Y me digo: “es invierno, ¡es lo que toca!” pero, con franqueza, no me anima…
Es cierto, en invierno tiene que hacer frío, al menos en las zonas donde es habitual que lo haga. Mal vamos cuando pasamos los meses de esta estación gélida en tiras de camisa.
He buscado en el diccionario la definición de invierno y me viene así: “Época más fría del año, que en el hemisferio boreal corresponde a los meses de diciembre, enero y febrero, y en el austral a los de junio, julio y agosto”.
Pues nada, ¡que es lo que toca! Aún así, sigue sin convencerme.
Hay dos tipos de personas: las que les gusta el frío y se sienten cómodas con él y las que, no es que lo odien, sino que sencillamente, esta sensación térmica les pone de mal humor porque genera en su cuerpo una serie de cambios y de malestar muy poco confortable.
Claramente, soy del segundo grupo. El frío me influye de forma negativa. Soy muy consciente de ello y, aunque intento trabajarlo, me afecta. Me afecta en el ánimo y en la motivación. Hay días que salir a entrenar me genera angustia. Sé de sobra que es una cuestión de tiempo ya que una vez he entrado en calor, el confort viene con él y el entrenamiento acaba siendo placentero.
Competir con frío tampoco me gusta y, ni mucho menos, me favorece. És un handicap que me encantaría tener bajo control, pero me cuesta horrores.
Algunas mañanas de pleno invierno desearía tener una excusa para no salir a entrenar. Las busco todas. Las repaso y alguna, incluso, me parece creíble por unos segundos – creíble para mi, claro – Pero, al instante, las analizo y me doy cuenta de que no tienen ningún tipo de fundamento más allá del que le quiera encontrar mi cabeza.
Debo confesar que, con los años y con el ensayo error, me he ido dando cuenta de que no es tan dramático y he generado una serie de rutinas en días de mucho frío para que me sea más leve.
Al final, lo importante de estos días es: entrar en calor al inicio y procurar no enfriarme al terminar.
En mi grupo de entrenamiento se ríen de la cantidad de capas que me pongo para calentar. Llevo las necesarias aunque sea algo ridículo. He llegado a calentar con: dos térmicas, el forro de Scarpa, un primaloft y un plumón, tubular de forro polar, cinta en las orejas y guantes – que si me toca tirada larga, cubro con manoplas de pluma. Esto en la parte superior del cuerpo. Y cubro mis piernas con unas mallas empalfadas fantásticas y encima el pantalón de plástico – ese que nos piden para UTMB® y que vale bastante dinero y creemos que no lo vamos a usar nunca… ¡pues ya tiene uso!
¡Lo sé, parece ridículo! Muchas veces pienso que más que odiar el frío lo que me gusta es tener sensación de calor. Así que empiezo a rodar con todas estas piezas y, a medida que me mi temperatura corporal sube, me voy desgranando.
Bien pensado, el mal trago del frío cuando entrenamos es relativamente corto. En unos diez, o máximo quince minutos, entramos en calor y después, muy mal tiempo tiene que hacer para que realmente aquello sea un suplicio.
Otra cosa es cuando hay que competir. La decisión de la ropa que nos llevamos es, a menudo, complicada. Sobretodo si la competición sube a cotas altas, sabemos que hay posibilidad de encontrar nieve o si la previsión es de viento o lluvia. Entonces, mi mal humor se va retroalimentando hasta que llego a un punto de colapso y acabo abrigándome demasiado, cosa que no soporto para competir.
Todo ello me lleva a la siguiente conclusión:
- En primer lugar, quejarnos nos ayuda a extraer este mal humor que nos puede generar el frío. Pero no nos pasemos porque todo el mundo tiene sus problemas.
- En segundo lugar, dejemos de buscar excusas, sabemos que acabaremos saliendo igualmente a entrenar, así que: ¿y si nos ahorramos esta pérdida de tiempo y de energía luchando contra nuestra cabeza y nuestras imaginaciones?
- En tercer lugar, si tenemos material, ¡usémoslo! Sobretodo entrenando que podemos ir dejando prendas como las migas de Hansel y Gretel. ¿Qué problema hay en empezar abrigado si esto nos da confort y nos ayuda?
- En cuarto lugar, debemos intentar ser capaces de centrarnos en que en tan solo diez minutos, seguramente ese frío ya formará parte del recuerdo, y dejar otros pensamientos.
- En quinto lugar, cuando planeemos la ropa para competir, intentemos pensar en que sí, efectivamente hará frío, pero también estaremos revolucionando la máquina por encima de los días de entrenamiento, así que no seamos tarugos y no salgamos con medio armario a cuestas – dejando de lado el material obligatorio que haya dictaminado la organización que este es sagrado!
- En sexto lugar, estamos a medianos de febrero… si volvemos a la definición del principio, esto ya casi lo tenemos, vamos a aguantar unas semanitas más y ¡que empiece el destape!
Muchos ánimos a todos y a todas aquellos y aquellas que sufrís el frío, os entiendo, es duro, ¡pero pasa!