comitium

Behind the tracks: Oriol Millán

Pocos transmiten tanta pasión con un sello tan personal y con tanto carisma como Oriol

Oriol Millán ©Sixt Visuals
Oriol Millán ©Sixt Visuals

Aquí os presento una relación de amor declarado y evidente por el trail, pero no sólo, no sólo por recorrer caminos y senderos al ritmo que te pida el cuerpo. No sólo eso. En este caso, hay otro amor, otra pasión arrastrada desde bien pequeño, la del micro. Esas dos pasiones se unieron y su afán por engancharse a un micro se vio enriquecida por esa alegría de recorrer las montañas a golpe de zapatilla, ese conocimiento le llevó a las líneas de salida y de meta en todas las carreras organizadas por Klassmark, para animar y hacer tan especiales esas carreras, esos retos, esas benditas locuras. Pocos transmiten tanta pasión con un sello tan personal y con tanto carisma. Por lo que vemos, no sólo hablar se le da bien, también con la escritura nos consigue emocionar.

Mi idilio de amor con el trail es verdadero, porque tras esa verdad no se esconde ninguna intencionalidad. Podríamos decir que el trail me encontró a mí. Del mismo modo que me crucé con un micrófono desde bien pequeño. Rectifico. Por aquel entonces más bien era el palo de la escoba. Cualquier cosa para emular un micrófono y poder cantar delante de mis compañeros. Entre cervezas, el otro día me lo recordaba un viejo amigo, “¿te acuerdas cuando levantabas la mano para pedirle a la profesora que te dejara cantar antes de terminar la clase?”. La verdad es que sí. Siempre he dicho que esa fue la etapa más feliz de mi vida. Me reafirmo en ello. Me importaba entre poco y muy poco lo que pensaran de mí. Mi historia, como habréis deducido, no es la de un cantante de éxito. Con los años he aprendido no volver a hacer pasar ese mal trago a nadie. Queda en la intimidad.

 

 

Era feliz. Soy feliz. Poder afirmar que te dedicas, en parte, a lo que realmente te apasiona te convierte en un privilegiado. Ese amor por el micrófono, por suerte, evolucionó. Seguí siempre siendo el primero en levantar la mano. Cualquier excusa era buena para dejarse ver; no negaremos a estas alturas de le película ese pequeño punto de egocentrismo necesario. Las presentaciones de final de curso escolares dejaron paso a las más serias de la universidad. Estudié. Intimé con el arte de la palabra en todas sus formas, pero siempre tuve claro que la oral era la que más me gustaba. Y mientras coqueteaba con la radio y la televisión, apareció un nuevo amor.

En casa siempre hemos hecho deporte. Nos aferramos a esa definición que lo hacemos más por la mente que por el cuerpo. Tras dejar el hockey sobre patines y olvidarme un poco en la universidad, que me quiten lo bailado, me encontré con unas zapatillas en los pies. No me preguntéis cómo. Lo único que recuerdo es que la gente preguntaba qué hacíamos en la línea de salida de la media maratón de mi ciudad, Girona. Hablo en plural porque supongo que estábamos allí por una apuesta entre amigos. La ganamos, pero yo seguí jugando y, sobretodo, corriendo.

Corríamos a la par hasta que nuestros caminos se cruzaron para no separarse. Encontré al mejor jugador posible, mi hermano Gerard. La media maratón quedó en anécdota. Abandonamos el asfalto, no por convicción, sino por evolución. ¿Se te ocurre un lugar mejor que correr que en el monte? Era el orden lógico de las cosas. Y llegó el ‘big bang’: la carrera de la aldea de cuatro casas donde vivía mi hermano que ‘mal organizamos’ con la excusa de correr entre los colegas. Este fue el punto de inflexión de su proyecto de vida: Klassmark. Yo no desaproveché la oportunidad de correr tras él.

Era feliz. Soy feliz. Poder afirmar que te dedicas, en parte, a lo que realmente te apasiona te convierte en un privilegiado.

A partir de aquí la historia es conocida. Klassmark se ha convertido en uno de los organizadores de eventos de trail más importantes y yo he tenido la suerte de ser la voz en cada uno de ellos durante gran parte de estos doce años. De repente, mis dos amores se estrecharon las manos. El eterno micrófono con el bienvenido trail que seguía floreciendo. Lo hacía con fuerza, gracias a la suma de kilómetros. Mirando atrás, reconozco que alguna carrera de larga distancia fue una temeridad, por no decir todas. Suerte que fueron pocas. Y también gracias a la inspiración. Me cargué de argumentos con lecturas como ‘Correr o Morir’ de un tal Kilian Jornet, pasamos todos por allí en su momento, y, sobretodo, ‘Nacidos para correr’ de Christopher McDougall.

Suena muy idealista y no es así. Hay más amores en mi vida, aunque menos de los que desearía. Incluso reconozco que últimamente me he pasado al lado oscuro del asfalto, deportivamente hablando. Pero sin el trail, no sería la persona que soy ahora. Sin el trail, no habría tenido la oportunidad de crecer profesionalmente de la mano de Klassmark. Sin el trail, no habría dado color, vida y forma a centenares de eventos. Sin el trail, no habría compartido micrófono con los mejores profesionales del sector. Sin el trail, no podría dedicarme a lo que realmente me apasiona. Ya sabéis lo que dicen, nada es comparable con el primer amor.

Artículo extraído del número 54 de la revista TRAIL RUN

Archivado en:

Carlos Torrent ©Carlos Díaz Recio

Relacionado

Behind the tracks: Carlos Torrent

Behind the tracks: Pau Zamora. Marta Bacardit©️

Relacionado

Behind the tracks: Pau Zamora

Behind the tracks: Biel Rafols

Relacionado

Behind the tracks: Biel Rafols

La huella de... Gerard Freixes

Relacionado

La huella de... Gerard Freixes

¡Trail Run 54 ya en tu quiosco! Fotografías ©Van Marty

Relacionado

¡Trail Run 54 ya en tu quiosco!