Era un perfecto desconocido en el mundo del speed-climbing hasta que de pronto pulverizó dos récords del mundo. Después de conversar con él, uno reconoce a un tipo humilde al que se le nota que le divierte todo lo que está pasando a su alrededor. Diera la sensación de que al único a quien no han sorprendido sus hazañas es a él mismo.
Karl estaba predestinado a la montaña. Comenzó a subir a ellas de la mano de su padre con apenas 4 años. “Mi padre en vez de dejarme en los jardines de infancia me dejaba en los refugios de alta montaña y yo descubrí lo que era el mal de altura corriendo detrás de los animales mientras esperaba a que él regresara a buscarme”, comenta sonriente quien se dedicaba a subir sus primeras montañas de 4.000 ó 5.000 metros cuando los chicos de su edad sólo piensan en una pelota. Era sólo cuestión de tiempo que hiciera su primera cima de dificultad. “Tenía 15 años cuando subí los 5.897 metros del Cotopaxi y con esa misma edad comencé a guiar grupos”, asegura. “En aquella época era difícil de asumir el pensar en correr por las montañas que subía. Mi padre era un montañero clásico para el que correr en la montaña era una falta de respeto, aparte de un mal síntoma para alguien que quisiera dedicarse a guiar gente”, asegura.
A pesar de estar predestinado a la montaña, probó fortuna con el fútbol, algo más que una pasión para los sudamericanos, pero no cuajó. De ahí, a la bicicleta de montaña que “me regaló todos los éxitos que el fútbol no me concedió”. Pero la montaña seguía allí, a su lado. Así que decidió escuchar su voz interior y dedicarse a trabajar profesionalmente como guía de montaña. Allí sucede algo que le cambia la vida y le acerca más al Karl que conocemos hoy día.
“Comencé a guiar clientes por las principales montañas del planeta y cuando mis clientes descansaban, yo corría. En el Kilimanjaro, otros guías africanos se sorprenden tanto con mi afición que la anécdota comienza a circular de boca a boca hasta que llega a la sede de la compañía en Suiza. Yo pensé que iban a despedirme, pero para mi sorpresa se ofrecieron a ayudarme para batir el récord del mundo de ascensión rápida”.
Así comienza la relación de Egloff con el speed climbing y así, preparando la ascensión al Kilimanjaro se encuentra por primera vez con el nombre de Kilian Jornet. “Cuando leí lo que Kilian había hecho sentí tanto miedo que pensé en decir no al reto, pero el ciclismo me enseñó a aprovechar las oportunidades y no abandonar ante cualquier adversidad”. El resto de la historia ya lo saben: destrozó el récord de Kilian no sólo en la montaña más alta del continente africano, sino también en el Aconcagua.
Es consciente de que estos éxitos le han abierto puertas que nunca pudo imaginar y sabe que debe aprovechar su oportunidad. Sorprende que alguien de su nivel, en un mundo tan globalizado donde el marketing y las grandes marcas crean ídolos, él tuviera que costearse todo. “Estoy acostumbrado a ver si me alcanza para pagarme el billete de avión o en el mejor de los casos a que me regalen la inscripción de la prueba. Nosotros en Ecuador somos como carpinteros al lado de las infraestructuras y medios de los mejores corredores del mundo”.
¿Cuál es su principal motivación? “Lo que me impulsa a no tener miedo al enfrentarme a estos retos es aprovechar la oportunidad que se me ha concedido. ¿Cuantas veces en la vida tendré otra oportunidad como ésta? Ya he hecho lo difícil que es darme a conocer. Ahora quiero seguir batiendo marcas y récords”.
Lo que sí tiene claro es que su foco lo tiene puesto en los kilómetros verticales. “A mi edad no me queda mucha vida deportiva útil. Admiro el ultra trail, pero no me atrae porque me hace lento. Mi idea es utilizar este tipo de carreras largas sólo para tener sensaciones, pero sólo cuando entreno kilómetros verticales siento que me mantengo agresivo y más preparado para luchar contra el lactato”.
Vivir en Ecuador es parte de la receta de su éxito. “Quien vive en Ecuador sabe que disfrutamos de la vida en un parque temático de la montaña. Sólo tenemos que salir a la calle, cruzarla y poder correr por encima de 4.000 metros con mucha facilidad. Mi receta para el éxito es combinar mi trabajo como guía de montaña, con mis entrenamientos y la inmensa fortuna de vivir en altura”.
En este vídeo podéis ver la entrevista que Depa mantuvo con él hace solo unos días en Ecuador.