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Pioneros del Trail (IV): Ann Trason

La ultramaratoniana que competía con los hombres

Daniel Sanabria. Ilustraciones: César Llaguno.

Pioneros del Trail (IV): Ann Trason
Pioneros del Trail (IV): Ann Trason

En los años dorados de las 100 millas en Estados Unidos una jovencita de California logró dominar todas las carreras que disputaba. Nadie la discutía entre las féminas y a menudo se colaba en el podio de los hombres. Su nombre, Ann Trason, ya figura en los libros de historia del deporte. Así se fraguó la leyenda de la mejor corredora de montaña de todos los tiempos, ganadora de la Western States en catorce ocasiones.

Nació en agosto de 1960 en Kensington, un pueblo de la Bahía de San Francisco, y nunca tuvo condiciones naturales para correr. Eso aseguró la propia Ann Trason en una de las pocas entrevistas que en su vida ha concedido a la prensa. No es amiga de aparecer en los noticieros. Su carácter introvertido contrasta con su agresividad cuando calza las zapatillas de correr. Para muchos aficionados es la mejor atleta de la historia. Algunos la definen como una leyenda, ella le resta importancia. Dice que solo es una mujer que corrió mucho.

Muchísimo. A lo largo de 25 años esta californiana dominó por completo todas las carreras en las que participó. Fue una de las pioneras en lanzarse a correr por las sendas y los montes que rodeaban su casa. Era el año 1985 y en Europa ni siquiera se había oído hablar de algo llamado ‘trail running’. En aquella fecha participó en su primer ultramaratón de montaña, American River 50 Miles. La ganó. Por entonces ni siquiera podía imaginar todo lo que estaba por llegar en años venideros.

Con 20 años Ann Trason admiraba a Sally Ewards, una de las primeras atletas del mundo en completar un Ironman y ganadora de la Western States. “Cuando leía reportajes suyos en el periódico no podía creer que alguien fuera capaz de correr durante tanto tiempo. Me quedé absolutamente pasmada”, asegura Ann. Unos años después sería ella la protagonista de esos artículos que circulaban por las manos de quienes sembraron la semilla de la ultraresistencia en Estados Unidos.

Fue a la Universidad y se convirtió en bióloga. Más tarde se especializó en bioquímica y empezó a trabajar en un laboratorio, a 14 kilómetros de su casa, una distancia que Ann hacía corriendo cada mañana. Descubrió que sus piernas cada vez se encontraban mejor, hasta que decidió también regresar a casa corriendo. Sus 18 millas diarias para ir y volver del laboratorio empezaron a curtir su futuro como atleta de resistencia. Se acostumbró tanto a correr a diario que los días festivos salía a hacer 30 o 40 millas sin necesidad de dirigirse a ningún sitio. Siendo todavía una veinteañera acumulaba en sus piernas más kilómetros que muchos atletas de su país que se preparaban para ir a las Olimpiadas.

Una heroína en zapatillas

“Ann era un poco baja, un poco delgada, un poco invisible detrás de sus mechones castaños. Apenas pasa el metro cincuenta”. Así habla de ella Mc Dougall en el libro Nacidos para Correr, un best-seller que cuenta una fantástica carrera de la que Ann formó parte junto a algunos de los mejores ultracorredores americanos y los atletas tarahumara de las Barrancas de Urique. En aquellos tiempos la bióloga promediaba seis ultramaratones al año y ganó 20 carreras. “Su capacidad de recuperación era propia de un superhéroe”, dijo Mc Dougall.

Para Ann Trason correr tantas millas por la montaña era algo “romántico”. Fue el apelativo que ella mismo utilizó para explicar por qué se perdía horas y horas a través de sendas y bosques buscando únicamente terminar con la espalda mojada. Lo que ella hacía no era solo correr, era buscar la sintonía con su cuerpo. Así, llegó el momento en el que la atleta californiana decidió inscribirse en una carrera. Le dijeron que fuera al Maratón de Los Ángeles, pero dar vueltas entre aquellos gigantes de hormigón y asfalto le produciría la misma sensación que un hámster en su ruedilla. Lo rechazó y al final optó por la American River 50 Miles, una carrera de caballos sin caballos, como tantas otras en Estados Unidos. Un trazado salvaje, abrupto, empinado, peligroso. Su debut fue desastroso. Las temperaturas aquel día superaron los 40 grados y Ann se deshidrató. Pero logró rehacerse y venció tras poco más de siete horas de carrera.

Fue la primera victoria de una etapa que duró más de veinte años y donde se impuso en casi todas las competiciones que disputó. Alcanzó una resistencia tan alta que se clasificó para las eliminatorias de los Juegos Olímpicos en maratón. En aquellos años corrió a un ritmo de 6:44/milla durante 62 millas para ganar el título World Ultra. Después venció en la Western States y en Leadville. Todo el mismo mes. Ann estaba empezando a escribir su propia leyenda.

Western States 100, su primera gran victoria

A finales de los ochenta, cuando todavía no había cumplido los treinta, Ann Trason decidió que estaba preparada para competir en una de las grandes. Debía afrontar las cien millas, y el escenario elegido fue la Western States, una prueba legendaria en Estados Unidos que se disputa desde 1955 a caballo y desde 1977 a pie. Su presencia creó enormes expectativas, pero las cosas no fueron como Ann hubiese querido. Una lesión en su rodilla impidió que llegara a la meta, marchándose a casa decepcionada y encolerizada. Al año siguiente trató de sacarse la espina, pero esta vez la deshidratación –otra vez– volvió a impedir que completara el recorrido.

Fueron dos años difíciles para la joven Ann, que ya vivía obsesionada con vencer en la Western. Por fin lo consiguió en 1989. Fue la primera vez de las catorce que logró subir a lo más alto del podio en las montañas rocosas, una marca que a buen seguro ninguna corredora volverá a conseguir jamás. Su mejor tiempo data de la edición de 1994, cuando desplegando todo su poderío logró parar el crono en 17 horas y 37 minutos, una marca que nadie batiría durante dieciocho años (lo hizo Ellie Greenwood, quien llegó a meta en menos de 17 horas en el año 2012).

Ann se convirtió en la corredora más temida del país. La temían incluso los hombres, con quien la bióloga se disputó muchas de las victorias de la Western. No se conformaba solo con ganar a las chicas, quería ser la primera de todos. Y a punto estuvo de conseguirlo en varias ocasiones. De sus 14 victorias en Squaw Valley en dos de ellas fue segunda clasificada absoluta y en tres ocasiones tercera. Estuvo trece veces en el top 10 de la clasificación general.

Cuando más cerca estuvo de la victoria fue en el año 1995. En aquella edición Ann Trason y Tim Twietmeyer se presentaban como los dos grandes favoritos al triunfo. Nadie dudaba de que serían los vencedores. La carrera transcurría según lo previsto hasta que en la milla 85 la joven californiana apareció ante los ojos de Tim. Era segunda de la general y al alcance tenía al líder absoluto. Ante sí tenía la posibilidad de ganar la Western a los hombres de una vez por todas. Ann corrió con todas sus fuerzas y lo intentó hasta el final, persiguiendo el sueño que tanto había rondado por su cabeza, pero no pudo superar a Twietmeyer por apenas unos minutos. En la línea de meta, Ann contaba entre sonrisas la anécdota: “Cuando Tim me vio aparecer a 15 millas del final se le pusieron los ojos como platos. Nunca le hubiera ganado, pero conseguí darle un buen susto”.

Recordwoman de profesión

En cada carrera que disputaba, Ann Trason imponía su tiranía. Se hizo con numerosos récords en pruebas americanas como la American River 50 Miles, la Wasatch Front 100 o la propia Leadville 100, de la que aún es poseedora de la mejor marca femenina gracias a su crono de 18 horas y 6 minutos en el año 1994. En el recuerdo de los aficionados también está la proeza que logró en 1996 y 1997, cuando logró vencer en la carrera africana del Comrades y a las dos semanas en la Western States. Dos ultramaratones en distintos continentes y separadas tan solo por once días. Un hito solo al alcance de una atleta como Ann. En su palmarés de los noventa también aparecen numerosos récords en carretera, como los de las 40, 50 y 100 millas y los de 100 kilómetros. Era una auténtica trituradora de tiempos.

Cuando cumplió los 44 años Ann llevaba cientos de miles de kilómetros en sus piernas y arrastraba molestias de antiguas lesiones en el ligamento cruzado. Pensó que era el momento adecuado para poner fin a su participación en ultramaratones, pero siguió ligada a la comunidad organizando la Dick Collins Firetrails 50 Miles, de la que fue directora de carrera hasta el año 2010. “Dick Collins fue mi mentor. Él representaba lo que el trail running era para mí”, comentó la bióloga años después. También participó como voluntaria en algunas carreras de la Bahía de San Francisco.

Con las zapatillas aparcadas definitivamente, Ann se compró una bicicleta. Durante los últimos diez años no ha parado de dar pedaladas y para su cincuenta cumpleaños se regaló algo muy especial: cruzar América en bici. “Quería hacer algo diferente y que supusiera un desafío para mí, salir de mi zona de confort”, espetó. Aunque disfruta igualmente devorando kilómetros sobre dos ruedas, Ann confiesa que no es lo mismo. Echa de menos la cercanía y la conexión que se produce entre los corredores.

Construyendo futuros trailrunners

A día de hoy Ann Trason es entrenadora de corredores de montaña. Su servicio puede contratarse on line a través de una página web que lleva su propio nombre. Asegura que lo hace porque es la manera de devolver a la comunidad del ultramaratón todo lo que le dio durante la vida. Una contribución. Aunque ejerce con gusto ayudando a los demás, su alma le pide estar ahí sobre el terreno, con las zapatillas puestas y el dorsal en el pecho. Tal vez por eso después de diez años sin hacerlo Ann volvió a correr una prueba de 100 millas. Fue la Idaho Mountain Trail Ultra Festival 100 Miles en su edición de 2013. Tardó más de 33 horas en completarla, pero se encontraba feliz: “Estaba en el peor momento de forma de mi vida, pero volver a correr fue mi mejor marca. No pensaba que sería capaz de hacer las cien millas otra vez”.