Si hay un tipo que ha sabido reinventarse en la vida, ese es Chema Martínez. Pocos deportistas han calibrado de manera tan certera sus propios cambios de ciclo. Uno tiene que conocerse muy bien a sí mismo para saber donde empiezan y terminan las fronteras de su rendimiento. No es nada sencillo. Pero Chema ha demostrado que es todo un especialista en este arte. Por eso ha triunfado en todas las disciplinas que ha tocado en su trayectoria, desde el cross country hasta el maratón cuando vivía de esto y lucía una calva perfecta, y una vez colgadas las zapatillas oficialmente, en sus retos montañeros.
Charlamos con él precisamente cuando regresó del último de ellos. Ha estado corriendo 100 millas en Estados Unidos. Asegura que es lo más salvaje que ha hecho en su vida, y eso en boca de un tipo como Chema Martínez son palabras mayores. En su voz todavía se percibe la resaca. “Correr esta distancia era dar un paso más. He hecho desiertos, ultras, pruebas por etapas, pero nunca 100 millas. Era el gran reto y además en un país que ha sido la cuna de este tipo de carreras, aquí es una filosofía de vida para muchos deportistas americanos”, nos explica. Ha sido duro, muy duro, más de lo que imaginaba. Y eso que las cosas marchaban bastante bien hasta el último cuarto de competición. El madrileño iba segundo y recortando tiempo al líder. Pero entonces se estropeó todo. Había una rampa que ascendía hasta los 4.000 metros de altitud, el punto más alto del trazado, “y entonces me entró un dolor de cabeza muy fuerte, náuseas y un agotamiento repentino. Se juntó todo. Pasé en un instante de estar fenomenal a quedarme sin energía. En un tramo que se haría en poco más de 20 minutos estuve hora y media”, confiesa. Como principal daño colateral, tres adelantamientos que le dejaron fuera de la lucha.
Al final, con los pies destrozados y el orgullo herido, Chema llegó quinto a meta. Pero lo peor no fueron las dolencias físicas. Su gen competitivo, ese que forma parte inquebrantable de su ADN como atleta, todavía le hace encarar cada carrera con el objetivo de ganar. De hacer podio, al menos. Y en el Tahoe Rim Trail se le escapó de entre los dedos tras más de 150 kilómetros. “Eso es lo que más me dolió”, confiesa sin dudar.
Su debut en la mítica distancia americana le ha dejado una espinita clavada. No lo esconde. La tiene ahí dentro y confía en arrancársela cuando llegue el momento oportuno. Aún no es. “Me queda mucho por aprender y pequé de novato. Cometí varios errores de principiante. La gente estaba más preparada que yo en cuanto a logística, avituallamientos o estrategia de carrera, aunque el problema que tuve no deja de ser el resultado del esfuerzo de tu cuerpo al límite”, analiza Chema ya a sangre fría. En su defensa hay que apuntar que unas semanas antes tuvo una caída entrenando cuya factura fue un buen puñado de clavos, una placa y ciertos miedos a la hora de encarar las bajadas.
UTMB y Zegama, en agenda
Pensando en el devenir, el madrileño tiene claro que su cuerpo y su alma son ultreros. Así nos lo cuenta, textualmente. Por eso repetirá en las 100 millas. Mientras, su optimismo -otro de los puntales de su personalidad deportiva- le ayuda a curarse las heridas psicológicas y a contemplar con confianza el futuro. “Todavía puedo seguir superándome como atleta, aunque a veces parezca difícil. Soy consciente de que ya no puedo correr tanto como antes, pero a ilusión y motivación no me gana nadie. Solo necesito tiempo”, espeta.
Chema Martínez no solo conserva ese carácter ganador de su etapa profesional. También el método. Esa disciplina que le llevaba a comer una docena de piezas de fruta al día. Nos confiesa que, en sus tiempos, a pocos deportistas ha conocido con un régimen tan escrupuloso como el suyo. Un régimen que en pleno 2017 goza de cierta flexibilidad, o como dice su propio autor, “es menos radical”. Aunque se sigue mimando cada día, con una nutrición y un descanso que completan un programa de entrenamiento con semanas de hasta 14 sesiones.
En nuestra charla con Chema también hay espacio para hablar de Kilian. Siempre lo debe haber. Y el madrileño no escatima en piropos hacia el joven de la Cerdanya. “Es un deportista superlativo, una persona que trasciende más allá del deporte. Ha conseguido acercar la montaña a mucha gente gracias a sus triunfos. Es una cosa increíble. Y confieso que me encantaría compartir con él alguna salida al monte y vivir esas locuras que vemos en los vídeos de sus redes sociales. Para los mortales es algo estratosférico”, dice nuestro interlocutor.
Antes de dejarle descansar, meter las piernas en agua con hielo (viene de hacer un fartlek) y comer sus pertinentes piezas de fruta, volvemos a tocar el asunto de las 100 millas. Estamos a escasos días de que se celebre la carrera más prestigiosa del mundo. “¿UTMB? Sí, claro que uno piensa en hacerla algún día, es la más emblemática para los corredores de montaña, como el maratón de Nueva York para los asfalteros, aunque también me gustaría ir a Zegama. Una vez hablando precisamente con Kilian le pregunté que a qué carrera podía ir un tipo como yo y me dijo que Zegama. Así que la haré algún año, pero cuando vea que voy a estar al cien por cien”, sentencia.