Cumplir cincuenta "algo", de lo que sea, en cualquier ámbito, siempre es un logro. Cincuenta años, cincuenta kilómetros o cincuenta números de una revista. Trail Run cumple sus cincuenta ejemplares, uno detrás de otro. Mes a mes. Partido a partido que diría Simeone. Son muchos o pocos... según se mire. Vistos desde aquella primera llamada de Depa y Elena Moro -"¡Vamos a hacer una revista de trail! ¿Te apuntas?"- son muchos. Comparados con el deseo de que esto dure unos cientos de números más, son pocos. No hemos llegado ni al primer avituallamiento. Un número redondo como el cincuenta da para mucho. La memoria se activa y uno recuerda y evoca la primera vez que se arrastró/corrió durante 50 kilómetros. Fue en un trail, claro. Concretamente en la segunda etapa de la Transalpine Run de 2011, entre Kleinwalsertal y Schruns, en tierras austriacas. La marca Gore Tex organizó un viaje de un par de días para la prensa, con el fin de dar a conocer la carrera y vivirla desde dentro. Yo la conocía de sobra. Llevaba metida en el cuerpo la edición completa de 2009.
Correr la etapa era opcional para los periodistas. Se podía correr o mirar. Pero como ser un inconsciente también es opcional, elegimos correr. Digo elegimos porque en la Transalpine Run es obligatorio, por motivos de seguridad, correr en pareja. Me acompañó Bruno Ricard, responsable de comunicación de Gore Tex.
El azar nos llevó al escenario más duro posible: etapa reina de la edición, 53 kms y 2.400 metros de desnivel. Una patada en los dientes. Es como si te invitan al Tour y te cae la etapa de los Pirineos con cinco puertos. Pero, ¿cómo decir que no? Yo tenía ilusión, fondo y experiencia. Bruno tenía ilusión, fondo y nada de experiencia. Y un vértigo horrible. Así que nos lanzamos a por 50 kilómetros inolvidables que forjaron una amistad que todavía perdura.
Durante ocho horas pasamos por todos los estados posibles de un trailrunner: lo pasamos bien, mal, regular, muy mal, bordeamos el abandono y, finalmente, cruzamos la meta.
En los pasos aéreos, ponía los bastones a Bruno, a modo de barandilla, para que engañara a su vértigo patológico. Una bajada por un tubo, agarrados a unas cadenas, fue igualmente memorable. Cuando pasamos el kilómetro 42 le dije: "Bruno, oficialmente eres maratoniano". Los últimos kilómetros, ya en el llano y por asfalto, se nos hicieron interminables. Pero cayeron los 50 kilómetros y alguno más igual que han caído las 50 revistas de Trail Run que hemos disfrutado durante este tiempo.
Años después, coincidimos en otra encerrona parecida, subiendo al Aneto. Llegados al Paso de Mahoma, Bruno se paró en seco: "Yo por ahí no paso". Y yo me planté con él. Bruno cree que me quedé por solidaridad. Pero la realidad es que cruzaré el Paso de Mahoma el día que pongan una escalera mecánica y barandillas a los lados. Mientras esperábamos a que nuestros compañeros bajaran de la cumbre, nos acordamos de nuestros 50 kilómetros en la Transalpine Run. Lo recordamos cada vez que nos vemos porque el número 50, de lo que sea, no se olvida.
En buena lógica, el ejemplar 100 de Trail Run habría que celebrarlo corriendo 100 kilómetros. Tengo que llamar a Bruno...