Hoy haciendo una reordenación del territorio en mi habitación a modo de sextaferia individual me encontré en un asentamiento inversamente proporcional a su posición un Zipi y Zape de cuando yo tenía el mismo pelo que ellos. Me puse a ojearlo y no pude por menos que esbozar una sonrisa maliciosa ya que me recordaron mucho a mi primo y a mí, que en cuanto a capacidad de liarla eramos bastante parecidos a los personajes de Escobar.
Pues pensando y pensando empecé a relacionar viñetas del cómic con situaciones cotidianas de nuestro hobby-deporte y me venían a la cabeza varias. Partiendo de que la colombofilia es según la RAE una práctica consistente en la cría y el adiestramiento de palomas para convertirlas en mensajeras, capaces de volver a su palomar desde puntos distantes. El empleo de palomas para este fin tuvo su auge en la antigüedad. En el siglo XIX, sin embargo, derivó en la época moderna en un deporte que ya no tiene como finalidad llevar mensajes y sí recorrer un trayecto a la mayor velocidad posible medido mediante relojes especiales.
A día de hoy las RRSS funcionan como esas palomas mensajeras y las utilizamos para enviar todo tipo de mensajes con esa doble vara de medir que utilizamos muchas veces según nos convenga. De una parte hacia aquí parece que las carreras de montaña se han convertido en algo incómodo para muchas personas que lejos de razonar muchas veces los motivos o simplemente informarse, lanzan su particular paloma mensajera en un alarde de valentía a sabiendas de que esa paloma nunca llegará de vuelta.
Y ¡ojo! Que yo no digo que cada uno tenga su paloma, solo faltaría, es más, un buen criador nunca las soltaría sin un correcto entrenamiento. Eso es lo que más me preocupa de todo esto. Hay quién se queja de que las carreras son un negocio. Pues no todas, habrá gente que quiera hacerlas por dinamizar una zona, o porque son las fiestas de su pueblo o simplemente porque le sale de los mismísimos. Y si son un negocio, ¿Cuál es el problema?
No conozco a nadie que monte una empresa para perder dinero, a nadie. Sólo faltaba que te dejes un porrón de horas preparando una carrera con todo lo que eso conlleva como para después de dar un servicio eficiente, no se pueda ganar algo de dinero. Tú pagas por recibir unos servicios. Si no te gustan, con no volver ya está.
Y yo me pregunto, ¿todas esas personas que sueltan sus palomas, trabajan por amor al arte? Porque amigos esto es lo mismo. Una carrera de montaña es un negocio gracias a dios, para los organizadores, pero también para la hostelería, para las tiendas especializadas, para el comercio local, para todas esas marcas que tanto nos gusta lucir. Para todos ellos es un negocio. Y bienvenido. ¡Ya está bien de tanta hipocresía!. ¿Qué no es un negocio hoy en día? Demasiadas palomas para tan poco criador.
Por otro lado, nos encontramos con la filatelia que es el arte de coleccionar sellos. Ahora ya no sabría decir con exactitud cuántos circuitos tenemos de carreras. Parece que todo indica a que una carrera es exitosa si estás dentro o no. Creo firmemente en la independencia de cada una y en su personalidad a la hora de hacerla o participar de ella. Me parece bien que existan pero a veces lo veo como un poco impuesto revolucionario a tenor de lo que ofrecen.
Los hay que merecen mucho la pena sin duda alguna pero otros quieren hacernos a los demás tontos. Recientemente me enteré de algún caso en el que el filatélico de turno llamaba a los organizadores para ofrecer un sello de calidad como si fuese un capo siciliano incluso colgando el teléfono de mala manera ante la negativa de estos. Y yo me pregunto: ¿Qué criterio tiene alguien para certificar la calidad de una carrera si ni siquiera sabes dónde se disputa, ni se ha acercado a verla, ni sabe quién la organiza?
Esto pasa con las oficiales también. Se programan pruebas y se dan de paso sin ir a verlas primero y eso me parece una estrategia cutre de negocio. Todo vale si pagas. Un poco más de rigor no estaría mal en estos casos. En los últimos años ante el boom del momento se han programado pruebas oficiales sin ningún tipo de control sobre las mismas. Pero claro, ya lo dice el filatélico de las frases absurdas: “somos sentimientos y tenemos seres humanos” así que habrá que esperar a alguna gambada de las gordas para desmontar algún cónclave de estos. Mientras tanto, seguiremos bailando a ritmo de Fela Kuti a nuestro cartero con la esperanza de que mi sello siga pegándolo en las cartas que yo quiero enviar.