Algo no va bien, tengo un dolor en el pie que me despierta por la noche, el pie está inflamado y tenso, rojo caliente y no me he dado ningún golpe… Me ha aparecido hace un par de días y si entreno en dolor se hace más intenso…
Cuando corremos nuestros pies y en general todo nuestro tren inferior soporta una presión continua cada vez que el pie golpea el suelo (corriendo en llano la fuerza ejercida sobre el pie aumenta un mínimo de 5 veces respecto a caminar, si a esto unimos saltos, correr cuesta abajo, etc. aún más). Debido a esto pueden aparecer zonas debilitadas en el hueso y sobre estas zonas puede aparecer una “grieta” o fractura de estrés.
La estructura interna de los huesos está formada por unas microceldillas de sales minerales (calcio fundamentalmente) en las que se sitúan las células vivas del hueso. Estas celdillas siguen una orientación determinada colocándose en función de las líneas de tensión del hueso para hacerlo así más resistente. Una carga excesiva sobre el hueso hace que alguna de estas celdillas vayan rompiéndose y debilitando así esta estructura; cuando la carga persiste y se rompen un número suficiente de celdillas llega el momento en que el hueso hace “crack” y aparece la fractura de estrés.
CAUSAS
En nuestro caso las causas más frecuentes son:
▪ Un aumento reciente del volumen, frecuencia y/o intensidad del entrenamiento sin un periodo de adaptación correcto.
▪ Inadecuado periodo de descanso entre esfuerzos
▪ Cambios bruscos de superficie de realización de la actividad (por ejemplo tras preparar y competir en una carrera de montaña, preparar y realizar un maratón en asfalto)
▪ Biomecánica (movimiento) alterada; por alteraciones del apoyo plantar, gestos al correr…
▪ La fatiga muscular, que conduce a una biomecánica alterada.
▪ Una dieta desequilibrada (deficitaria en Vitamina D, calcio…).
▪ La osteoporosis (densidad ósea disminuida), por ejemplo durante la menopausia, o por un encamamiento prolongado, una inmovilización prolongada reciente…
LOCALIZACIÓN Y CLASIFICACIÓN
En función de la actividad que realizamos la localización de estas fracturas puede variar:
▪ En deportes de salto como voleibol, baloncesto: tibia, metatarsianos, cúbito.
▪ En maratonianos: metatarsianos (más el segundo ya que suele ser más largo y sufre por ello más carga), tibia, pelvis, sacro.
▪ En el trail: metatarsianos, pelvis, tibia, cuello de fémur, metacarpianos (por el uso de bastones).
En función del pronóstico de la lesión podemos hablar de:
▪ Fracturas de riesgo bajo: aquellas en que reduciendo la carga o inmovilizando disminuimos la carga favoreciendo la consolidación de la fractura (las de extremidad superior, costillas, peroné, calcáneo…
▪ Fracturas de riesgo alto: aquellas en las que el diagnóstico es más tardío o aparecen en zonas de gran tensión y carga como el cuello del fémur, el maléolo tibial, astrágalo, escafoides tarsiano y base de los metatarsianos.
SÍNTOMAS
El síntoma primordial y que nos hace sospechar de la aparición de la fractura de estrés es el DOLOR UNIDO A LA ACTIVIDAD. Habitualmente cede con el reposo, aunque puede aparecer durante la noche. Si no cesamos la actividad acaba siendo constante. Los síntomas se suelen desarrollar en unas 2-3 semanas y en algunas localizaciones pueden confundirse con tendinitis, sobrecargas… Un dolor en la ingle o en el sacro sin la existencia de una contusión, un dolor con inflamación y calor en dorso del pie en ausencia de traumatismo deben hacernos sospechar la fractura de estrés y debemos tratar de llegar a un diagnóstico certero.
DIAGNÓSTICO
Como ya he comentado el diagnóstico a veces es difícil, y suele producirse tardíamente lo cual prolonga la recuperación y hace aumentar la posibilidad de complicaciones. Lo primordial es realizar una correcta historia deportiva para valorar los factores de riesgo; eso unido a la clínica (dolor, inflamación…) nos levara a realizar diferentes pruebas diagnósticas:
Rayos X: poco efectiva para un diagnóstico temprano; en ocasiones se ha llegado a utilizar el aparato de las mamografías para tratar de identificar estas fracturas.
Gammagrafía ósea: técnica de la inyección de tecnecio 99 (isotopo que emite radiación pero que en unas 24 h se elimina totalmente del cuerpo); se realiza un estudio de medicina nuclear que identifica zonas del cuerpo con un aumento anómalo de riego sanguíneo. Es una prueba muy sensible (es positiva ante mínimos cambios) pero poco específica (puesto que es positiva en una fractura, pero también ante la aparición de tumores y otras patologías en el lugar donde estas se presenten).
Resonancia magnética: muy útil para el diagnóstico precoz, haciendo evidentes áreas de edema (inflamación) ósea y de partes blandas adyacentes.
TAC o scanner: el método más específico, por la definición que nos da de la estructura ósea y su resolución espacial.
TRATAMIENTO
En definitiva, el tratamiento de una fractura de estrés pasa por apartar al deportista de su actividad, identificar y corregir los factores predisponentes.
Muy importante es la decisión de inmovilizar o no la zona afectada y el método utilizado para ello, que ha de proteger la zona lesionada permitiendo realizar la máxima actividad posible a dicha extremidad.
Apartar de la práctica no es parar, sino prescribir actividades de bajo impacto para el área afectada, como puede ser el trabajo en piscina (natación, running-pool…) o en tapiz rodante anti gravitatorio, ejercicios de gimnasio que no impliquen traumatismo pero fortalezcan el área. Además la rehabilitación fisioterápica con aplicación de ultra sonidos, hipertermia profunda (R200. Indiva, Tecarterapia…), para conseguir tratar el dolor y bajar la inflamación, siempre respetando los tiempos biológicos de recuperación de las lesiones (entre 4-6-8 semanas en este caso).
PREVENCIÓN
Visto lo visto, lo esencial vuelve a ser la prevención, cuidando los calentamientos, el descanso, las cargas de trabajo y sobre todo el aumento de éstas, el cambio de superficie de entrenamiento/competición a otras más duras y respetando los tiempos de adaptación a la actividad. Muchos corredores de asfalto se pasan al trail sin respetar la ley de la progresividad del cambio, ya que hay estructuras de nuestro aparato locomotor que se adaptan, cambian en unos pocos meses pero otras que tardan incluso años.