Fue el 8 de junio del año 2000. Dani Nafría (29 años, Valldoreix) no olvidará nunca aquel día. Era un crío. Tenía 11 años. Y como tantos muchachos de su edad, una pasión descontrolada por el fútbol. Llevar aparatos en las piernas desde bien niño no le impidió nunca perseguir y chutar la pelota. Tampoco salir de excursión. Por eso cuando sus padres trataron de explicarle que la única solución a su problema era la amputación, se declaró en rebeldía. “A mi nadie me toca la pierna", les dijo. Su preocupación no era quedarse sin ella. Era no poder jugar al fútbol.
Y es que a Dani jamás le han sabido explicar por qué desde nacimiento sufría algo llamado neurofibromatosis osea. Le afectaba a los tejidos de la tibia y el peroné, y aunque le insertaron dos tornillos para intentar salvar la pierna y reconducir la situación, el remedio no resultó. “Ya me dijeron que esto iba de mal en peor y que o cortábamos o la cosa se iba a poner muy fea —explica—. Fueron muy transparentes conmigo y me explicaron todo el proceso: sabía el día y la hora exacta de la cirugía, lo que me iban a hacer y cómo iban a hacérmelo". Una vez fuera del quirófano Dani trabajó a conciencia cada día para volver a andar. Porque solo así podría volver a jugar al fútbol. “Me operaron en junio y solo un mes después empecé a caminar con la prótesis provisional. Ya en agosto daba pasos sin bastón y a mediados de septiembre regreso al colegio y consigo trotar un poco detrás del balón", recuerda con absoluta claridad. Como los grandes ases del balón, Dani Nafría es zurdo. Y por caprichos del destino, su enfermedad apareció en la pierna izquierda. Tras la amputación lo lógico es que la derecha pasara a ser la buena y se convirtiera en su pierna dominante. Pero no. No quiso renunciar a su condición de zurdo y tras la cirugía empezó otra vez de cero. Donde antes tenía un pie para controlar el balón ahora tenía una prótesis. “La idea era recuperar el tacto, controlar una pelota que no siento", detalla. Y lo consigue.
EL DEPORTE SIN BALÓN
Afincado en Valldoreix (Barcelona) y de familia humilde —como él mismo describe en su página web—, Dani Nafría confiesa que no puede vivir sin deporte. En el año 2007 renunció a una beca para el CAR de Sant Cugat. Años más tarde se arrepentiría. Pero en el triatlón encontró una segunda oportunidad. “Y entonces me dije: ahora, si es posible, no la cagues". Y no. No la cagó. Aprovechó la ocasión que se le presentó cuando un día recibe en su teléfono la llamada de Dani Molina, triatleta paralímpico con varios podios mundiales. Le comenta que se va a comprar una pala de correr nueva y le ofrece la suya a un precio muy bueno. “Fue muy sincero y me dijo que aunque su prótesis tenía ya sus kilómetros me la podía dejar barata, una ganga teniendo en cuenta lo que valen este tipo de aparatos", dice. Se lo preguntamos por curiosidad. “Pues una nueva fácil 6.000 o 7.000 euros, aunque esto es como las bicicletas, también depende de los componentes", nos dice con un humor que no pierde en ningún momento de la entrevista. Y continua: “Pero claro, su prótesis tenía una medida y un peso que tenía que ser compatible conmigo. Yo la analizo con el ortopeda y creemos que puede ir bien. Al final acepto la propuesta, me la envía y le hago la transferencia. Así que llevo en la pierna una prótesis subcampeona del mundo", comenta entre carcajadas el deportista catalán. Y es cierto: fue con la que Dani Molina logró la plata en los Mundiales de Auckland del año 2012.
Es paradójico como una persona con la pierna amputada encuentra su lugar en una disciplina que requiere de tres deportes. Dos brazos, una pierna y dos prótesis para nadar, correr y rodar en bici. Y lo que es más difícil, para pasar de una a otra en plena competición, venciendo a la adrenalina. “Es así de sencillo: el segmento de natación lo hago sin nada. La prótesis de correr la tenemos en el pre-box de la T1. Salimos del agua, llegamos, la montamos y vamos corriendo hasta la bici. Ahí nos quitamos la pala de correr y nos ponemos la prótesis de bici. Hacemos segmento bici. Bajamos. Montas otra vez prótesis de correr y haces la parte de carrera hasta la meta".
Poco más de un año después de conseguir su pala de correr, a Dani le colocan el Campeonato de España de Triatlón Paralímpico cerca de casa. Decide ir. Apenas son dos horas en coche, no necesita invertir en alojamiento y el único gasto es el dorsal. Se motiva y se entera de que los tres primeros de su categoría (TRI-5) tienen pasaporte al Mundial Paralímpico de Londres. “Fui tercero y conseguí el viaje, aunque las cosas no eran tan bonitas como nos las habían pintado. Necesité apoyo de patrocinadores y amigos para ir al mundial, pero al final pude estar". Con cierto nivel para estar en competiciones internacionales, Dani empieza a soñar con los Juegos Paralímpicos de Río 2016. La pala funciona bien y aguanta mucho más de lo esperado. Pero la ilusión es prácticamente efímera. Un inesperado cambio en el reglamento anulaba por completo sus posibilidades. Y tampoco era cuestión de forzar más, pues tiene muy claras las prioridades de su vida. “Familia, amigos, trabajo y deporte". En ese orden.
CUENTAS PENDIENTES
Lo de correr en la montaña se lo debe en parte a Juanjo López, atleta valenciano con una pierna amputada pionero en esta materia. Se puso en contacto con él y tras unos consejos Dani decidió echarse al monte. Su primera prueba fue de 14 kilómetros. Después llegaría una media maratón y en el 2015 completa un maratón en Collserola. “El año pasado fui a la Blue Trail Maratón, en Tenerife, pero me quedé fuera del tiempo de corte en el kilómetro 25", nos dice. Como buen deportista, aceptó que los jueces le eliminasen de carrera y Dani les entregó su dorsal y su chip.
Miles de veces le han preguntado por lo que se siente al correr con una prótesis en la pierna. Por sus miedos y sus preocupaciones. Y nosotros no somos mucho más originales. “Sí, cuando corro voy con la incertidumbre de lo que pueda ocurrirle a la pala. Mi idea inicial era hacer mucho ruido en las redes sociales durante el primer año para que cuando rompiera alguien quisiera ayudarme a comprar una nueva. Y mira, aún la conservo. Es de fibra de carbono, por lo que no se puede partir en dos, así que me aseguro no pegarme el ostión de mi vida. Eso sí, un susto bueno me voy a llevar", explica.
Deseando que ese día quede lejos en el tiempo, esta semana regresa a Tenerife para completar ese maratón que se quedó a medias. También señala en rojo una prueba de 56 km, la más larga que jamás se ha planteado. Y, entre tanto, va charlando con Juanjo para descubrir nuevos trucos y ganar estabilidad en las bajadas con su prótesis subcampeona del mundo.