Llegó a Chamonix como una desconocida, a la sombra de las grandes estrellas mundiales que acaparaban toda la atención mediática. Los aficionados tampoco terminaban de ubicarla. Pero su carta de presentación no pudo ser más brillante. Eli Gordón (Granollers, 1986) venció en la Orsiéres-Champex-Chamonix (OCC) de 55 kilómetros arrasando en el tercio final del trazado a dos atletas consagradas como Amandine Ferrato y Emelie Forsberg. Asegura que aquél día cambió su vida deportiva. Tanto que incluso está pensando en tatuarse la carrera. Ahora sale en los carteles de favorita, le piden más fotos, crecen sus seguidores en Instagram y negocia su incorporación a uno de los mejores equipos de Trail Running. “Aún no puedo desvelarlo porque no está cerrado”, dice con sonrisa tímida.
De su memoria no se ha borrado ni uno solo de los fotogramas que vivió aquella torrencial jornada en Vallorcine. Porque fue justo ahí, pasado el kilómetro 35, cuando todo sucedió. “La gente que me encontraba por el camino me decía que iba tercera, y yo iba pensando que era una muy buena posición para ser la OCC. No tenía referencias ni de las que iban por delante ni de las que venían por detrás, pero me decían que Emelie y Ferrato no estaban muy lejos. Entonces en el avituallamiento de Vallorcine me las encontré. La francesa se paró un rato y yo no. Coincidí justo con Emelie y al principio me daba hasta vergüenza adelantarla, es un referente mundial, un ídolo. Me puse a correr a su lado y se sorprendió tanto que hasta me preguntó si estaba compitiendo en la OCC. Ella ni me conocía. Recuerdo perfectamente que me dijo en inglés si estaba haciendo la carrera. Claro, le dije que sí y su reacción fue de absoluta sorpresa”, nos detalla Eli como si hubiera sucedido ayer mismo.
El final de la historia ya lo conocen. La atleta de Granollers pasó como un vendaval sobre la sueca y llegó a meta con casi diez minutos de ventaja. Fue un tsunami. Voló en el descenso de la Flegérè a Chamonix. “En esos ocho últimos kilómetros solo miré para atrás una vez. Al ver que no venía ya sí me vi ganadora”, comenta. En la meta Emelie tan solo pudo felicitarla.
Aunque la realidad es que las felicitaciones a Eli Gordón han durado toda la temporada. Y no es para menos. Además de la OCC ha ganado el Campeonato de España de la FEDME de carreras en línea en Zumaia, el Marató de Montseny, el Marató de Borriol, y recientemente la Transgavarres, entre otras. Se ha acostumbrado a la victoria. Y le sienta bien. Desde bien pequeña ha tenido un carácter muy competitivo. Hacía kárate y si no ganaba se marchaba llorando, nos dice entre risas. Ahora le cuesta asimilar no llegar la primera a la meta, pero tampoco se mete más presión de la necesaria, “porque si no todo esto perdería su sentido”, apostilla.
El año 2017 de Eli ha sido para enmarcar. Muy diferente al de 2016, donde sufrió un calvario de ocho meses por culpa de una lesión. Lleva corriendo muy poco, apenas cuatro años, pero le ha cundido mucho. Hasta entonces hacía karate y todavía recuerda el día en el que tomó la difícil decisión de dejarlo: “Me agobié y me desmotivé con las competiciones, hasta que abandoné. Lo pasé fatal y lloré mucho porque es un deporte que llevaba haciendo 17 años”. Y entonces se pasó a las carreras.
Con la temporada terminada, el balance de Eli Gordón no puede ser más positivo. Se ha convertido en una de las mejores corredoras de montaña en la distancia de maratón. Es en esas pruebas donde más cómoda se siente. Los ultras, de momento, no son su prioridad, “aunque no descarto hacer alguno la próxima temporada”.
Eli ha logrado hacer del deporte la base de su vida. Cuando no entrena o compite en montaña seguramente esté dando clases en un gimnasio de Montornès (Barcelona). “Soy técnico en la sala de fitness y profesora de ciclo indoor, body bump, body combat, aquagym… De todo menos bailar“, asegura entre carcajadas. “Además, tengo fama de cañera”, sentencia. Nos lo creemos. Y es que no nos imaginamos a la campeona de España de carreras por montaña dando clases de spinning suaves.