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Una de miedo, por Dakota Jones

“Mi miedo más grande es a la jaula"

Dakota Jones. Foto: Martina Valmassoi.

Una de miedo, por Dakota Jones
Una de miedo, por Dakota Jones

A veces, después de ir al fisio y que me haya puesto agujas en los músculos, se desata un fuego a mi alrededor. Sé que las agujas están en mi pierna para curarme la lesión que me he producido corriendo, pero me obligan a estar totalmente inmóvil. Cualquier movimiento me resulta muy doloroso, así que pienso que lo peor sería que hubiera un fuego y tuviera que correr. Sé que este miedo es absurdo y, sin embargo, lo tengo. El resultado final de esto es que después de ir al fisio, siempre me siento vulnerable.

Quizá esto puede parecer estúpido, pero me gustaría que por un momento pensarais en el dolor de correr con agujas en la pierna tocándote los huesos. ¡Qué agonía! No soy la única persona del mundo con miedos irrazonables, algunas tienen miedo de las alturas, otras a los espacios reducidos,  y otras tienen pánico a las serpientes. Soy un tipo completamente normal, y tal vez más valiente que la mayoría. No me dan miedo las agujas en sí mismas, sino la posibilidad de que se rompan en mis huesos.

Ok, de acuerdo, en realidad no soy tan normal. Las personas normales no acostumbran a correr más de tres horas cada día. Las personas normales no comen geles y barritas de energía en grandes cantidades. Las personas normales no sueñan acerca de cómo sería posible conectar todos los picos de una cadena montañosa sin parar. No soy normal, lo reconozco, pero tampoco soy tan raro. Hay una comunidad de extraños como yo que disfrutan haciendo cosas como yo hago... de hecho, hay tantos de estos que podría llegar a creer que soy un tipo normal.

A veces la realidad nos golpea duramente. Mientras estaba entrenando hace ya más de ocho meses, algo cambió en mi pie. No pensé mucho en ello inmediatamente, ni siquiera los primeros días, pero después de un mes y una competición, ya no podía seguir ignorando el dolor. Estaba lesionado. Paré de correr durante seis semanas.

Seis semanas es un periodo eterno cuando es imposible correr. Mi problema fue que no paré del todo, seguía escalando paredes, caminando por las montañas y bailando por las noches en las fiestas…  Como ejemplo: en una semana hice 1.500 kilómetros en bicicleta. Yo pensaba que mi pie descansaba así, pero únicamente lo que estaba haciendo era no correr. Así era imposible que mi pie se curara.

Lo que siguió no se puede calificar de sorpresa: tras seis semanas sin correr, de nuevo me puse las zapatillas y en menos de una semana, tuve que parar de nuevo. El dolor persistía de forma insoportable.

Y aquí es dónde está el corazón del asunto. Es normal, y casi cómico, tener miedo de agujas o de serpientes. Los verdaderos miedos son mucho más profundos. Los miedos a la muerte, a la soledad, estos son miedos del alma y duelen mucho más. Para mí, el movimiento está en mi alma, forma parte de quién soy. No poder moverme es como no poder vivir. Mi miedo más grande es a la jaula.

Me considero una persona muy afortunada porque puedo correr mucho. Gracias a ello he podido descubrir un millón de lugares fantásticos y mágicos por todo el mundo. Pero a veces voy demasiado lejos y entonces tengo que parar. Aguantar esto es más difícil que soportar el dolor físico y el agotamiento corriendo. Pero, como todos los momentos difíciles, estoy seguro de que esto me hará más fuerte, porque siendo capaz de aceptar esta coyuntura, podré crecer un poco más. A veces pienso que preferiría ser un niño para poder correr todo el rato, pero tengo que ser capaz de aceptar la situación y aprender de mis luchas.