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Tito Parra y Julián Morcillo, realizan el Anillo de Picos en horizontal y en vertical

Invirtieron más de 79 horas, 149 kilómetros y 12.100 metros de desnivel positivo

Tito Parra y Julián Morcillo, realizan el Anillo de Picos en horizontal y en vertical
Tito Parra y Julián Morcillo, realizan el Anillo de Picos en horizontal y en vertical

Tito Parra y Julián Morcillo, finalizan tras más de 79 horas el Anillo de Picos de Europa, uniendo sus refugios y ascendiendo a sus cimas más emblemáticas. La titánica aventura realizada por los dos deportistas acumuló finalmente 149 kilómetros y 12.100 metros de desnivel positivo.

Ambos corredores cuentan con una amplia experiencia en todo tipo de travesías de montaña, Julián Morcillo cuenta en su currículo con el Tor des Geants, la Spine Race o Euforia dels Cims (233k y 20000 d+), que ha ganado en dos ocasiones; Tito Parra ha sido 3 veces consecutivas finisher en UTMB rondando las 24 horas dentro del Top 20, juntos realizaron con Pablo Criado la mítica ruta Bob Graham Round en menos de 24 horas.  

Crónica de un Anillo Vertical y un Anillo Horizontal por Julián Morcillo

Siempre nos había parecido que el Anillo de Picos era una de las travesías de alta montaña más atractivas de nuestro país, e incluso habíamos fantaseado con algún intento rápido. Pero sentíamos que a esta ruta mítica le faltaba algo... ¿por qué una travesía de Picos sin picos? Pero... ¿qué picos?

La idea inicial era subir Peña Santa, Torrecerredo y Morra de Lechugales, las cimas más altas de cada uno de los tres macizos de los Picos de Europa. Pronto a esa idea inicial, y por razones sentimentales,  se sumaron otras cimas. Cimas que por su belleza o renombre figuraban entre las cimas más significativas de este vasto macizo calcáreo: la Torre del Friero, que reina sobre Valdeón; el Llambrión, segunda más alta de Picos (y durante mucho tiempo considerada el techo leonés); Peña Vieja, que no es el techo de Cantabria (lo es Torre Blanca) pero si lo es en el corazón de muchos cántabros. Y, finalmente, más como un regalo de fin de fiesta que formando parte de la travesía, terminar escalando el Naranjo de Bulnes, “el Picu”.

Con idea de, simplemente, enlazar todas esas cimas y los refugios del Anillo, y estimando entre 48 y 60 horas para completarlo, salimos de Pandébano, el viernes 31 de Julio a las tres y media de la madrugada. Sobre el plano eran unos 131 kilómetros, que al final… resultaron ser 149 con 12.100 metros de desnivel positivo.

La primera de las cimas en ser ascendida, previo paso por el refugio de la Vega de Urriellu, fue Torrecerredo (2648 m), punto culminante de Picos y de toda la cordillera, que alcanzamos poco antes del amanecer. El descenso hasta el refugio del Jou de los Cabrones fue rápido y, tras un café, proseguimos el descenso por la cuesta del Trave. Descartando el descenso por Amuesa y Bulnes, buscamos un descenso directo al Cares por la hermosa canal de Piedra Bellida. Cuando alcanzamos el río de la garganta casi 2.400 metros de desnivel nos separaban de la cima de Torrecerredo. Si la bajada es dura, la subida por Trea, donde ya empieza a castigarnos el sol, no lo es menos. Llegamos y nos reponemos en Vega de Ario. Desde ahí a Vegarredonda se nos ofrece la posibilidad de cruzar directamente por la Vega Aliseda, una intimidante ruta por un karst caótico, así que realizamos un largo rodeo descendiendo hasta los Lagos de Enol. Para cuando llegamos a Vegarredonda el calor es infernal. Allí nos espera nuestro amigo Tyrone con el material de escalada para afrontar Peña Santa. Arnés, casco y cuerda para afrontar la Canal Estrecha de esta montaña, reverenciada por los asturianos y que muchos consideran la más bella de las montañas ibéricas. Su ascenso no es ninguna broma, las trepadas expuestas son continuas y tranquiliza mucho la cuerda para rapelar. Llegamos a la base con el tiempo justo para contemplar el atardecer desde La Forcadona. El descenso hasta Vegabaño, ya de noche, es largo, muy largo. Llegamos allí tarde y sin reserva, cansados, helados y hambrientos. No poder disfrutar de los servicios de este refugio fue un grave error de cálculo que estuvo a punto de costarnos la retirada. Nos salvamos por los pelos cuando, al paso por Soto de Valdeón, ya de madrugada avanzada, un grupo de mozos locales que aun resistían en un bar, nos reconocieron y echaron un cable. Sin su ayuda, la durísima subida al Friero por la canal de Chavida, hubiera sido imposible. Como casi todas las cimas que subimos, la Torre del Friero también te obliga a trepar. Las dificultades no son grandes, pero la exposición si lo es. 

Llegar al refugio de Collado Jermoso es como llegar al paraíso. Primero por la vistas del Friero, imponente sobre el abismo de la canal de Asotin y marcada por las profundas brechas de las canales de su cara norte. Y segundo por el trato que nos dispensan allí. Dormimos allí unos cuarenta minutos, y comimos tan bien que nos sentíamos como si acabásemos de empezar. Resultó muy duro salir de allí, pero nos esperaba El Llambrión y sus marcas amarillas, sus trepadas, y un ambiente alpino sobrecogedor en su zona cimera. Desde allí hasta Cabaña Verónica se tarda en llegar, al tener que transitar por un terreno caótico y lunar. Puro Picos. Aquí es imposible correr. En Cabaña Verónica charlamos un rato con el guarda y nos lanzamos a por Peña Vieja. Es, con diferencia, la cima más fácil de las siete que ascendemos, pero igual de generosa, o más, en vistas. Ante nosotros flotan sobre la niebla la Torrecerredo, Urriellu y la Peña Olvidada. Las cimas del macizo oriental, sin embargo, están cubiertas. Un mal presagio del que tomamos nota mental. Hasta ese momento ha brillado, y nos ha zurrado, el sol. Pero el descenso por la canal del Vidrio es como cambiar de planeta. Pocos minutos después de entrar en la canal del Vidrio hacia Áliva estamos empapados y envueltos en una densa niebla. Es tarde ya. Y en el Refugio de Áliva toca decidir. Quedan pocas horas de luz y un largo trecho hasta la Morra de Lechugales.

Niebla, lluvia, frio, cansancio, sueño, terreno típico de Picos de Europa y desconocido para nosotros. Y poca luz. Una combinación de factores no muy tranquilizadora que nos hizo posponer la salida hasta el día siguiente. Y así hicimos, despertando al día siguiente y envueltos en la misma espesa niebla, pero con todo el día por delante. Bajamos por la pista de Áliva hasta el límite de Cantabria y Asturias y nos desviamos para ascender por la canal del Jierro. Majestuosa con sus ríos de piedra. Y eterna. Es costoso llegar hasta la horcada del Jierro, donde se inicia el ascenso a la Morra. No es difícil, pero la poca visibilidad nos confirma que hemos acertado con la decisión  de posponer la salida. Cuando llegamos a su base salimos de la niebla y la cima nos regala la visión magnífica de estar flotando sobre el mar de nubes.

Estamos en la cima del macizo de Ándara y solo nos resta bajar, pasando por el refugio del casetón de Ándara y su entorno minero. Llegamos a Sotres, después de un descenso de vértigo por un terreno muy embarrado, y tras rendir homenaje a Casa Cipriano, proseguimos el descenso hasta las invernales del Texu y subimos rápido hasta Pandébano. Nuestro Anillo ya está completo, pero vamos con el tiempo justo para intentar “el Picu” en el día. Llegamos a Vega de Urriellu poco antes de las cinco de la tarde, justo para darnos cuenta de que la escalada no va a ser posible. De nuevo toca parar. Otro acierto, porque el día siguiente nos regala un amanecer de ensueño. Nos emocionamos con las primeras luces iluminando el enorme monolito del Picu y llegamos a la base de la pared. Toda para nosotros. Escalamos a placer, saboreando cada metro de canalizos, llambrías y tubos de órgano antes de alcanzar a la Santina. Estamos felices y exhaustos. Nuestra aventura, aunque se ha dilatado más de lo esperado en el tiempo, ya es una realidad. Es momento de celebrar. Y es momento de agradecer. A María, a los guardas de Urriellu, Cabrones y Jermoso... A Tyrone y a los mozos del bar Sedo de Soto de Valdeón, en especial a Toño de Cordiñanes. Y por último a Tappers, por el interés que desde el inicio mostró por esta aventura. Sin ellos no lo habríamos logrado. 

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