Adiós a la fiesta: “Así que salía solo los sábados, pero entonces empezamos a correr también los domingos, y como no me quería sentir mal mientras corría, básicamente dejé de salir del todo. La recompensa, las endorfinas; eran fantásticas y empecé a darme cuenta de que quizás tuviera un lugar en aquel mundo. Estaba consiguiendo cosas y lo hacía bien. Era fantástico no despertarse con resaca cada domingo”.
Entrenamiento: “Levaba una mochila que pesaba 10 kilos, y vestía dos o tres chaquetas para simular las condiciones que tendría que soportar en el desierto de Gobi. Recuerda que se trataba de carrera autosuficiente y yo tendría que llevar toda mi comida y el equipo a cuestas durante todas las etapas de la carrera”.
Olor: “La Gobi March no es un evento para atraer al sexo opuesto. Especialmente el último día. Estoy convencido de que olía bastante mal después del tercer y el cuarto día, pero te vas acostumbrando y al final no te das cuenta. Sin embargo, el Día6, ni siquiera puedes escapar a tu propio olor”.
Cómo vivir de esto: “Las preguntas que más me hacían cuando pretendían hacerse los graciosos eran: “¿Por qué narices lo haces?”, y “¿De qué huyes, tío?”. Pero también estaban encantados conmigo y a mi jefe, Mike Vietri, el director y fundador de Faircape, le encantó que yo mencionara la compañía en algunas de las entrevistas que me hicieron. Entonces fue cuando empezó a formarse el germen de una idea en mi mente”.
Presión: “Era evidente que en esta carrera había mucha más presión. Ahora era uno de los favoritos y era consciente de que estaba en el punto de mira de muchos competidores. También tenía un patrocinador, y necesitaban ver que recibían alguna clase de recompensa a cambio de su inversión. Luego estaba esa etiqueta de estrella fugaz bajo la que me habían enterrado en algunas zonas de mi país”.
Jungle Marathon: “Antes de que empezara la carrera, los militares brasileños nos impartieron un breve curso sobre supervivencia y nos señalaron todos los elementos peligrosos de la jungla, que resultaron ser la mayoría. Incluso los árboles. Si tocas el árbol equivocado, puedes acabar muerto”.
Soledad: “Durante los dos años anteriores había dedicado tanta energía a mi carrera –entrenar, intentar construirme una imagen pública, las tareas diarias de contestar correos electrónicos, etcétera-, que en mi vida no había espacio para nadie más. Está claro que tenía a mi familia y mis amigos, pero no es exactamente lo mismo y durante aquellos diez días que pasé en las montañas, y por primera vez en mi vida, empecé a sentir una profunda soledad”.
No solo ganar: “No todo se reduce a ganar. Evidentemente, yo quería hacerlo bien y la voluntad de ser el primero en cruzar la meta era una motivación para mis éxitos, pero siempre había tenida la necesidad de probar experiencias nuevas. Durante los dos años anteriores, me había dado cuenta de lo mucho que había mejorado como corredor y quería seguir evolucionando, como atleta y como persona”.
Sobre Kilian Jornet: “A Kilian no le gusta presumir. Tiene muchísimo talento –casi abrumador por lo que respecta a correr por las montañas-, pero no es ningún ególatra. Las montañas son un patio de juegos, y creo que sólo se está divirtiendo. También es un tipo bastante espiritual, y en realidad se para a enseñarte una flor o a hacer una fotografía del amanecer porque siente la sincera necesidad de compartir sus experiencias con el mundo. Aun así, es un competidor feroz y creo que hay una pequeña parte de él que sabe que nos está manipulando a todos. Y tengo que decir que lo admiro mucho por ello”.