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Intracrónica de un sueño cumplido, por Yeray Durán

Todo esto pasó por su cabeza en Tenerife Bluetrail

Yeray Durán. Foto: Racephotos.

Intracrónica de un sueño cumplido, por Yeray Durán
Intracrónica de un sueño cumplido, por Yeray Durán

Fue en el año 2015 cuando me dispuse a correr la Tenerife Blue Trail, pero debido a la alerta meteorológica naranja decretada en esos días por el Gobierno de Canarias la carrera fue suspendida y pospuesta para meses más tarde, pero esa segunda fecha no cuadraba en mi calendario, así que La Blue quedó en “el tintero” ese año, pero marcada como reto pendiente. Tras dos años con otros planes por esas fechas, por fin esta vez he podido estar allí, disfrutarla y ahora contaros la experiencia.

Llegamos el miércoles por la tarde y nos instalamos en el Hotel Alta Montaña, en Vilaflor, el pueblo más alto de las Islas Canarias, a 1.400 m de altitud sobre el nivel del mar. El jueves se celebró una charla en el Recinto Ferial. En ella, mi psicólogo Yeray Medina y yo hablamos de Los aspectos psicológicos en una Ultra. Ya que estábamos allí aprovechamos para retirar el dorsal y vivir un poco el gran ambiente que se respiraba en la feria del corredor.

El viernes era el día del ajetreo pre-carrera.Tocaba preparar la asistencia y dejar todo listo para dirigirnos a la playa de Los Cristianos donde estaba situado el arco de salida, en plena arena. Salimos a un ritmo muy rápido, como ya viene siendo habitual en las ultras.  Sangè Sherpa junto a Ion Azpiroz tiraban del grupo y se les veía con muchas ganas y fuerzas. Tanto fue así que al paso por el  primer avituallamiento, Arona (km 11), bajamos el tiempo del año anterior en 5 minutos.  Ahí ya iba empapado en sudor debido a la humedad. Había que tener cabeza, parar e hidratarse bien.

Continuamos los tres juntos dirección al segundo avituallamiento, Ifonche (Km 18). Como digo, venían con fuerza y seguimos a un ritmo aún más rápido. Cuando no tiraba el vasco tiraba el nepalí. En ese punto tal y como habíamos planeado en la asistencia, cogí los bastones. Nos dirigimos a Vilaflor (km 28) y apretaron un poco más. ¡Madre qué prisa llevaban! Y no habíamos hecho ni un tercio de carrera. Pero llegando al pueblo noté que habían bajado el ritmo. La pregunta que pasó en ese momento por mi cabeza fue: ¿será una estrategia o no pueden seguir el ritmo que han llevado hasta ahora?

El tiempo estaba un poco raro. Tras la sudada inicial, en Vilaflor se sentían rachas de aire frío intercaladas con rachas de aire caliente. En mi cabeza se iluminó en rojo el piloto de emergencia y en negrita vi escrita la palabra calima. Acto seguido se me escapó un: ¡ufff noooo por favorrrr! ¡Como haya calima la carrera será aún más dura! Ya eran la 3 de la madrugada y nos dirigíamos hacia el Parador (km 45) para entrar en el Parque Natural y comenzar la larga subida al Teide.

En ese tramo iba muy cómodo y pensé: Éstos no están tan fuertes como yo pensaba o están bajando el ritmo para que tire yo y luego cogerme. Así que llegados a este punto me pregunté: ¿Qué hago? ¿Me voy sólo sin tener en cuenta todos los km y las horas de noche que aún quedan por delante o sigo con el grupo y voy viendo cómo vamos? Finalmente decidí seguir con el grupo ya que creí que no era el momento de marcar un ritmo más rápido.  

Llegando al Parador del Teide me di (perdón por la expresión) una “leche en toda regla” contra el suelo de piedra volcánica (¿o era papel de lija? Puff...qué daño!). Rodillas y manos raspadas para el resto de carrera. Moraleja: uno no puede bajar la guardia ni un segundo.

En el avituallamiento del Parador (km 45), tenía en boxes a todos los mecánicos de Ferrari preparados para ayudarme a ponerme una camisa interior (ya que el frío apretaría a 3.500 m en La Rambleta), cambiarme la batería del frontal y cargar agua y comida. Con todo el ajetreo de repente no vi ni a Ion ni a Sherpa en el avituallamiento. De nuevo saltó el piloto de alarma en mi cabeza y pregunté: ¿ya se han ido? Mi equipo de asistencia tampoco los ve y me dicen: ¡Sí! Así que salgo al corre-corre en la “búsqueda y captura” de los dos, pero no veo a nadie. Es al rato cuando me doy cuenta de que venían por detrás y que yo había salido antes que ellos del avituallamiento… ufffff…piloto en verde de nuevo...jejeje.

Entramos en el sendero de Los Roques de García y nos perdimos. Había unas cintas de obras y nos fuimos por donde no era… así que Ion y Sherpa me cogieron otra vez y al final entre los tres cogimos el sendero y el camino bueno hacia el Teide. Sin apretar mucho, y sabiendo que la altura podía jugarme una mala pasada, fui poco a poco despegándome de ellos y pensé: ¡Éste es el momento Yera!Y poco a poco fui dejándolos atrás hasta llegar al avituallamiento de La Rambleta (km 55) en primera posición, a unos 10 minutos de ventaja sobre Ion y a 22 de Sangè.

Estaba muy contento porque los entrenos en altitud en los refugios del Pirineo habían dado sus frutos. Noté que estaba bien aclimatado y no pasé ningún “bache” en lo que a altitud se refiere al llegar a los 3500 m de La Rambleta. En ese punto el plan era coger lo justo para ir lo más rápido posible y que así  no tuvieran referencias visuales sobre mí. Belén, del Hotel Alta Montaña de Vilaflor donde me estaba alojando, me hizo la asistencia en ese punto y salió “niquelada”, tal y como la habíamos planeado. Desde aquí reiterarle mi agradecimiento por todo lo que se preocupó por mí y lo bien que lo hizo.

En 30 minutos ya estaba en la pista de Montaña Blanca donde iba comiendo y bebiendo algo para no descuidar estos aspectos y pagarlo en el tramo final. Me venía a la cabeza la vocecita de mi nutricionista, Anna: ¡Hidrátate biennnnn! ¡Hidrátate biennnnn! Ella sabe que yo soy como los camellos y que puedo pasarme mucho rato sin beber, así que se encarga de grabármelo en la cabeza para que lo haga bien.

No paraba de correr y la verdad que me notaba bien, pero no sabía cómo iban de ritmo por detrás, así que yo seguí a lo mío sin bajar la guardia. En el avituallamiento de Piedra Pastores (km 72) esperaba tener referencias de la carrera y comer algo..., y así fue. Me comentaron los tiempos de paso por La Rambleta y me quedé un poco más tranquilo. Aún así no quería bajar el ritmo y que me pasara como ya les comenté en 2015 en Lavaredo, cuando iba en 2ª posición y en el último avituallamiento me puse a hablar con los voluntarios todo relajado pensando que el 3º lo tenía a 15 minutos y de repente apareció. Comenzamos a bajar como locos hacia la línea de meta y finalmente entré ¡3º!  Así que desde ese día aprendí la lección.

Continué la marcha en dirección a la Base del Asomadero (km 80) donde me hacían mis padres el avituallamiento. La verdad que fue muy emocionante para mí. Ellos se buscaron la vida para llegar al sitio, que he de decir que no era nada fácil, y pasaron muchos nervios porque no lo encontraban. Finalmente dieron con la pista de tierra que iba a dar hasta el sitio. Sin tener mucha experiencia en este mundillo, me lo dejaron “planchado”, todo bien colocadito para hacer una asistencia rápida. Me dieron referencias del 2º y 3º a los que iba aumentando la distancia, y ya les llevaba algo más de 17 minutos. Mi madre me preguntó que cómo estaba y le dije que cansado, pero muy muy bien para los kilómetros que llevaba recorridos. ¡Pobre! A ella que tan poco le gustaba que yo corriera ultras, todo lo que sufría... Y allí estaba asistiéndome y animándome. Y sí, iba muy bien, pero la famosa subida del Asomadero me esperaba, y me habían dicho que en carrera ponía a todo el mundo en su sitio… ¡Y en mi sitio me puso a mí también!

Me había hecho a la idea de que sería como el “Coll Tricot” en la TDS, que me permitiría el lujo de seguir corriendo hasta en esas rampas duras... pero no. Aquí fue diferente, era subir escalón por escalón... una odisea... y qué lentitud. Tenía mal cuerpo, pero puse todo mi empeño en seguir e intentar mantener el ritmo aunque tenía la sensación de ir “clavado”. No quería perder una buena minutada en ese tramo y pagarlo caro. Y por fin se acabó ese trozo del recorrido y llegué a Tigaiga  (km 88). Estaba bastante agobiado con el tiempo y pensaba que me habían recortado. Alba intentaba explicarme que seguía manteniendo la distancia, que no había perdido nada, pero yo estaba “aturullado”, no atendía a sus palabras y no entraba en razón.

Ahí me dice que no cree que le dé tiempo a llegar al siguiente y último avituallamiento, Maritim (km 93), a sólo 4 km de meta. Yo me encontraba mejor y le dije que no hacía falta que me hiciera esa última asistencia, que ya nos veíamos directamente en meta. Pero mi cara debió ser un poema porque hicieron todo lo posible para estar en el Maritim. Una vez en meta Alba me dijo: ¡Yera, ibas acelerado! Fuimos al Maritim porque no teníamos muy claro que te relajaras y pensaras las cosas con claridad. ¡Qué bien me conoce y cuánta razón tenía! De Tigaiga al Maritim seguía emparanoiado con los tiempos, y estaba seguro de que el segundo me había recortado y lo tenía pisándome los talones, así que abrí “todo el gas” que me quedaba a esas alturas de la carrera. Iba dando todo lo que el cuerpo me permitía y en una de estas que giré la cabeza vi una silueta en la que me pareció reconocer a Ion. Luz roja de emergencia de nuevo en mi cabeza: ¡¡Ohhhh noooo!! ¡¡A 5km de meta nooo!! Llegué al Maritim y lo primero que me dijeron Alba y Belén al verme en el avituallamiento fue: Baja las revoluciones que te has montado una buena película en tu cabeza. Al segundo lo tienes a 30 minutos, acaba de pasar por Tigaiga.

Es en esos momentos previos de incertidumbre donde te das cuenta que bajo presión (real o imaginaria) has podido dar un punto más. Y tras sus palabras por fin entro en razón y salgo más tranquilo, en modo ‘vamos, disfruta del final’.

Peeeeero... (porque saben que siempre veo un pero...jeje) miré el reloj y vi que podía llegar  en 11:30 horas, así que intentando cumplir la promesa que le había hecho a mi padre horas antes en la salida en la playa de Los Cristianos: “Papá, nos vemos en el Puerto de la Cruz a las 11:30 de la mañana, volví a apretar un poco la máquina y crucé el arco de meta en... ¡11 horas y 29 minutos! ¡Promesa cumplida!

Y por fin aquello que había soñado durante tanto tiempo se había hecho realidad. Ganar una ultra en MI TIERRA para dedicársela a todos los canarios que tanto me han apoyado, y sobre todo, dedicársela a mi grupo de amigos que allá por 2013 empezaron a compartir conmigo la aventura de las ultras, haciéndome los avituallamientos en la Transgrancanaria, y que después de las alegrías de 2013 (3º) y 2014 (4º), tantos disgustos nos había dado en los últimos 3 años: 2015, quemaduras en los pies quince días antes de la carrera, pese a todo conseguí estar en la línea de salida, pero me retiré en Artenara por dolor; 2016, fuertes dolores de estómago, logré cruzar la meta en 18º posición; este año (2017) un golpe en la rodilla siete días antes de la carrera me obligó a retirarme en Tejeda después de 8 horas corriendo.

Así que, Jonás (cuánto aprendí con él sobre gestión de carrera), Raúl y Toni (compañeros de entrenos y de fatigas que no dejan ni un detalle al azar), Tito (mi “hermanito postizo” que me introdujo en el mundo del trail), Fer (Arista, mi “padre” del trail que desde el primer día confió en mí y me ha ayudado en todo lo que ha estado en su mano), Aruma y David (mis primos)... ¡Esta victoria es para ustedes! Y por supuesto gracias a toda la familia por seguirme a cualquier parte donde corra.