Mucho ha llovido desde que Lolo Díez, allá por el 2009, pusiera toda la carne en el asador para organizar en su tierra –Páramo del Sil, León– la que en pocos años se ha convertido en una de las carreras de trail referentes del panorama nacional, con presencia en las últimas ediciones de algún que otro corredor internacional de renombre. La Alto Sil se ha ganado por derecho propio un hueco en el calendario de todo corredor de montaña que se precie.
Tras varios años de ausencia, esta vez no podía resistirme a la invitación del gran artífice de esta fiesta del trail, que no contento con el ya exigente trail Alto Sil, ha añadido al programa el kilómetro vertical La Bobeda, ofreciendo la posibilidad de participar en ambas carreras y entrar en una clasificación combinada.
Cómo no, opté por esta propuesta para completar un fin de semana de pura montaña.
Creo que puedo contar con los dedos de las manos los kilómetros verticales en los que he participado. Me encanta subir, pero arrancar así de buenas a primeras y tratar de poner toda la maquinaria a pleno rendimiento, no es lo mío.
El kilómetro vertical La Boveda arranca en el pueblecito de Salentinos, pedanía de la comarca de Páramo del Sil. Un lugar tranquilo que guarda su arquitectura tradicional de tejados de pizarra y paredes de piedra y que junto a su calzada empedrada y antiguas construcciones de la lechería y fábrica de la luz que aún se mantienen en pie, dan al lugar un aspecto característicamente rústico. Situado en un frondoso valle cercano al famoso pico de Catoute, sus montañas son visitadas por los amantes del trekking.
La carrera parte del mismo pueblo y en solo 4 kilómetros supera los casi 800 metros de desnivel que lo separan del pico La Boveda, fin del cronometraje. No he hecho más que arrancar y siento ya las piernas estallar. Trato de imprimir un ritmo fuerte, pero me siento atascada. La nieve cubre por completo el camino desde casi el inicio obligándome enseguida a caminar. El cielo se abre y nos regala una vista maravillosa de toda la ascensión. Como el ritmo no es agónico, pues no soy capaz de exprimirme hasta ese punto, acabo disfrutando. En la cima el viento frío no deja ni un instante a la contemplación. El descenso, ya fuera de carrera, deslizándonos por la nieve, es un regalo para las piernas.
La mañana siguiente un cielo gris amenazante de lluvia envuelve Santa Cruz del Sil, otro de los pueblecitos de la comarca de Páramo del Sil, donde tiene lugar la prueba de trail. De fundación también medieval, el núcleo urbano se encuentra situado en la ladera de la montaña, aprovechando así las tierras llanas para la agricultura.
Desde su primera edición, esta prueba ha gozado de una gran aceptación en la zona, involucrando a todo el pueblo de Santa Cruz que se entrega totalmente a los corredores.
Mucho ha crecido esta carrera desde mis primeras participaciones. El centro del pueblo, desde donde tiene lugar la salida, parece un hervidero de gente. A la de tres, dos, uno, arrancamos como alma que lleva el diablo por una empinada cuesta de cemento que a mí me ponen ya las piernas a punto. ¡Cómo me cuesta arrancar! Los primeros kilómetros en subida me resultan agónicos. Es un querer y no poder. Mi mente no ayuda mucho, quiero pararme, darme la vuelta y dejar de sufrir..., pero recuerdo que estoy allí porque quiero correr, y sé que más adelante, cuando me estabilice en mi ritmo, todo irá bien. El recorrido me va sorprendiendo por momentos, con muchos tramos nuevos que no conocía, lo que hace que disfrute como si de una carrera nueva se tratara. Lolo logra cada año darle una vuelta de tuerca al circuito, buscando como endurecer más aun la carrera.
Cruzar el pueblo abandonado de Primout, que aún conserva sus casas con la arquitectura típica, te transporta a la época en que esta región vivía su apogeo gracias a la minería. Desde aquí un divertido tramo cruzando el río en diversas ocasiones, cuyas frías aguas dejan los pies sin sentido. Como colofón, una última subida al Pico Negro. El desnivel es considerable y el terreno no muy cómodo, pero los gritos de ánimo que se escuchan desde arriba nos dan aliento. Desde la cima a meta unos kilómetros donde disfrutar corriendo a buen ritmo y llegar a Santa Cruz bajo los aplausos de toda una multitud que abarrotan el centro.
¡Que buen sabor de boca deja siempre esta carrera!