En artículos anteriores hemos visto el papel de los probióticos en la salud y los beneficios de su suplementación en la microbiota pero. ¿Cómo afecta el ejercicio físico y la dieta del deportista a esta microbiota intestinal? La microbiota intestinal es el conjunto de microorganismos que reside en el intestino, la cual, tiene una relación directa con un funcionamiento correcto del sistema inmunitario, con la integridad de la barrera intestinal, con la digestión y absorción de ciertos nutrientes e incluso con el sistema nervioso, influyendo en el estado de ánimo y el comportamiento. La composición de la microbiota intestinal se ve modificada por diversos factores, entre los que destacan la dieta, el medioambiente, el consumo de ciertos medicamentos, el estrés, el descanso y el ejercicio físico (1).
El ejercicio físico que realizan habitualmente los corredores es un factor extrínseco capaz de modificar la diversidad y composición de la microbiota intestinal a través de diversas acciones. Las personas físicamente activas presentan una mayor proporción de bacterias Firmicutes, las cuales se relacionan directamente con la formación de ácidos grasos de cadena corta (AGCC), especialmente con la formación de ácido butírico, compuesto que tiene un impacto beneficioso en el sistema inmunitario, en la motilidad intestinal, en la función metabólica, en la reducción del estrés oxidativo y en el balance anabolismo-catabolismo muscular. Por su parte, el ejercicio físico también tiene acciones sobre la creación de metabolitos que interaccionan en el intestino, sobre la reducción de los efectos de la disfunción de la barrera intestinal, sobre la preservación de la mucosidad intestinal y sobre la regulación positiva de producción de proteínas antimicrobianas. Además la práctica de ejercicio habitual de los corredores puede provocar una disminución de cepas que se relacionan directamente con riesgo de obesidad y trastornos metabólicos como la diabetes, la hiperlipidemia y la hipertensión, siendo así una estrategia preventiva para una gran variedad de enfermedades crónicas. Todas estas acciones tienen un efecto positivo en la microbiota, aumentando la diversidad y el equilibrio entre las comunidades bacterianas benignas (2).
La modificación beneficiosa de la microbiota intestinal tras la práctica de ejercicio físico regular en personas entrenadas ejerce a su vez una mejora en el estado de salud del deportista que repercute directamente en el aumento del rendimiento, creando así una relación simbiótica bidireccional entre microbiota y ejercicio físico. Sin embargo, se ha comprobado que los cambios positivos en las poblaciones bacterianas intestinales son reversibles si el individuo vuelve a una situación de inactividad (1 y 3).

Relación simbiótica y bidreccional entre ejercicio físico y microbiota intestinal.
Por otro lado, destacar que la dieta del deportista también es un factor muy importante para enriquecer la diversidad de la microbiota intestinal y mejorar el porcentaje de cepas benignas. La ingesta excesiva de azúcares simples y grasas saturadas se relaciona con una microbiota intestinal que favorece la inflamación, mientras que una dieta basada en productos vegetales, legumbres e hidratos de carbonos complejos mejoran los niveles de bacterias fermentadoras de fibra, aumentando así el número de cepas benignas (2). El consumo de fibra, a su vez, aumenta la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC), los cuales tienen múltiples beneficios en la salud como la regulación del metabolismo lípido a nivel hepático, el suministro de energía a las células del colon y la mejora del tránsito del intestino grueso. Además, el aumento del consumo de ácidos grasos omega-3, presentes en el pescado, conduce a un incremento de los niveles de DHA que se relaciona con niveles altos de la familia Lachnospiracea y Ruminococcacae, cepas cuya función principal es también la fermentación de fibras dietéticas (4 y 5).
Por tanto, para concluir, parece que consumir un patrón de alimentación lo más similar a la dieta mediterránea en la que abunda el consumo de verduras, frutas, frutos secos, legumbres, lácteos, hidratos de carbono complejos y pescado y se limita el consumo de carnes rojas y procedas y dulces, así como la práctica de ejercicio físico de forma regular, mejoran la composición y diversidad de la microbiota intestinal, lo que se traduce a su vez en una mejora del estado de salud y el rendimiento del deportista (4).
BIBLIOGRAFÍA
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