema que la gran mayoría de deportes altamente practicados por la sociedad es que podemos empezar a considerar el trail como un deporte extendido y cada vez más presente.
Pero, vamos a la parte negativa que es la que nos atañe en este caso. Hace años que lo hablo con padres amantes de la montaña que llevan a sus hijos a los centros de tecnificación para que disfruten de este deporte y se dejan endulzar por las medallas de sus hijos. Siempre les he dado el mismo consejo: que aprendan, que disfruten, que entrenen, que compitan, que hagan amigos, que hagan de este ambiente su vida, pero sobretodo que no hagan caso de los resultados.
En las categorías de los más jóvenes, los resultados son engañosos. O, al menos, lo han sido hasta ahora. Hay poca competencia porque hay pocos practicantes, entonces es fácil, en estas categorías, verse fácilmente en el podio, estar seleccionado para campeonatos nacionales e incluso internacionales, que alguna marca se fije en estos prematuros atletas… Cosa que está muy bien porque les ofrece unas oportunidades preciosas de introducirse en este deporte y de vivir unas experiencias únicas, pero es necesario que tengan a alguien cerca que les ayude a vivir con los pies en la tierra.
Esta situación, crea, en muchas ocasiones, una presión innecesaria en estos jóvenes. Ganan en categoría cadete, en júnior siguen defendiéndose, en sub23 o promesa vuelven a despuntar porque algunos ya han caído por el camino y la competencia vuelve a disminuir, sobretodo entre las chicas y cuando entran en la categoría absoluta, si no son de aquellos atletas tocados por una varita mágica –que de estos hay casos contados y no hay que tenerlos como referencia –se llevan buenos palos.
Muchos seguirán vinculados a la montaña, así que analizado con perspectiva, parte del trabajo que se ha hecho en el deporte de base no es malo porque, como mínimo se ha conseguido que amen este ambiente, tengan un buen conocimiento del entorno y sigan unidos a él.
Y esto es lo que toca, que los jóvenes aprendan de los mayores y que, poco a poco, vayan escalando hasta volver a estar en las posiciones delanteras tras años de entrenamiento y de experiencia.
Pero es fácil darse cuenta de que gran parte de los corredores que han formado parte de las selecciones autonómicas y nacionales en categorías inferiores van desapareciendo del mapa a medida que van creciendo. Las redes sociales también son un buen testimonio de este fenómeno. He observado diferentes corredores que, en un momento dado, hacen una publicación anunciando que dejan de competir, que no les compensa esta presión, pero que seguirán ligados a la montaña de forma más relajada.
Es cierto que no todo el mundo tiene por qué competir y está bien darse cuenta de ello y sincerarse con uno mismo. Lo bueno de la mayoría de estos casos es que muchos de ellos seguirán vinculados a la montaña, así que analizado con perspectiva, parte del trabajo que se ha hecho en el deporte de base no es malo porque, como mínimo se ha conseguido que amen este ambiente, tengan un buen conocimiento del entorno y sigan unidos a él.
Pero me da cierta pena que se vean obligados a hacer estas publicaciones como excusándose, justificándose o dando explicaciones del por qué de su abandono de los dorsales.
El deporte de competición visto desde fuera es brutal: podios, éxitos, experiencias, viajes, etc. Pero la realidad es otra y hay que saber lidiar con ella y tener muchas ganas de batallar día tras día con la derrota, con las desilusiones, con los entrenamientos a oscuras, con el contexto real que no se muestra en las redes sociales.
Verdaderamente hay que tener ganas para dedicarse a la competición y no acuso a quienes la abandonan, únicamente pongo de relieve que cuando un atleta decide aparcarla sea por decisión propia y no por no haber sabido lidiar con las presiones y expectativas que se les ha colgado durante su niñez y juventud.