Cultura Trail

Nanny, por Irene de Haro

Irene de Haro dedica su última entrada a Nanny, la eterna voluntaria que va uno encontrándose por todas las carreras de trail running

3 minutos

Nanny, por Irene de Haro. Fotografía Diego Winitzky

El otro día leía una frase que me hizo pensar bastante. Dice así: “siembra: pero olvídate de la cosecha”.

En el contexto (no sé si es suya, pero la conocí de la mano de la gran psicóloga y comunicadora Patricia Ramírez, a la que debo tanto), se refería al concepto de “dar sin esperar recibir”.

En términos generales compro la frase para mí. Y sin entrar en honduras, no negaré cierta estupefacción cuando se abre la mano con un presente y observas a otro (así en genérico) “arramblar” con lo ofrecido, tomarlo de un puñado y tirar, como quien “se lo merece todo”. Sí: ese grueso dentro del ser humano que cree ser merecedor de todo, y que ni por un segundo mira alrededor con gratitud. Ni por un momento detiene su marcha para emitir la que, a mi entender es (o debería ser) la palabra más importante del vocabulario emocional de cualquier persona: gracias.

Siembra: pero olvídate de la cosecha. La hago mía para aceptar ese “dar por hecho” que veo en otros. Como decía aquel: “fútbol es fútbol”. Pero rechazo de plano hacerla mía en lo concerniente a la actitud en sí. Cuánto agradezco yo a la vida hasta el rayo de sol que entra por mi ventana durante el confinamiento, bien lo saben los que me conocen. Nunca doy por hecho nada. Me sorprende. Me encandila y me conmueve cualquier detalle que me recuerda la maravilla de la vida.

Nanny. Chito

Son muchos esos rayos de sol. Pero hoy voy a centrarme en Nanny. Voy a contarles que Nanny es esa eterna voluntaria que va uno encontrándose por todas las carreras de trail running. En Andalucía casi que resulta raro no verla en algún arco de meta. Y a veces, allá por el quinto pino, aún te la encuentras. Me imagino que ustedes tendrán en sus zonas referentes así. Nanny es la persona vas viendo en los distintos avituallamientos, porque ella está siempre involucrada con la organización. Y te ofrece cosas: que si membrillo, que si queso, que si frutos secos. Te saca los bidones. Te los llena de agua. Te coge la cara con sus dos manos y te planta un beso en mitad de tu mejilla sudorosa y en avanzado estado de descomposición.

¿Cómo no voy a parar un momento para mirarla y para verla? ¿Cómo no voy a devolverle parte de su cosecha? ¿Cómo no voy a decirle que la quiero, y que su calor ha sido clave en momentos importantes de mi vida?

Nanny te sonríe desde sus gafas, desde sus ojos claros. Te sonríe con sonrisa de boca y ojos. Con corazón. Ella es voluntaria para solucionar problemas. Para paliar escaseces. Para agilizar procesos. Y para “apapachar” el pecho de esos tontos que somos los runners y que nos dedicamos a someternos al castigo de nuestro cuerpo bajo el sol, bajo la lluvia, a través del frío, de la noche o del cristal cortante del aire helado. Y ella vive exactamente esos mismos elementos: allí, en parado, bajo una carpa, te espera. Se conmueve al verte llegar, y llora contigo. Llora de lo que haga falta. Llora de pena. Llora de alegría. Llora en arcoíris cuando se mezclan las lágrimas y las risas. Y siempre, siempre, siempre, tiene una mano tendida para dártela, para lo que en el momento se precise. Una mano para mí, que el día que esperaba a mi futuro esposo en el arco de meta de Bandoleros allí estaba conmovida y palpitante; para mí, que el día que acabé la Maratón de Sierra Nevada me abrazaba y me felicitaba, y me animaba a seguir sacando mi bandera de “Dona Médula” allá donde yo fuere; para mí, cuando anima a todo el mundo a comprar mi libro, cuando se lo lee con ternura y lo comenta… Para mí, cuando entro a verla en su puesto de trabajo, y me asomo como un simple soplo, con el único objetivo de abrazarme a esa mujer que me da paz y que me hace bien.

Nanny. Diego Winitzky

Y para otros: para Ñusi, con sus brutales retos solidarios; para Jorge Abarca, que continúa su carrera contra la ELA; para Antonio Vélez, que se nos perdió en la noche y que sigue tan presente; para Silvia, que es otro corazón andante para curarnos a todos; para tantos… Para tantos está allí Nanny, con su sonrisa, con sus gafas pequeñas, con sus ojos claros, y con el corazón más ancho que imaginarse pudiera. ¿Cómo no voy a parar un momento para mirarla y para verla? ¿Cómo no voy a devolverle parte de su cosecha? ¿Cómo no voy a decirle que la quiero, y que su calor ha sido clave en momentos importantes de mi vida?

Los que me conocen, saben que la palabra es para mí un modo de amar. Los que me conocen, reciben a menudo mis palabras: un simple lazo a través del cual tengo la esperanza de que comprendan cuánto los valoro y cuánto sé yo que nada de lo que me ofrecen merece olvido.

Nanny, sigue sembrando. Tendrás en mí un hortelano fiel que siempre comerá contigo el fruto de tu incuantificable cariño.

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