Desde la Colonia Suiza de Uruguay hasta lo más alto del podio en las 100Mi de Patagonia Run, Maxi Vázquez escribió con sus piernas una historia de esfuerzo, humildad y sueños cumplidos. Campesino, marinero y corredor, el trail runner uruguayo representa una forma de vivir que celebra lo esencial.
Todavía le dura la alegría. Como si hubiese ocurrido ayer, el recuerdo vívido de su llegada triunfal en las 100Mi de Patagonia Run aún le ilumina el rostro. La sonrisa de Maxi Vázquez atraviesa la pantalla y es bastante más que un gesto: es un manifiesto de gratitud, de asombro, algo de justicia poética. Porque aquel sábado 12 de abril pasado, en San Martín de los Andes, el destino —ese viejo tramposo y esquivo— le susurró al oído que lo intentara otra vez porque quería devolverle una parte de la utopía que tanto había buscado: cortar primero la cinta de llegada en la carrera de ultra trail más grande del Cono Sur.
En verdad, Maxi Vázquez siente que todavía sigue inmerso en un sueño. Un anhelo que forjó y arropó en lo más profundo de su corazón. Un deseo tan intenso que, como una definición de su personalidad, lo impulsó a dejarse llevar por las “emociones”, pero sobre todo por un instinto “salvaje”, casi indomable. Una forma de ser que acuñó en Nueva Helvecia, su ciudad natal, también conocida como la Colonia Suiza de Uruguay, donde entendió que “el valor de la vida no pasa por las cosas materiales sino por llevar poco peso en la mochila”. Allí, a unos 130km al noroeste de Montevideo, la capital de su país, creció el atleta que se subió a lo más alto del podio, después de tanto insistir. Luego de batallar durante 21h58m06s, Vázquez completó poco más de 160km en el sur argentino y se ganó un lugar en la historia del trail uruguayo.

“Patagonia Run es una carrera que me marcó mucho, en todo sentido”, dice, y el tono de su voz arrastra una convicción serena, como si hablara desde un lugar interno y profundo. Hace una pausa, mira a un costado y agrega: “Es muy especial porque conocí la carrera por streaming en 2021 y sentí que quería vivir desde adentro todo lo que estaba viendo en mi computadora. Esas cosas no te pasan siempre, me generó una energía especial: quería correrla, pero quería hacer las 100Mi y no una distancia menor”.
El camino no fue fácil, por supuesto. A falta de experiencia, al principio le ofrecieron correr los 100K (hasta entonces, apenas había corrido los 68km de Champa Ultra Race en 2020, donde quedó 4°, y 12 horas en pista en su país). Pero insistió. Y no fue casual, porque Vázquez conoce mucho sobre el arte de insistir. Sabe de madrugadas frías en el campo y de piernas endurecidas por levantar bolsas de papa y boniato en plena cosecha. Pero, sobre todo, sabe que los sueños no se mendigan, se construyen. “En ese momento, yo no sabía si iba a poder volver dos años consecutivos por el costo que tiene viajar para nosotros. Seguí insistiendo para correr las 100Mi y hubo varios amigos y colegas, como Néstor Pereyra (NdR: corredor argentino nacido en Tandil), que avalaron mi candidatura para que me aceptaran”, recuerda el uruguayo. Y suma: “Cuando me lo confirmaron, decidí invitar a mi madre para conocer el sur y poder viajar por primera vez en avión. Fue un carrerón y al tener un buen resultado (quedó 8°), me invitaron para el año siguiente y todo empezó a cambiar. Hoy, con un poco más de experiencia, creo que es una carrera que no te puedes perder, tienes que estar, sin importar la distancia”.
El valor de la vida no pasa por las cosas materiales sino por llevar poco peso en la mochila
Desde ese momento, el Canario, tal como se lo conoce, no paró de progresar. “En 2021 me mudé a Tierra Bilu, una zona de sierras, y ahí hice un click como corredor de trail porque empecé a notar las mejoras, a entrenar más tiempo”, cuenta el trail runner de 35 años, quien, hasta octubre de 2018, jugaba al fútbol en la Liga Helvética, un torneo de fútbol amateur del cual surgieron jugadores de la Selección charrúa como Rodrigo Bentancur (hoy, en Tottenham Hotspur) o Franco Israel (Sporting Lisboa). “Nunca fui tan bueno en el fútbol. Corría más de lo que jugaba. Ya había señales, ¿no?”, explica y lanza una carcajada cómplice y contagiosa, como hará durante casi 60 minutos de conversación. Claro, para Maxi reírse, sobre todo reírse de sí mismo, es una de sus marcas registradas. Un rasgo distintivo que no sólo lo define, sino que también parece ayudarlo a transitar emociones, enfrentar situaciones y cultivar conductas con una mirada llena de agradecimiento. Y no es poca cosa. Razones no le sobran, porque, como dice la escritora y psicóloga chilena Pilar Sordo, “las personas que trabajan el sentido del humor tienen un don: la persona que tiene la capacidad de vivir desde el humor es la que trabaja desde su propio conocimiento”. Y Maxi aprendió a desarrollar esa faceta y la naturalizó al extremo para, con esa fórmula, absorber las presiones y tensiones que, en una carrera, pueden abrumar hasta a los más experimentados. Por eso, ya no llama la atención verlo charlar de manera risueña en un puesto de asistencia, luego de horas de carrera, o cuando va a tope en una bajada, en la que es capaz de lanzar un comentario o un chiste desconcertante. “Es mi manera de ser, siempre fui así. Aprendí a divertirme porque es una manera de enfrentar los diferentes problemas que te pasan en la vida. Ser así me ayudó a sobrellevar muchas cosas que, de chico, me parecían injustas y hoy siento que me ayudaron a ser quien soy”, reflexiona. “Tengo grandes sueños y ahora veo que el trillo está más ancho y más claro y sé para donde tengo que ir. Quiero seguir creciendo y que mi país mejore en este deporte. El año que viene quiero correr en Ultra Pirineu para hacer que el trail crezca más en Uruguay. Correr es como escribir un libro: lleva tiempo y requiere mucha paciencia”, añade.

—¿Por qué las 100Mi? El corredor de ultra, sobre todo el de 100Mi, es un público muy particular…
—En 2019, corrí mi primera carrera fuera de Uruguay, fue en UTTACH (Ultra Trail Amanecer Comechingon, en la provincia argentina de Córdoba). Era bastante nuevo, estaba empezando a correr. En ese entonces, no éramos muchos en Uruguay los que corríamos. Recién empezábamos a tener equipos representativos completos en los torneos continentales. Como se bajaron algunos, me terminaron convocando para los 15k y como me fue mal, pedí permiso para correr los 42k al día siguiente y me fue mejor. Como no soy rápido, creo que tengo 3 cambios (entre risas), la cuarta ya entra complicada, y me gustó correr largo. Entonces, cuando fui a UTTACH en 2019, vi la largada de las 100Mi y quedé impactado. Había corredores preparados para correr y me encantó porque eran personas que se despedían de sus amigos y familiares como si se fueran a la guerra. Eso me emocionó mucho y quedé impresionado. Pocas veces en mi vida sentí tantas ganas de querer algo: quería eso, correr alguna vez las 100Mi. Me di cuenta que era algo que quería hacer.
—¿Sabías que tenías condiciones para correr? Me da la sensación que la pasión por correr te encontró a vos…
—Sí, puede ser. En 2018 corrí mi primera carrera de trail, en las sierras (donde hoy vivo) y fue la primera vez que falté a un partido de fútbol por ir a una carrera. Era una carrera que era parte del circuito nacional de Uruguay. Era muy fuerte de piernas porque trabajaba en el campo en las cosechas de frutas y verduras. Andaba todo el día de botas y con los bolsos llenos, más lo que hacía corriendo, eso me dio mucha fuerza de piernas.
—Hace 7 años estabas levantando bolsas en el campo y hoy llegaste a lo más alto de una carrera de ultradistancia, ¿cuál fue el mayor aprendizaje de ese trabajo?
—Estaba en medio de las cosechas. Era un trabajo muy sacrificado que te enseña a valorar muchas otras cosas y a ver el mundo de una manera diferente. Creo que la mayor enseñanza fue la voluntad, porque en uno de los campos que era de unos amigos, donde cosechábamos boniato y plantar papas, la madre de ellos, con 70 años, cuando yo llegaba a las 7, ella ya había ordeñado a las 5 de la mañana. Nos hacía el desayuno, después nos hacía el almuerzo y no paraba. Yo me iba a las 16 y ella se iba a ordeñar por segunda vez. Nunca la escuché quejarse, nunca le escuché que estuviera cansada. Su voluntad me marcó mucho.
Cuando empezó a correr, en 2018, Maxi no pasó inadvertido. Mucho menos para Richard Sosa (según Vázquez “el mejor corredor de trail de Uruguay”), quien le vio condiciones y le propuso ayudarlo como entrenador. Ese lazo los unió y generó que Sosa se convirtiera en algo más que un espejo para su pupilo. “Yo laburaba de lunes a sábado en el campo y veía que Richard, como fusilero naval, tenía un régimen laboral mucho mejor al mío que le permitía entrenar y competir con más frecuencia”, señala Vázquez. “En 2019, fuimos a una carrera en la costa de Montevideo. Él quedó 1° y yo 2°, y al finalizar me tiré a nadar. Al salir, estaban Richard y un amigo suyo, un suboficial de la Armada, y me propusieron entrar porque me dijeron que era buen nadador”, recuerda. Con esa venia, llenó los formularios para ingresar a la Armada uruguaya y tuvo que esperar varios meses hasta que lo llamaran. “Esa llamada demoró meses, fue terrible esa espera. Hice un internado de adiestramiento, luego salió el nombramiento como marinero de 1° y hoy mi función es botero: manejo los botes neumáticos. Estoy súper feliz por el apoyo que me dan para que pueda seguir corriendo. Me gusta mucho lo que hago y me sirve para desconectarme de tanto trail”, manifiesta.

—¿Soñabas o imaginabas convertirte en una referencia del trail?
—Es impresionante todo lo que me viene pasando. Es emocionante recibir mensajes de personas como uno, comunes, que te dicen que sos un referente. Es muy fuerte eso. Siempre fui muy competitivo. Cuando en 2021 vi los resultados de Patagonia Run y estaban las banderitas, me propuse que el nombre y la bandera de mi país estuviera ahí, en la parte más alta, entre los primeros 10.
—En tu llegada, te pusiste la remera de Tierra Bilu, donde hoy vivís, y te abrazaste con tu mamá y su marido, ¿qué pasó en ese instante?
—Juan Montelongo es la pareja de mi madre, desde hace mucho, desde hace más de 20 años. Cada uno tiene su casa y son muy felices. Juan me conoce mucho y siempre estuvo y fue muy compañero de mi vieja. Laburan juntos, él es camionero y verlos ahí, cerquita fue muy fuerte. Los pensé varias veces durante la carrera. También, ver a Diego Würth, que es como si fuera mi representante porque me ayuda con todo desde que empecé a correr, me emocionó mucho. Parecía que ellos estaban más contentos que yo, porque yo estaba como en shock, después de tantas horas.
—Todo esto que te pasa, haber ganado las 100Mi de Patagonia Run, ¿te da una responsabilidad mayor?
—No sé si es eso. Sólo siento que me dio mucha más visibilidad, eso sin dudas, porque tuvo mucha repercusión. Pero el año pasado también hice un carrerón: corrí casi hasta el final con Sergio Pereyra y Cristofer Clemente, que son dos elites bestiales. Este año fue una carrera distinta y haberla ganado, me dio mucha visibilidad. Ahora no siento presión porque ya la gané. El año pasado, en un momento, iba primero y uno, lógicamente, sueña. Iban 120km y estaba primero y es inevitable ilusionarse: la cabeza sueña. Después, obviamente, me agarraron más adelante y definieron entre ellos. Todo eso, te desgasta un montón. Estos dos últimos años, llegué muy cansado a la meta.
—Pero eso es inevitable, ¿cómo no vas a llegar agotado después de más de 160km?
—Es cierto, son cosas que no había experimentado. Y ganar las 100Mi fue un mundo de sensaciones. Ganar las 100Mi de Patagonia Run tiene un simbolismo muy grande. Es una de las grandes carreras del mundo y eso te desgasta física y emocionalmente. Me costó caer y digerirlo. Se dieron muchas cosas que me desbordaron: notas, charlas, reuniones. El año pasado tuve también, pero este año fue tremendo. Saber que muchas personas se emocionaron y lloraron por la victoria, es muy fuerte porque no sólo yo, sino Lali (por Laura Moratorio, 3° entre las damas en 100Mi), Lucía (Carrizo, 5° en 70K), Alberto (González Acuña, 1° en 110K), Gonza (Insaurralde, 8° en 100Mi) y Maikol (Méndez, 8° en 42K), Pilar (Fernández, 7° en 42K), y todos los uruguayos que fuimos queremos lo mismo: hacer crecer el deporte en nuestro país. Todo lo que hicimos estimula a los que están corriendo.
—Si pudieras reencontrarte con aquel Maxi Vázquez que empezó a correr, ¿qué consejo le darías?
—Que no deje de creer, que apoye y sostenga a su corazón que lo van a llevar a un lugar mejor.