El deporte me ha aportado muchísimas cosas, entre ellas viajar a rincones del mundo donde nunca hubiera estado de otro modo. Conocer mundo, países y culturas diferentes a la nuestra, te enriquecen y abren la mente.
Recuerdo mi primer viaje a China. Su enorme extensión alberga ciudades que han crecido precipitadamente en los últimos años atestadas de millones de habitantes y donde la vida de la urbe resulta un auténtico caos. Más si nos adentramos en la China rural profunda, un mundo de interminables terrazas de cultivo y pequeñas aldeas, una tiene la sensación de retroceder en el tiempo.
En una de estas aldeas, donde iba a tener lugar la salida de la primera etapa del raid al que habíamos venido a participar, preguntando por unos aseos públicos, me indicaron una humilde construcción de postes y telas. Ante la urgencia me asomé con cierto interés; no había puertas, a cada lado se disponían varios espacios separados por una lona, con un agujero en la tierra que hacia las veces de inodoro. Algunos estaban ocupados con autóctonos acuclillados ajenos a la falta de intimidad, hombres y mujeres sin distinción. Me resultó tan embarazoso que a punto estuve de salir corriendo. Pero la necesidad pudo más y busqué un agujero libre intentando no mirar más allá. A la vergüenza se uniría la dificultad de mantenerme acuclillada sin perder el equilibrio, posición que ellos adoptan con total normalidad. Esta incómoda experiencia me hizo fijarme con más atención en cómo los chinos permanecen acuclillados trabajando en los arrozales, charlando entre sí de forma ociosa, realizando labores domésticas... Postura que en mis posteriores viajes a países como Filipinas, Borneo, Marruecos, Tíbet, Nepal, México... vería con asombro que adoptaban los campesinos y gente humilde de manera natural.
Lo que tanto me sorprendió entonces y que tal vez en nuestra cultura ‘desarrollada’ pudiera considerar como un atraso, acostumbrados a la ‘comodidad’ de nuestras sillas e inodoros, veo hoy que más nos valdría recuperar esta postura que de niños nos resulta tan sencilla y normal.
Porque acuclillarse es un movimiento natural que con el paso de los años y la cantidad de horas diarias que pasamos sentados (en la escuela, trabajo, casa, desplazamientos...) vamos perdiendo sin siquiera darnos cuenta de sus consecuencias.
Hace un tiempo que fui consciente de mi incapacidad a la hora de acuclillarme. Me resultaba imposible realizar algunos ejercicios que requerían adoptar esta posición, viéndome obligada a elevar los talones si no quería perder el equilibrio. Observando en casa que Tito permanecía acuclillado buscando ropa en los estantes de abajo como si de un chiquillo se tratara, me dio por pensar si el poder adoptar o no esta postura pudiera incidir a la hora de bajar mejor o peor en la montaña.
Porque lo que está claro es que la imposibilidad de acuclillarse naturalmente nos está indicando la existencia de rigidez en tobillos por acortamiento del tendón de Aquiles, zona lumbar, caderas... Con este panorama digo yo que será difícil o más complicado moverse rápido en descensos técnicos. Desde luego que hay muchos otros factores que intervienen a la hora de bajar en montaña, pero puede que mejorando nuestra capacidad para recuperar esta posición perdida con el paso de los años, pudiéramos observar mejoras a la hora de correr hacia abajo. Y si a pesar de ello continuamos bajando como patos, al menos nuestra salud nos lo agradecerá. Porque no son pocos los médicos que señalan al hecho de pasar tanto tiempo sentados como causa de problemas del aparato excretor. Podría decirse que la invención de la silla nos ha hecho un flaco favor.
Para paliar en cierto grado los efectos adversos de estar horas sentados sería ideal dedicar todos los días unos minutos a acuclillarnos. Notaríamos con la práctica cómo se alarga nuestra columna vertebral, especialmente en la región lumbar, se flexibilizan isquiotibiales, psoas ilíaco, músculos de pantorrilas y pies, las caderas se abren, en definitiva, ganamos mayor movilidad en columna, caderas y tobillos.
Si eres de los que te resulta harto complicado ponerte en esta posición, te recomiendo que empieces poco a poco. Primero con las piernas abiertas; si aún así tus talones siguen elevándose, coloca una pequeña alza debajo. La idea es ir disminuyendo gradualmente su altura. Puedes también colocarte en la posición, con talones en el suelo, agarrándote a un soporte para mantener el equilibrio; ir eliminando poco a poco esta sujeción hasta ser capaz de mantenerte sin ayuda. Una vez logrado, intentar ir cerrando las piernas hasta lograr mantenernos en cuclillas, con talones apoyados y abrazando las rodillas.
Esto no es cosa de unos días. Requiere tiempo y práctica diaria. Pero seguro que tu salud y actividad deportiva se vean beneficiados. Si existe lesión o problemas de rodillas, consultar antes con un especialista.