Quienes leen estos artículos, estoy segura, entenderán lo que les voy a contar. Porque cuando uno ama una actividad es capaz de disfrutarla en sus múltiples facetas. Así, el trail, a mí concretamente, me da para practicarlo (o eso que yo hago), para leer sobre él, para buscar información sobre corredores, para ver vídeos y películas, para plantearme retos solidarios… Es para mí una actividad coral en la que aplico mi curiosidad. Del mismo modo procuro hacer con muchas cuestiones de la vida que me interesan. Es el resultado de experimentar con pasión lo que uno ama. Sea lo que sea aquello que uno ama.
Así que se entenderán muy bien que para quienes nos apasiona este deporte, ir a untraining camp un fin de semana es una opción de ocio de lo más atrayente.
Los aspectos técnicos: en La Granja de San Ildefonso, un grupito de unas quince personas, hombres y mujeres (un conjunto muy paritario para mi feliz sorpresa), nos dejamos llevar por la propuesta de David López Castán, que nos facilitó disfrutar de unas salidas por el monte (por suerte para mí, con adaptaciones de nivel), y de unas charlas, más bien conversaciones, sobre diferentes temas: nutrición, fisioterapia, visión, entrenamiento y suplementación. Fue mucho más que genial, porque si algo hubo fue originalidad en los enfoques de los ponentes. No supuso para mí “más de lo mismo". Aprendí. Y aprendí porque me sorprendí. Lo contado era distinto. Los puntos de vista eran novedosos. No salí con la impresión de acabar con la misma renta que traía al llegar. Aprendí, y, mejor aún, se acrecentaron mis ganas de aprender. Así que, como alumna, como receptora, se me dio el mejor regalo que a mi entender puede dársele a alguien en esas circunstancias: una nueva semilla de curiosidad basada en planteamientos diferentes. Habrá que seguir regándola para seguir creciendo.
El otro regalo fue el humano: la gente que conocí y la felicidad que experimenté. El propio David fue un Virgilio impagable. Por su amabilidad, disposición y generosidad. Lo retrato como lo que el mundo anglosajón denomina una “easy going person". David es “de trato fácil", y todo fluye naturalmente a su lado. Y te pones a correr junto a él, y resulta que vas con un gigante del trail que te va preguntando oye, ¿qué tal? Y tú, en ese “rodaje suave", vas viendo cómo él acorta la zancada poniendo su propio ritmo bajo control. Te quiere acompañar. No apabulla. No se impacienta. Sabe estar junto a ti sin que llegues a notar, aunque la sepas, la brutal diferencia que existe entre su desempeño y el tuyo.
Con las otras personas del grupo hubo una sensación de complicidad muy auténtica desde el principio, empezando por Mar, que venía de Galicia con Chus y María, y que ya me ubicaba por estos humildes artículos (qué ilusión conocerte y compartir vida contigo), y siguiendo por Jose, Ilsa, Raúl, Sonia, Aránzazu… Todos. Juntos comiendo, riendo, preguntando, contándonos carreras, lesiones, expectativas, experiencias, frustraciones… y, en el fondo, comprendiéndonos mejor a nosotros mismos en los demás. Porque al final, muchas vivencias son universales, y quizá otro ha llegado ya a ese punto en el que por fin tiene perspectiva sobre un problema… y te la puede contar. Y quizá puedes tú acompañarle en una alegría o en una tribulación. Relacionada con el trail, por supuesto, o con la vida, ya que todos tenemos un porqué para correr, y ese por qué está en la vida. Y en el de cada uno hay luces y sombras que conviene compartir con quien te entiende. Compartir es alimentar el alma. Y también es drenarla. Y qué grupo tan humano (¿verdad, David?), se nos juntó para tan delicado fin.
Así, sobre un paisaje idílico decorado en una nieve impropia, creamos nuestra pequeña burbuja de vida en torno al trail. Y allí estaban atenuados nuestros problemas, nuestras inquietudes, y nuestros dramas de la vida cotidiana, porque allí estaba nuestra curiosidad, nuestras ganas de compartir y nuestro alimento para seguir gozando de esas cosas que convierten nuestra existencia en algo que merece la pena bajo la premisa de que son las experiencias las que nos hacen grandes, ricos y gozosos.
Yo me fui de allí más grande, más rica y más feliz.
Gracias, David López Castán, por todo. Gracias a Álvaro por la paciencia y la compañía; a JCD Fotografía por sus imágenes y por su impagable conversación, y a su maravilloso hijo Pablo por los felices ratos. Y a Vero por tenernos como en casa y por sus espectaculares judiones.