Cuatro voladores explotan sobre la campa de Cangas del Narcea. Son las tres de la tarde y el estridente estallido sirve de señal para abrir las puertas de la gigantesca carpa instalada junto al río que, además de prestarle su nombre, parte en dos mitades este coqueto pueblo astur. Más de 800 comensales van a disfrutar de un pote de berces acompañado de pan preñado y embutidos de la región. Muchos de ellos terminaron hace unos minutos el sexto Trail Tierras Pésicas, la carrera de montaña que dirige y organiza magistralmente el equipo de Dani Cuervo.
Nos ubicamos al suroeste de Asturias, en la capital del concejo más extenso del Principado. El acceso hasta aquí solo es posible a través de una tortuosa carretera que poco se parece al recorrido del trail que acapara todo el protagonismo en la jornada dominical del 18 de noviembre. Tras cinco años se ha decidido cambiar por completo el trazado para hacerlo más duro, bello y montañero. Vamos, más asturiano. El circuito presenta ahora una distancia de 28 kilómetros y más de 3.500 metros de desniveles acumulados entre la salida y la meta.
A la calle más famosa del pueblo le llaman ‘Arrastraculos’, un empedrado cuyos adoquines nos guían hasta el Ayuntamiento, epicentro del evento. Allí comienza y termina todo. Entre medias un buen puñado de montañas con bosques de robles y castañares, riachuelos que desembocan en el Narcea y los viñedos que otorgan a esta carrera una personalidad inconfundible. Parte del terreno no fue desbrozado hasta la tarde del sábado, lo que nos da una idea de lo caprichoso del lugar.
Estamos por debajo de los mil metros de altitud, trotando sobre unos caminos atestados de hojas recién caídas. Es el otoño en su máximo esplendor. No solo por la actitud de la naturaleza, sino también por sus colores. Tonos ocres, naranjas y amarillos que se filtran por todos nuestros sentidos. Unos kilómetros más tarde nos arropa el verde, cuando alcanzamos la primera cima del recorrido. Desde allí un vertiginoso descenso nos conduce al Monasterio de Corias. Los marrones de su fachada se clavan en nuestras retinas mientras tomamos aliento para encarar el tramo más duro. El perfil dibuja una pendiente que nos llevará por encima de los 1.170 metros de altura hasta el Santuario del Acebo. El templo es una auténtica reliquia para los lugareños, pues dicen que allí se sucedieron los primeros milagros del Acebo, lo que convirtió a aquella ermita en un rincón para la oración.
Es el último avituallamiento de carrera. Justo depués llega un tobogán de pasto, barro y roca made in Asturias. Uno se acuerda de los días que entrenó la propiocepción en un bosu, intentando sacarle parecido. Pero no. Aquello es una pista de patinaje con un desnivel del que solo el norte de España puede presumir. O vas a tientas o como un kamikaze, pero no hay término medio.
El tramo final de carrera, a ras del río Narcea, nos devuelve al pueblo por la Ruta del Vino. Los traileros han completado 28 kilómetros mientras que los atletas de la modalidad relevos se han repartido 32. Completaron el cupo de corredores quienes eligieron la Speed Trail de 11 kilómetros. En cualquier caso, de barro hasta las cejas todos los que llegaron a meta. Porque la sexta edición del Trail Tierras Pésicas ha sido una carrera muy asturiana y mucho asturiana. En el cielo revientan cuatro voladores. Hora de comer.
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