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El Camino de Santiago: el ultra más antiguo del mundo

Luís Manuel Teira nos presenta próloGO! Project

Luís Teira

El Camino de Santiago: el ultra más antiguo del mundo
El Camino de Santiago: el ultra más antiguo del mundo

4.30 de la mañana, noche cerrada en Ferrol y me arranco a correr el Camino inglés, la más corta de las rutas de peregrinación a Santiago de Compostela. 120 kilómetros hasta el Obradoiro, siguiendo los pasos que desde hace al menos siete siglos han usado británicos y escandinavos para presentarse ante el Apóstol Santiago. En teoría, cinco etapas desde la ría de Ferrol hasta el corazón de Galicia. Yo me he marcado que el límite sea el anochecer de este soleado 28 de noviembre de 2015. Llamadme Luís Teira. Veintiocho años, abogado compostelano, residente en Madrid y este año he llegado a meta en la G2H de Ehunmilak, en el ultra de DesafíOSOmiedo y en Ultrapirineu. 

¿Por qué esta locura del Camino inglés en una jornada, que en términos ultreros acabará acumulando unos dignos 3.000 metros de desnivel positivo? Ha sido mi primer reto dentro de próloGO! Project: la idea de un grupo de amigos madrileños y gallegos de hacer que nuestra pasión por el trail, la BTT o el triatlón sirva para difundir y recaudar fondos en favor de asociaciones benéficas. Cada dos o tres meses lanzaremos desafíos, animando a nuestros seguidores a ayudar a cambio de nuestro sudor. En enero, nuevos retos en www.facebook.com/prologoproject.

No llevaba ni dos horas en ruta cuando entendí lo difícil que sería la aventura. Me perdí. Aunque el Camino de Santiago está señalizado con sus flechas y conchas amarillas, en plena madrugada eché de menos esas balizas reflectantes que tan cómodamente me guiaron en los últimos kilómetros de Somiedo, o en la nebulosa noche guipuzcoana de la G2H. Diez kilómetros extra, imposible llegar a Santiago con luz del día.

Asumiendo que la mala suerte de la jornada ya había sucedido, tocaba disfrutar de la ruta. El primer maratón discurre, hasta Betanzos, constantemente al filo de la Ría de Ferrol. El rumor del Atlántico entrando en Galicia, cruzando constantemente pueblos y bosques de pinos y eucaliptos, es una manera muy recomendable de amanecer. 


El segundo maratón del día sería muy distinto. Entrada en tierra firme. Desde el nivel del mar hasta 465 metros, con constantes subidas y bajadas entre bosques, cada vez más vacas y muchas viñas. No en vano, en tierras de Betanzos, además de la mejor tortilla de patata de Galicia, se hacen unos licores de categoría. No probé a intercalarlos con las bebidas isotónicas, agua y café que me ayudaron a superar los tramos más difíciles. Estos ensayos, ya sabéis, mejor entrenando que en el día decisivo. Algo antes de finalizar este tramo, se sumó mi señor padre al paseo.

Llegada a Hospital de Bruma, cuyo pintoresco albergue se edifica sobre el antiguo Hospital de Peregrinos, ¡fundado el año 1140! Un par de pájaras, el despiste ya contado y un par de paradas de avituallamiento después, nos plantamos en el kilómetro 87 de la jornada con más de once horas en las patas… ¡Y queda un maratón entero!

Tirada, en compañía de mi padre, hasta el último pueblo previo a Santiago, Sigüeiro. Tramo de monte, plano, con mucho silencio e infinitas rectas de pista forestal. Reencontrando sensaciones, casi sin darnos cuenta, y llegada a Sigüeiro. Ya quedan menos de veinte kilómetros. Llegué muy tocado, pero allí daría relevo a mi padre Adrián, un colega santiagués que me llevaría en volandas hasta la Catedral. Pisamos la plaza del Obradoiro a las ocho y media de la tarde, con los flequillos en perfecto estado tras un viaje increíble por el camino. En total, 130 kilómetros en menos de dieciséis horas. Un peregrino más que, como todos, se ha plantado ante el Apóstol con su peculiar motivo. El mío: hacer que mis ultras sirvan como ejemplo de que nada es imposible, si se pone la pasión y el esfuerzo necesario. ¡Que nunca nos falte la pasión!