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Los tramperos de las rocosas

Sobre el dopaje y la montaña

Gobitu. Foto: UTMB.

Los tramperos de las rocosas
Los tramperos de las rocosas

Un hombre de montaña, principalmente en el siglo XIX en Estados Unidos era un cazador, un trampero y explorador que vivía en las zonas vírgenes y se valía de argucias y trampas para conseguir su objetivo.

Eran otros tiempos. Se cree que en las montañas rocosas de 1810 a 1880 había unos 3000 tramperos que arrasaban con todo cuanto había a su alcance y que no tenían ningún reparo en devastar zonas enteras por un puñado de dólares.

Parece ser que poco o nada ha cambiado a día de hoy. Bueno, quizá las zonas de hábitat se han multiplicado más bien. Últimamente nos encontramos con quizá algunos descendientes de aquellos tramperos y siguen apareciendo "hombres de montaña" pero en versión cutre.

Hace pocas fechas nos aparecía un nuevo escándalo de dopaje, esta vez de un trampero en el Ultra Trail del Mont Blanc. Otro más que se sirve de sucias argucias y esta vez no para comer ni para traficar con pieles, sino para tenderse a sí mismo la mayor de las trampas que no es otra que la mentira.

Toda una tragedia personal, toda una artimaña que consigue el efecto inversamente proporcional al que buscabas y que constata que el éxito es efímero y menos cuando te vales de la confianza de los demás.

Cualquier método con tal de conseguir un éxito efímero. El puto doping existe y cada vez más y no tenemos ningún reparo en mentirnos, mentir y degradarnos hasta límites insospechados, y me viene a la cabeza la época en que desembarcaron los soldados españoles con sus arcabuces y sus corazas y los frailes con sus cruces y escapularios y pretendían domar al indio pero lo embrutecieron. Con la avaricia de las jaurías hambrientas poseyeron y estrujaron la tierra, convirtieron a los hombres en bestias, quemaron su pasado, su dignidad y sus costumbres.

Así es como veo yo al mentiroso y la pena es que los controles son demasiado caros para llevarlos a tal efecto y no se puede hacer caer al propio hombre de la montaña del siglo XXI en su propia trampa.

Somos así, y no debemos olvidar que las montañas nos deberían transmitir otras cosas, la solidaridad, el compañerismo y el respeto cuanto menos. Me parece muy bien que se compita y que seamos competitivos pero no olvidemos que jugamos en un terreno indómito y que siempre manda él.

Somos capaces de criticar y poner en tela de juicio cualquier decisión o normativa de muchas carreras pero después aceptamos nuestra propia derrota subyugándonos como bueyes. Conquistamos los abismos con una facilidad pasmosa y mientras nos vanagloriamos de incendiar las redes sociales, somos capaces de correr campeonatos del mundo donde tienes que quitarte el dorsal para poder hacerlo o inscribirnos a carreras donde no podemos correr en ciertos tramos.

¿De verdad todo vale para subir a un podium? ¿Merece la pena castigar tu cuerpo? ¿Se debería dejar correr al trampero? Las preguntas verdaderas son aquellas que al ser formuladas no anticipan respuesta. Pero los tramperos se hacen preguntas falsas, preguntas que mantienen el tono de la interrogación, pero que no son otra cosa que herramientas de autoviolencia, hemorragias de vanidad, fórmulas disimuladas de humillación.

Acusamos al éxito de otras carreras, el fracaso de la nuestra y eso solo es una expresión de orgullo manifiesto y nos valemos de cualquier mentira para engalanar a nuestra presa y ponerle un par de kilos de más para poder venderla a mejor precio.

Como veis, los tiempos cambian y aunque en las montañas de Dakota del Sur y Montana teníamos "personajes" como Hugh Glass, hoy nos topamos con los descendientes de aquellos tramperos: los mentirosos del siglo XXI.