¡Me gusta la Navidad! Nunca me ha dado vergüenza aceptarlo, todo lo contrario, lo proclamo. Llego a ser tan cursi que durante estas semanas, mientras hago rodillo en el garaje de casa –que acostumbran a ser muchas horas –me trago sin cesar y una detrás de otra las películas cutres navideñas de Hollywood –eso sí en inglés para que mi cabeza al menos funcione un poco. Y cuanto más pegajosas, azucaradas, románticas y clasiconas, de aquellas que sabes perfectamente cuál será su introducción, el desarrollo y el final, mejor que mejor.
Me gusta escuchar los Christmas Carols sonando de fondo mientras cae una leve nevada que lo cubre todo de un blanco postizo; presenciar como se reúnen las familias, preparan dulces, decoran las típicas cookies americanas, ornamentan el árbol de Navidad…
Es curioso porque soy una persona absolutamente realista y me considero poco ingenua, cosa que no pega demasiado con mi afición por este tipo de filmes durante estas semanas. Sé lo que se cuece en las casas, que en todas las familias pasa aquello de que “se cuecen habas”, pero, ¿no vale la pena dejarse llevar, al menos una vez al año, por esa paz de problemas absurdos que se resuelven con buenas palabras y propósitos?
Pero vamos a poner los pies en la tierra, toda esta confesión personal para contaros que la Navidad es una época especial. No digo, ni mucho menos, que tenga que ser perfecta, tampoco que todo el mundo deba celebrarla de la misma manera, pero aquellos que tienen ganas y la fortuna de poderla pasar al lado de familiares y de amigos vale la pena no desaprovecharlo.
¿Y a qué me refiero con desaprovecharlo? Son días de desorden, de comilonas, de beber más de la cuenta. De romper horarios, de ir de aquí para allá, de muchos nervios en las casas con niños pequeños… es decir, ¡es el anti-entrenamiento! Todo lo que va en contra de seguir una planificación de forma ordenada y coherente. Completamente al revés de lo que pediría a cualquiera de mis atletas durante el resto del año.
Pero si existe algún momento para romper con esta cuadrícula tan necesaria que es el entrenamiento, creo rotundamente que es en estas fechas, al menos en los días señalados.
Bebamos, comamos, charlemos, alarguemos las sobremesas, dediquemos horas a montar los juguetes de los niños y a estrenarlos con ellos, vivamos la alegría en sus ojos… visitemos a nuestros ancianos, pero no una visita de médico, pasemos la mañana con ellos, saquémosles a pasear, miremos fotos juntos y recordemos.
Y cuando tengamos todo esto hecho, si queda tiempo, es el momento de salir a correr, de montarnos sobre la bicicleta, pero únicamente por placer. Nos podemos calzar las zapatillas y juntarnos con aquellos amigos con quienes compartimos afición pero no coincidimos por horarios, o con hermanos o cuñados o sobrinos que ya se han hecho mayores y sueñan con que les llevemos a dar una vuelta.
Es un buen momento para apuntarse a las carreras de Navidad tan divertidas y disfrazarse o compartirla con la pareja que siempre dejamos atrás. Cruzar la línea de meta y olvidarse del recuperador y cambiarlo por una copa de cava y unos turrones o una buena taza de chocolate caliente.
Son días concretos de los cuales seguro que sacaremos más partido si los vivimos de forma relajada y sin ir a contracorriente para cumplir con unas series, unas cuestas o un rodaje demasiado largo, que si intentamos seguir con nuestro plan de alimentación y de entrenamiento.
Son días que mis atletas, en el calendario de entrenamiento encuentran: ¡Feliz Navidad, día libre. Ocúpalo con lo que más desees! Y si sales a correr que sea para disfrutar de tu entorno, de la compañía, para quemar aquel turrón de más y aquella copa de vino que, en otras circunstancias, no habría tocado pero que es el momento de haberlo hecho.
Pensadlo bien, vamos todo el año cumpliendo horarios, dietas, entrenamientos, series, cuestas, entrando y saliendo del gimnasio, haciendo malabares con las obligaciones familiares y laborales y, es evidente que para sacar rendimiento y poder cumplir nuestros objetivos es necesario hacerlo, pero estas Navidades os pido que si tenéis dudas, antes de salir escopeteados a cumplir con alguna obligación atlética que os prive de todo lo demás, solo por un segundo, valoremos si vale la pena o si lo podemos aparcar para el día siguiente. os aseguro que no perderemos la forma, todo al contrario, ese día de relax físico y mental, jugará a nuestro favor en el próximo entrenamiento.
Esos sí… esta norma nos vale para los días señalados, ¡no para las “semanas” señaladas! En este caso, ya se nos escaparía de las manos.