Por la ventana del autobús se podía ver solamente una esquina del lago y el pie de la montaña. No me sorprendió encontrar que una visión tan limitada del exterior me resultara reconfortante. Después de tres semanas en Patagonia había estado tan abrumado por los paisajes increíblemente grandes que esta imagen incompleta me gustaba. Pensé que debería también ponerle límite a mis pensamientos, había vivido tantas cosas que no sabía qué pensar de mi experiencia. Para alguien al que le gusta reflexionar sobre sus actos, este viaje estaba resultando difícil de asimilar.
Viajé a Patagonia para filmar un documental para mi marca. Los videos de Salomon son legendarios y el objetivo de este viaje era hacer una película en un estilo nuevo. Nosotros la llamamos “la anti-expedición.” Mientras los otras cineastas de deportes de aventura están haciendo películas en lugares exóticos con mucho presupuesto y muchos medios, queríamos hacer una película muy barata. Pensábamos que tendría que ser auténtica, y sería imposible hacerla sin una conexión con la cultura del país donde estábamos. Nuestro vídeo sería sobre viajar y correr en las tierras patagónicas de Argentina, por lo tanto, lo haríamos como vive la gente allí, cerca de la naturaleza, sin mucho dinero, viajando en transportes colectivos y haciendo dedo.
“¿Qué significa”, pregunté a Dean, el director, “cuando dices que no voy a poder correr mucho?”. Pacientemente me explicó que filmar no es lo mismo que correr. Viajaremos con mucho material y equipajes voluminosos y mi carrera se tendría que limitar a recorridos muy cortos con varias pasadas. Haríamos una película de correr imitando el acto de correr, corriendo durante mucho tiempo por la montaña es imposible captar todo lo que necesitamos, tendríamos que jugar con la realidad, falsificarla en cierto modo.
Qué extraño pensé, que para hacer una película auténtica, tuviéramos que falsificar la realidad. Durante la primera semana, filmando en las montañas de Bariloche con Mauri Pagliacci, no corríamos casi nada. Andamos mucho con mochilas muy pesadas, pero la distancia más larga que corrimos fue 100 m. Del amanecer al atardecer, caminábamos, filmábamos y volvíamos a caminar, después de dos días comprendí que filmar era más duro que entrenar o competir. Corría mucho, pero nunca lejos. El trabajo duraría tres semanas, pero al terminar la primera, pensé que no iba a ser capaz de continuar.
Lo único que me llevaba a seguir con el proyecto era ver que lo que estábamos grabando era algo motivante e inspirador, pero no me gustaba intentar hacer auténtico lo falso, yo quería estar aquí para correr, para explorar. Mi amigo Mauri me intentaba tranquilizar.
Así pasamos dos semanas, en los últimos días, en el Cerro Castillo teníamos que filmar la parte final del documental, una de las partes más importantes de cualquier película. Las jornadas eran agotadoras, pero siempre que se me pasaba por la cabeza abandonar pensaba en el verdadero objetivo del viaje, grabar cómo es realmente la vida en estas montañas, correr por las montañas y la paradoja era que íbamos a grabar una película sobre correr sin correr. Casi sin darme cuenta, nuestro trabajo había terminado. Me despedí de Dean y Jared, mis compañeros de grabación y me quedé allí unos días más.
Entonces volví a dormir bien, pude leer un libro y al cuarto día de relax me acerqué de nuevo a la montaña, esta vez con mi mochila ligera de competir, yo solo, en la naturaleza, agua y pájaros alrededor de mí, sin hablar con nadie, sin ver a nadie cerca, comencé a correr fijándome en todo lo que me rodeaba... Así llegué a estar casi 6 horas. Ahí volví a sentirme auténtico, nadie se había enterado de mi carrera, salvo yo mismo, eso era lo que yo quería.