Dos días después de terminar la UTMB, di un paseo por Chamonix con mi novia. Tras la intensa semana de carreras, el pueblo se percibía cansado, algo así como caminar por una casa la mañana después de una gran fiesta. Curioseamos en algunas tiendas y caminamos lentamente por las calles, disfrutando de la tranquilidad tras el estrés de la carrera. No vimos a nadie conocido hasta que doblamos una esquina y nos encontramos con Courtney Dauwalter y unos diez miembros de su extensa familia. Estaban sentados en la terraza de una cafetería y se veía que lo estaban pasando bien, hablando en voz alta y riendo. Su sobrina y su sobrino jugaban en la mesa mientras los adultos bebían cerveza. Al acercarnos, nos saludaron y nos invitaron a unirnos a ellos. Mis lectores españoles no pueden saber los estereotipos americanos, así que le digo uno: la gente del estado de Minnesota son increíblemente amables. Courtney y su esposo ahora viven en Colorado, pero ambos son de Minnesota, y con toda su familia a su lado, no podríamos haber pasado de largo ni aunque quisiéramos.
Conocí a Courtney hace al menos ocho años, pero nunca he pasado mucho tiempo con ella. Cuando nos sentamos, me di cuenta de que, de hecho, me afecta un poco el aura que le rodea. Es tan buena en lo que hace -en lo que ambos hacemos- que es difícil no pensar en ella en términos de sus logros en lugar de en quién es como persona. Esta dicotomía es especialmente visible en un lugar público como Chamonix. Aunque la UTMB había terminado y el pueblo se estaba vaciando, todavía había muchos corredores. La gente se detenía y abría los ojos como platos al ver a Courtney, y muchos se quedaban educadamente a un lado de la mesa mientras terminaba su conversación antes de preguntar si podían sacarse una foto con ella. Era extraño charlar con ella con naturalidad, como si fuera una amiga, y luego ser interrumpida repetidamente por, básicamente, los paparazzi.
Esa es una de las grandes fortalezas de Courtney: a pesar de sus increíbles logros atléticos, sigue siendo amable y humilde. Es generosa con su tiempo y hace preguntas personales a sus fans. Los mira a los ojos
y los anima. Mientras estábamos sentados con ella en la mesa, hizo lo mismo con varias personas que le pidieron fotos: "¿De dónde eres? ¿Cómo te fue en la carrera? ¿Qué harás ahora?".
Me sentí como un fan, sentado allí con ella. Sobre todo cuando la conversación giró en torno a mi carrera en el UTMB. Este año empecé a trabajar con un nuevo entrenador. Adopté un enfoque sistemático en la nutrición. Viajé menos, comí bien y me centré en la fuerza del torso y el entrenamiento con pesas para complementar mi carrera. Por primera vez en años, supe que estaba lo más preparado posible para el UTMB. Luego, me desmoroné por completo antes de llegar a la mitad del recorrido. Mucho antes de Courmayeur, kilómetro 82, sentía las piernas pesadas, lentas y llenas de ácido láctico. Bajé de puntillas en los descensos y me apoyé con fuerza en los bastones en los ascensos. Llegué a Champex-Lac, a falta prácticamente de un maratón para llegar a meta, arrastrando los pies, y me quedé a dormir allí media hora. Luego, arrastrando los pies, llegué a la meta en el puesto 72, tras 26 horas.
Mi experiencia en la UTMB fue de humildad forzada: tuve que renunciar a mis objetivos competitivos y reorientar mi mente hacia simplemente terminar. Sentía que no había corrido ni de cerca a mi potencial físico. Todavía no sé qué pasó
Estoy orgulloso de lo que hice en el UTMB. Nunca es fácil terminar una carrera de 175 km, y la UTMB, con todo el entusiasmo y la competencia, es más difícil que otras. Pero también hubo decepción. Después de todo ese trabajo, todo ese entrenamiento, toda esa concentración, era absolutamen-te incapaz de competir. La verdad es que podría haber corrido 26 horas en la UTMB con la mitad del entrenamiento que hice durante el verano, así que, ¿para qué? Mi experiencia en la UTMB fue de humildad forzada: tuve que renunciar a mis objetivos competitivos y reorientar mi mente hacia simplemente terminar. Sentía que no había corrido ni de cerca a mi potencial físico. Todavía no sé qué pasó. La decepción no vino motivada por mi resultado final. Ni siquiera de la carrera en sí, porque siento un gran orgullo por haber seguido adelante cuando la carrera se puso difícil. Mi llegada fue una alegría. Correr por las calles de Chamonix, todavía llenas de aficionados animando siete horas después de los ganadores, es una experiencia increíble. Las dificultades que describo tienen sus raíces en mi identidad personal. Me considero un atleta competitivo. Cuando no logro estar a la altura de ese estándar, siento que me quedo corto como persona. "Fallar" en una carrera significa fallar como ser humano.
Le expliqué esto a Courtney y pude enriquecer la historia con experiencias compartidas. Nos adelantamos varias veces durante la carrera. Esa es la realidad si eres un corredor de élite que corre con Courtney Dauwalter: si cometes el más mínimo error, ella está ahí para adelantarte. Esto me ha pasado varias veces, sobre todo en Western States en 2023. Corrí primero hasta el kilómetro 100 y luego exploté, mientras que ella batió el récord de la carrera. Me adelantó en el 140 con aspecto de trote suave, mientras yo pensaba conscientemente en cada paso y soñaba con no volver a correr nunca más.
Corrió bien durante más de la mitad del UTMB este año, pero entonces algo sucedió. Parecía que ni siquiera ella sabía qué era. "Simplemente me fallaron las piernas", dijo. Parecía despreocupada, como si fuera algo que sucede y no motivo de preocupación. Es una actitud notable para una de las mejores atletas de la historia del deporte. Lo ha ganado todo, a menudo varias veces. Tiene en su haber cuatro victorias en el UTMB, generalmente después de ganar también otras carreras importantes a principios de año. Mucha gente ha tenido temporadas individuales así, pero ella ha sido capaz de mantener este tipo de éxito durante casi una década.
Hablo de decepcionarme a mí mismo y a mis seguidores cuando tengo una mala carrera, pero mi éxito es minúsculo comparado con el de Courtney. Es natural asumir que la presión que siente por correr bien es proporcionalmente mayor. En la UTMB, la seguí desde Courmayeur hasta la meta, pero en cada avituallamiento me contaban novedades sobre la carrera que se avecinaba. "¡Courtney reventó!", decían. "Seguro que la alcanzas". No creía que fuera posible, dado mi ritmo lento, pero pensé mucho en ella. Esperaba que estuviera controlando la decepción, que no estuviera demasiado frustrada.
Sabía que cientos de personas habían venido a Chamonix para animar específicamente a Courtney. La presión sobre ella era inmensa. Más tarde oí hablar de Vallorcine, el avituallamiento del kilómetro 155. Para entonces, ya había estallado, y era incierto si podría terminar entre las diez primeras. Pero su equipo de animadoras seguía allí. Al salir del avituallamiento, la multitud estalló en ruido y energía. La gente iba disfrazada. Había una banda tocando. Al salir de la carpa, alguien le puso una corona en la cabeza y la gente se arrodilló ante ella como si fuera la reina. Puedo entender académicamente que esto mola, que se lo merece.
Un mal resultado no empaña el rendimiento de su carrera, y lo que ha logrado la ha consagrado como una leyenda desde hace mucho tiempo. Pero, ¿qué habrá sentido emocionalmente? ¿Ser alabada como la mejor de la historia mientras sufría una derrota? Es difícil decirlo. No me lo contó.
Obviamente, un mal resultado no empaña el rendimiento de su carrera, y lo que ha logrado la ha consagrado como una leyenda desde hace mucho tiempo. Pero, ¿qué habrá sentido emocionalmente? ¿Ser alabada como la mejor de la historia mientras sufría una derrota? Es difícil decirlo. No me lo contó. Pero lo que el mundo vio fue exactamente lo que ven cuando piden fotos en la calle: Courtney sonriendo, Courtney estrechando manos, Courtney siendo la chica más amable de Minnesota. Pasó por el túnel de tifosi con gracia y encanto y luego continuó hasta terminar la UTMB una vez más, en este caso sólo por terminar.
Conseguí correr con regularidad durante la última sección del UTMB y, al final, terminé unos tres minutos después de Courtney. Considerando mi inseguridad sobre la carrera, no podría haber planeado mejor ese final ni aunque lo hubiera intentado: toda la atención en la meta estaba centrada en ella y crucé la línea de meta en una especie de sombra mediática. Nos abrazamos al final. La he visto después de sus grandes victorias, y nunca se mostró tan positiva como al final del UTMB 2025.
Hablamos de todo esto unos días después, mientras tomábamos cerveza en el café de Chamonix. Le conté mis dificultades, tanto físicas como emocionales, y ella me habló de su carrera. Intenté decirle cuánto admiraba la gracia con la que afrontó la experiencia.
Recibir tanta atención, tener una mala carrera y, aún así, ser tan positiva: ese es el tipo de liderazgo que admiro. Personas que sacan lo mejor de cualquier situación, sin importar las circunstancias. Ella pudo ver que la gente la quiere por quién es, no sólo por lo que ha hecho. Necesito recordar eso también. Pero, por supuesto, no pude expresarle todo eso. Todavía le estaba dando sentido. Al intentar explicarle por qué estaba decepcionado con mi carrera, incluso llegué a sugerir que mi carrera podría estar llegando a su fin. "Quizás ya no pueda competir", dije. "Quizás esto sea mi fin".
Me miró y luego me hizo una pregunta sencilla: "¿Todavía te encanta?". "¿Me encanta?", pregunté. "¿Las carreras? ¿Correr?". "Todo", dijo. Pensé en eso. Pensé en la carrera que acababa de correr, una increíble vuelta al Mont Blanc. Pensé en la gente que había conocido, algunos de mis mejores amigos: gente como la propia Courtney, como Depa, como mi novia Martina, y muchísimos más. Pensé en los lugares que he visitado y en los que aún me gustaría visitar. Pensé en el sentido de comunidad y pertenencia que siento como corredor. Nada de eso depende de que gane carreras. No depende de que sea profesional. Sólo depende de que sea un buen amigo, un buen líder y una buena persona. Mi carrera como corredor terminará, pero seguiré en este deporte y en esta comunidad en otras facetas. La razón por la que pertenezco no es porque gane, sino porque soy buena gente. Necesitaba que alguien de Minnesota me lo recordara. Miré hacia el Mont Blanc, y luego hacia abajo, a su familia, riendo y hablando a nuestro alrededor. Buena gente, haciendo cosas que valen la pena, en lugares hermosos; no hay otro lugar en el que preferiría estar. "Sí", le dije con seguridad. “Todavía me encanta.” “Entonces estarás bien,” dijo ella.








