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Hablemos de emociones

¿Qué papel juegan en nuestras carreras?

Hablemos de emociones ©️Revista Trail by José Miguel Muñoz OCC 2024
Hablemos de emociones ©️Revista Trail by José Miguel Muñoz OCC 2024

Actualmente, la generación que lidera las inscripciones de la mayoría de las competiciones de trail somos el resultado de una educación en la cual se han eludido las emociones. Se nos ha formado en grandes aptitudes a muchos los niveles, pero tanto en el ámbito familiar, escolar, de estudios superiores y en el entorno laboral se ha obviado una parte fundamental: los sentimientos y las emociones y, en este aspecto, tenemos grandes carencias y mucho que aprender.

Se nos ha educado en la alta competitividad –hablo siempre en términos generales – dando mucha importancia a las matemáticas, a las lenguas, a la física... y se nos ha presentado el triunfo individual, ya sea el académico, el laboral o el personal, como el objetivo máximo a alcanzar a toda costa. En cambio, no nos han dado herramientas para gestionar todo aquello que deja de estar bajo nuestro control. Supongo que, con la edad, a nivel personal, y con los años de experiencia como corredora y como
entrenadora, me estoy dando cuenta de que tenemos un gran déficit a la hora de gestionar unas emociones que, en muchas ocasiones, van a ser las responsables de un resultado final satisfactorio o desfavorable. Y esto, aunque no lo queramos aceptar, ¡nos afecta mucho!

Dedicamos muchos esfuerzos y recursos económicos, sacrificamos momentos con la familia, con los amigos, horas de sueño, etc. para prepararnos físicamente para nuestros objetivos, para las carreras soñadas. ¡Cosa que está muy bien! Afortunadamente, en los últimos años, a esta vertiente física se le ha sumado, de forma muy coherente y necesaria, el cuidado nutricional e hídrico, ambos tan importantes y, en numerosas ocasiones, decisivos para cruzar la meta complacidos y felices o enojados y desilusionados.

Pero nos falta una parte tan o más importante: la de saber gestionar las emociones y los sentimientos tanto antes, como durante, como al final de la competición.

¿Cuántas veces hemos oído aquella pregunta de “qué es más importante el cuerpo o la cabeza”? Es decir, somos conscientes de que existe esta parte intangible que tiene un poder incalculable sobre nosotros, pero, en cambio, poco hacemos para poderla comprender y para gestionarla de tal manera que nos juegue a favor. Porque seamos conscientes o no de ello, frecuentemente, se nos vuelve en contra.

Cada momento genera sus emociones y sentimientos y podemos interactuar con ellos de formas diferentes: En primer lugar, está la previa de una competición, tanto unos instantes antes como los días precedentes. En segundo lugar, durante la carrera, nuestra cabeza es una máquina perfecta de generar emociones y, en último lugar, cuando ya hemos cruzado la meta y las horas y días siguientes, son otro momento muy proclive para ello.

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Hablemos de emociones ©️Revista Trail by José Miguel Muñoz UTMB 2019

Vamos a examinar cada uno por separado.

EN LA PREVIA DE LA COMPETICIÓN

Los nervios son “la reina del baile” en este período, sea unos días antes, como decíamos, o los segundos que preceden al pistoletazo de salida. En muchas ocasiones, los escondemos como si nos diera vergüenza aceptar que nos sentimos inseguros e indefensos ante una situación que no controlamos, porque, insisto, nos han educado para que no mostremos nuestras incertidumbres. En cambio, el mero hecho de verbalizarlo y explicárselo a alguien, nos descarga de un gran peso. ¡Probadlo!

Los nervios, incluso la angustia, la ansiedad o la inquietud... todas ellas son emociones más que normales cuando nos enfrentamos a algo desconocido y que no dominamos por completo; ante algo para lo que hemos dedicado mucha energía e ilusión y ante algo que nos da miedo que nos decepcione después de tanto esfuerzo.
Todavía diría más, si se acerca el día D y la hora H y no sentimos esas mariposas en el estómago es que alguna cosa no va bien.

Los nervios son buenos hasta cierto punto, nos mantienen alerta, concentrados, con el cuerpo listo para el ataque. De hecho, ancestralmente, tanto el miedo como los nervios eran las emociones que activaban al hombre para salvarse de los depredadores, defenderse de otras tribus o para salir a cazar.

Pero es evidente que no todo es tan simple y lo que realmente complica la situación es encontrar el equilibrio entre este estado de excitación y la racionalidad. Es decir, ¡que los nervios no nos superen! De ser así, seremos incapaces de concentrarnos, estaremos perdiendo demasiada energía, que necesitaremos durante la carrera y dejaremos de actuar de la forma adecuada para llevar a cabo todo aquello para lo que nos hemos preparado.

Algunas actuaciones que nos pueden ser útiles para el control de estos nervios son las siguientes:

  1. Centrarnos en todas aquellas cosas que podemos controlar. Podemos controlar lo que hemos entrenado y cómo nos hemos preparado; lo que comemos previamente y durante la carrera; el material que llevaremos y que esté en el mejor estado; podemos gestionar la estrategia de carrera, entre otras cosas.
  2. Dejar a un lado las que no podemos controlar, pero no dejarlas al azar, sino prepararnos previamente para posibles situaciones y como las gestionaremos si acaban ocurriendo. No podemos controlar la meteorología ni el terreno que encontraremos, pero podemos pensar previamente como actuaremos en cada caso; no sabemos cómo van a competir nuestros contrincantes, pero nos podemos centrar en cómo corremos nosotros y hacerlo lo mejor posible; no podemos controlar si tendremos problemas con el material en carrera, pero podemos visualizar cómo procederemos en el caso de que esto suceda; no podemos controlar posibles contratiempos intestinales, pero podemos tener un plan B nutritivo por si nos visita el tan temido dolor de tripa y todos sus compañeros...
  3. Es importante encontrar una estabilidad entre la realidad y las expectativas. Ni ser demasiado ambiciosos ni subestimarnos. Normalmente, si somos sinceros con nosotros mismos, somos muy conscientes de cuál es nuestro estado y nivel. Buscar algo inalcanzable, aunque nos haga mucha ilusión, nos carga con una presión innecesaria. Cosa que no significa que no luchemos con todas las fuerzas para lograr nuestro mejor rendimiento.

 

CUANDO ESTAMOS CON LAS MANOS EN LA MASA:

DURANTE LA CARRERA

Habitualmente, en el momento en el que dan el pistoletazo de salida, los nervios nos abandonan para dejar espacio a muchas otras emociones. Vale la pena ser conscientes de que pasaremos por momentos de todo tipo. Ni podemos esperar que todo sea un camino de rosas – para ello deberíamos haber escogido otro deporte – aunque tampoco es saludable imaginar que todo irá mal y que será durísimo.

Los buenos momentos se acaban para dar lugar a los malos y viceversa. La cuestión es sacar partido de cada uno de ellos. Cuando estamos en la cresta de la ola, vale la pena que lo aprovechemos y que juguemos nuestras cartas haciendo aquello que sabemos hacer mejor. En cambio, cuando atravesamos el desierto sacaremos más partido de la situación si bajamos un poco el ritmo, nos lo tomamos con algo más de calma y aprovechamos para comer e hidratarnos bien, poner un poco de orden en nuestra cabeza, reorganizar geles, colocarnos bien alguna cosa de material, etc. en lugar de centrarnos en el mal momento que nos está fastidiando. Será mucho más fácil remontarlo si nos centramos en otras cosas que si nos revolcamos en esas malas sensaciones.

El concepto buen o mal momento engloba todo aquello que nos pueda hacer sentir bien y todo aquello que resulta en lo contrario, ya sea a nivel de rendimiento físico, de molestias y dolores, de sensaciones, de la posición en la que nos encontramos, de la meteorología, de zonas y terrenos más o menos favorables, etc. Necesitaremos gestionar todas y cada una de estas situaciones en carrera, mientras ponemos un pie delante del otro sin parar. Lo ideal es haberlo imaginado previamente para que no nos coja desprevenidos.

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Hablemos de emociones ©️Revista Trail by José Miguel Muñoz UTMB 2018
CUANDO CRUZAMOS LA LÍNEA DE META

Cabe diferenciar dos momentos clave para esta fase: los instantes posteriores al final de la carrera, es decir, los minutos y primeras horas de haber terminado y, por otro lado, los días posteriores. En primer lugar, es inevitable hacer un análisis en caliente, muy influenciado por las sensaciones y emociones que hemos vivido recientemente. En segundo lugar, examinamos la situación en frío poniendo sobre la mesa muchas otras variables. En el mejor de los casos, cruzaremos la meta con una gran euforia, pero también puede ocurrir que lo hagamos con una enorme frustración.

Aunque pueda parecer lo contrario, la euforia mal gestionada puede ser un arma de doble filo. Está claro que si un día tenemos la fortuna de llegar exultantes, en el análisis en caliente de las primeras horas, debemos celebrarlo, saborearlo y, sobre todo, grabar en nuestra mente y corazón esa sensación tan única. ¡Claro que sí! ¡Más que merecido! Pero cuando pasamos a la reflexión en frío y toca esa semana de descanso tan necesaria tras un gran esfuerzo, no nos podemos dejar llevar por la adrenalina que todavía corre por nuestras venas y que no nos deja notar que tenemos la piernas fritas, el cuerpo agotado y, a lo mejor, alguna pequeña lesión que queda escondida bajo la alegría. Es momento de poner los pies en el suelo, tomar perspectiva y coherencia en la situación y actuar de forma adecuada para evitar males futuros.

Y el fracaso. ¡Ay, el fracaso! Creo que los corredores de montaña somos especialistas en tener este sentimiento. Acostumbramos a ser tan exigentes con nosotros mismos – forma parte de nuestro ADN – que, casi nos parece normal sentir decepción.

Cuando cruzamos la meta hundidos, debemos darnos el derecho de estarlo, nuestras razones tendremos y es de recibo que las escuchemos. El agotamiento que nos acompaña alimenta ese fracaso, de tal modo que no es el momento de intentar remontarlo. Démosle tiempo, dejemos que nuestro cuerpo se recupere físicamente, alimentémonos bien, descansemos y, en unos días, lo analizaremos en frío.

En ese momento seremos más capaces de observar el fracaso en total plenitud y estudiar las circunstancias que nos han llevado hasta él. Seguramente, si analizamos bien todas las variables, nos daremos cuenta de que sus dimensiones no son de tal envergadura como lo habíamos sentido hasta el momento. Y, aunque siguiera siendo así, no podemos quedarnos estancados en las frustracio- nes. En cambio, no conozco mejores aprendizajes que los que sacamos de los grandes desengaños si los gestionamos de la forma adecuada.

Es cierto, no es nada agradable sentirse así, pero con el tiempo nos daremos cuenta de que sin aquel gran chasco no hubiéramos sido capaces de alcanzar una gran euforia.

Las emociones son el patito feo de los cuentos, como lo eran, hace décadas los entrenamientos planificados o la alimentación pautada. Cuando pongamos cartas en el asunto, aparte de mejorar nuestro rendimiento, conseguiremos algo mucho mejor: disfrutar, aún más, de nuestro deporte.

El trail nos hace felices ©@Andi Frank

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