David ya es mi amigo. Vamos, eso creo yo, porque nos hemos contado cosas a la altura de lo que yo considero que es propio de una amistad. Somos también compañeros de trabajo. Ejercemos de tutores de dos grupos de cuarto. Compartimos sesiones en las que organizamos, proponemos, intercambiamos, o nos contamos nuestras miserias y alegrías de docentes…
Un día en una reunión, David nos habló del trasplante de médula. Proponía dar una charla al respecto. Nos explicó el asunto. Con precisión quirúrgica. Quién podía donar. Qué implicaba. Qué pasaba cuando un donante se echaba atrás. Nos contó que si eras donante y te llamaban, era porque habían cotejado los datos de todos los donantes del mundo con los de la persona que necesitaba el tejido. Que por compatibilidad, tú eras la única opción para ella. Que si te asustabas, que si te echabas atrás, digamos por incomodidad, por falta de tiempo, por falta de compromiso, simplemente la persona que cifraba todas sus esperanzas en tu médula, de no encontrar otro donante compatible, moriría.
David nos proponía hacer llegar a los chavales de todo el instituto el drama que se produce cuando tu diagnóstico es tan delicado. A los más mayores, se les puede concienciar de la importancia de donar. Que esté en su horizonte para cuando tengan la edad de hacerlo. Porque hacerse donante es un acto que consideramos generoso. Pero debería, sin embargo, ser obligatorio. Su valor es incalculable, y su coste es una mera incomodidad que todos tendríamos que estar dispuestos a asumir. David te mira muy fijo cuando habla, y de un modo difuso sonríe con los ojos. No por elección. Es su gesto natural. Sonrisa franca. Durante aquella conversación me atreví a ser impertinente. Le pregunté, porque no se sabe tanto de algo así si no eres médico. O si no te ha tocado muy de cerca.
A la familia de David hace unos meses que le falta un miembro. Les falta Manuel. Habría cumplido 9 años el 25 de marzo. David me lo dijo. Hoy es su cumple. Me dijo. Su dolor se escapaba en la sonrisa de sus ojos. Yo no le supe contestar. Yo no le supe aliviar. Aprieta uno un brazo y es hasta el corazón hasta donde querrías hacer llegar tu calor. Pero es vano. Porque Manuel no está. Y porque el transcurso de los días sigue.
La enfermedad es una bicoca. Es parte de la vida. La vida no respeta patrones de justicia. No respeta que Manuel fuera un niño. Que fuera feliz. Que fuera bueno. Y que fuera tan capaz de sonreír hasta en el hoyo profundo del dolor. La vida nos regala su incertidumbre, esa es una parte que hay que asumir. Miramos sus desfalcos en los demás, y en parte los sentimos como ajenos. Como la ELA de mi amigo Jorge. Como la leucemia de Manuel. Lo escuchamos, nos conmovemos. Seguimos. Yo me quedo anclada a las historias así. Porque hay una parte de mí que vuelve una y otra vez a lo que no comprende. Yo acepto las desavenencias de lo que significa existir. Pero he aquí donde mi razón siempre se escolla: siempre he creído que incluso en la tiniebla algo se puede hacer.
Siempre he creído que parte de muchos problemas está en que no los sentimos como propios. Pero, amigo, que el ELA de Jorge exista, que la leucemia de Manuel haya existido, es también mi responsabilidad. Porque no se investiga. Porque no hay fondos. Porque los responsables directos miran para otro lado. Porque usted y yo lo damos por perdido, y dejamos hacer sin exigencias. Porque miramos Netflix, o Facebook o Instagram y vamos a la deriva en la anestesia constante de olvidar que pertenecemos a la raza humana, y que deberíamos conmocionarnos, no ante lo ineluctable, sino ante las cosas que sí tienen solución posible pero que se dejan estar porque la vida es así. Es cierto que la gente enferma y muere. Pero oiga, que sea por la naturaleza misma de la vida. No porque los esfuerzos que hay que hacer para que esto no ocurra estén dormidos en el cajón de lo secundario, tras otras prioridades solemnes de nuestras instituciones, en forma de fondos de uso espurio.
Yo quiero darle sentido a mi vida. Y siento mi vida llena de batallas que merece la pena luchar. No soy un ejemplo de nada, pero estoy convencida del valor que tiene el compromiso, la mano tendida, la fuerza de entender qué es justo y qué no. En las últimas jornadas, David ha estado pendiente de mí. Resulta que una infección de garganta me ha llevado 15 días cabales de antibióticos, con su bajada de defensas y su herpes zóster, todo bonico y floreciente, en la zona de la barbilla. Estoy muy herposa, le dije, y él se rio con una carcajada. Me fue preguntando y en un momento dado, cuando en la sala de profes no había nadie más le conté lo chunga que me sentía, y, decía yo, al no soler ponerme mala, esto es una tortura. No sé cómo en ese momento estuve tan lenta como para no cerrar la boca y hacerme cargo de la tontería solemne en la que estaba varada. Esta miseria cotidiana del lamento en la que nos sentimos con derecho a caer. Perdóname, David, por colgar mi queja precisamente sobre ti, que estás tan en pie y tan decidido a seguir dando tus esfuerzos, tan a pesar de todo.
En esta vida que a los dos nos ha tocado, resulta que David y yo hemos coincidido. Y que tengo la suerte de que quiera contar conmigo. Tanto él como su familia, forman parte de una serie de iniciativas cuyo fin es visibilizar la necesidad de donar médula y la recogida de fondos para investigar contra el cáncer infantil. La hermosa convocatoria parte del Club de Orientación Veleta, que por segundo año consecutivo organiza una carrera de orientación bajo la denominación “Orientados hasta la Médula". David Me invitó a que mi marido y yo participáramos en ella. Nos pedía que participáramos y que, sobre todo, lo contáramos, para formar parte este proyecto, y de algún modo, de su familia. Lo iremos haciendo llegar, por aquí, por redes, por nuestro canal de YouTube (Pablo Castillo) y haremos por Manuel lo que será mi gran reto del año: mi participación en la Maratón de Zegama, que coincide en fecha con el mencionado evento (2 de junio).
Di tú que no llevo trazas de que mi estado de forma vaya a ser óptimo. Pero daré lo mejor de mí. Y a partir de hoy cada entreno será para el pequeño Manuel. Mi corazón latirá solo por ti. Solo por ti, Manuel querido, que tanto sentido das a nuestras vidas y a actos tan vanos como poner una pie delante de otro para llegar a una meta. Esta Zegama, y cada paso que dé hasta llegar a ella, van por ti.
Podéis seguir la iniciativa en: https://www.facebook.com/orientadoshastalamedula/ La carrera que organiza el Club de Orientación Veleta, “Orientados hasta la Médula", tendrá lugar en el municipio de Atarfe, Granada el próximo 2 de junio.