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Crónica de un podio en la TDS, por Yeray Durán

De pensar en llamar a Rescate a terminar segundo

Yeray Durán. Foto portada: José Miguel Muñoz Egea.

Crónica de un podio en la TDS, por Yeray Durán
Crónica de un podio en la TDS, por Yeray Durán

A finales de agosto tenía lugar una de las grandes citas de la temporada, la TDS del Ultra Trail del Mont Blanc. Este año por fin encadenaba buenos entrenos que me hacían ser optimista, dejando atrás una temporada de pequeñas lesiones (metatarsalgia, fractura de una costilla...). Todos esos “tropiezos” no me habían dejado mantener una continuidad que me permitiera coger el estado de forma que esperaba para esa cita. Pero 15 días antes de la carrera una caída entrenando en la zona de Cavalls del Vent (Pirineo) con el amigo Pau Capell acababa con una fractura en el dedo meñique de la mano derecha, con tan mala suerte que la fractura requería pasar por quirófano para fijarla con unas agujas y la posterior inmovilización con una férula durante 5 semanas. Al oír la palabra ‘quirófano’ imaginen mi cara de póker y mi pensamiento de ‘¡NO! ¡OTRA VEZ NO!’. Pero gracias a la amabilidad del personal sanitario que me atendió en el Hospital de Cerdanya (aprovecho desde aquí para reiterarles las gracias) poco a poco fui haciéndome a la idea y como dice el refrán: "A mal tiempo, buena cara". Puse mi mente a trabajar para buscar la forma de ingeniármelas y poder seguir entrenando. Al fin y al cabo, era el dedo de la mano y no el del pie. Hablé con la traumatóloga y le fui sincero: estaba decidido a correr la TDS. Acordamos cómo tenía que hacerme una férula a medida en la ortopedia para que fuera más cómoda que el yeso que me habían puesto y así pudiera correr. Y como condiciones indispensables debía hacerme unas buenas curas para que no se infectara la herida y no caerme para que no se doblaran los hierros.

Llegué a casa después de la intervención y una vocecita de fondo me decía: por favor, sácame a pasear un ratito. La miré y allí estaba con “cadenas de pena”, y no podía decirle que no a mi bici (que conste que yo no quería, jejeje). Así que no dejé de entrenar pese a la incomodidad de una férula y unos hierros en el dedo, pero con la ilusión intacta.

Miércoles 24 de Agosto, 6:00 am, y allí estoy en la salida de la TDS en Courmayeur. Mi pensamiento estaba puesto en la meta. ¡Este año sí! Tras cruzarla por primera vez en 2013 cuando corrí la CCC (donde llegué junto a Txus Romón en 5ª posición) supe que volver a cruzarla era uno de mis grandes sueños como corredor (como ya saben, el otro es cruzar la de la TRANSGRANCANARIA). En 2014 y en 2015 corrí la UTMB. El primer año por una caída con contusión en la rodilla y el segundo por dolores estomacales tuve que retirarme en ese mismo punto: Courmayeur. Sabía que este año por el gran nivel de corredores, el trazado técnico y el calor que se esperaba sería una dura hazaña.

 

Foto: Organización UTMB

 

Salimos muy rápidos por la calles de Courmayeur para  afrontar las duras subidas de las pistas de esquí hasta llegar a unos 2.700m. Al poco nos quedábamos un grupo de unos 10 corredores en cabeza. Después de coronar Col Chavannes y comenzar a bajar unos 6 km de pista, Jessed Hernández iba en cabeza en solitario y un poco más retrasados (a unos 3 minutos) íbamos juntos Pau Capell y yo, y así continuamos para dirigirnos al Col du Petit Saint Bernard (km 36). En esta parte iba corriendo a gusto, sin forzar, cómodo y tranquilo. Cuando empezaron los avituallamientos fue cuando me di cuenta de lo difícil que es manejarte con un "problema físico", y cómo debe ser la adaptación para alguien que convive día a día con una minusvalía. Me sentía limitado para atarme los cordones de las playeras, para abrir los soft-flask y reponer el agua, para abrocharme y desabrocharme la mochila...

En la bajada hacia Bourg Saint Maurice nos fuimos acercando a Jessed hasta que lo alcanzamos. Era divertido escuchar a los franceses que nos animaban por el camino gritar: "espagnol, espagnol". ¡Y es que era un trío español el que iba en cabeza!

Llegamos a Bourg Saint Maurice (km 51) donde había que parar para avituallarnos bien. A partir de allí la carrera se endurecía un poco más y comenzaba la ‘verdadera’ carrera. Tras un control de material salimos del avituallamiento los tres juntos para afrontar la larga subida de unos 11km hasta Le Passeur de Pralognan a 2.500m. Al poco de salir noto que me quedo "clavado" y con mucha sed. Jessed me da un poco de su agua (¡muchas gracias!). Pau se nos va y yo sigo con Jessed, pero al poco también me descuelgo de él porque no puedo seguir su ritmo. Voy tan parado que me pasan dos corredores más, Franco Collé y Ugo Ferrari.

Empiezo a darle vueltas a la cabeza preguntándome qué me está pasando. Había salido muy bien del avituallamiento de Bourg Saint Maurice y de repente llegó el ‘hombre del mazo’ para darme fuerte.

Por suerte, llego al siguiente avituallamiento, me paro, suspiro, y bebo a saco. Salgo de nuevo, pero sigo sin poder correr. En mi cabeza salta la luz roja del semáforo, la que me indica stop y retirada. Quiero llamar a mi equipo de asistencia y decírselo. Tan mal me sentía que hasta pasó por mi cabeza la desorbitada idea de que me saquen de allí en helicóptero. No me veía con fuerzas suficientes para llegar al Cormet de Roselend donde sabía que estarían Pau y Alba para animarme (o con el coche esperándome para irme a casa).

 

Foto: Yeray Durán

 

Por otro lado soy muy cabezón, así que continué caminando. Mi único objetivo era no quedarme “clavado” en el sitio. Además era consciente de que iba perdiendo minutos y más minutos respecto a los corredores que llevaba por delante.

Poco a poco voy recuperando sensaciones y puedo volver a trotar y por fin llegar al Cormet de Roselend (km 66) donde Pau Zamora (Team-manager de Buff) me estaba esperando. Habló conmigo y consiguió hacerme cambiar el chip para volver a meterme en carrera. Sus palabras fueron: “Todos los corredores van a pasar un bache y tú ya lo has pasado, así que coge tu ritmo y olvídate del tiempo que has perdido. Al 3º y al 4º (Franco Collé y Jessed) los ves desde aquí, así que puedes cogerles”.

Me dieron las referencias de tiempo con respecto a ellos (10 minutos), con respecto al 2º (Ugo Ferrrari, 14 minutos) y con respecto al 1º (Pau Capell, 30 minutos). Cada kilómetro que avanzaba me iba encontrando mejor y volvía a ir a mi ritmo. Como tampoco quería pasarme, me iba controlando para evitar cogerlos demasiado rápido y que después volviese a darme una pájara. La táctica a emplear en ese caso era llevar una buena progresión y con el paso de los kilómetros irles recortando minutos para  llegar a correr unos buenos 35km finales.

En las siguientes referencias que me pasaron ya tenía a Ferrari (2º) y a Colle (3º) a 7 minutos, Jessed se había retirado después del Cormet de Roselend. Ferrari, del equipo Adidas, se estaba quedando sin potencia y yo venía con el turbo puesto pero sin pasarme de vueltas. Llegando al avituallamiento de Col du Joly (km 86) ya tengo a Ferrari a 2 minutos, a Franco a 5minutos y a Pau en cabeza, más distanciado, a 25 minutos. Decido parar para llenar mi soft-flask con un stick de Hydrixir de larga distancia de Overstims. Pierdo un poco de tiempo porque el voluntario encargado de ponerme el GPS y yo no nos entendemos (me lo llegó a poner en la férula de la mano con el consiguiente grito de alegría por mi parte ja ja ja!).

El re-planteamiento de carrera era el siguiente: intentar coger a Ferrari en la bajada hacia el avituallamiento de Les Contamines (km 95) y a Collé en la subida después del avituallamiento. Está en mi cabeza decirle a la asistencia el hacer ‘un cambio de ruedas’ rápido para ganar tiempo. Finalmente paso a Ferrari tal como había previsto y para mi sorpresa también paso a Collé antes del avituallamiento, donde entré en segunda posición y con las ideas muy claras: luchar por ese 2º puesto. Pau Zamora parece que me ha leído el pensamiento y me dice: no comas mucho y sal rápido. Le comenté que me dolía un poco el isquio derecho, que creía que era porque con la mano derecha con la férula no me podía apoyar en los cuádriceps subiendo y tenía que hacer más fuerza con la pierna. Me dio un pequeño masaje que me supo a gloria y salí con ganas para afrontar la dura subida dirección al Col de Tricot.

 

Foto: Gerard Freixes

 

Sin confiarme paso el Col y voy dirección a Les Houches, donde voy muy concentrado, no fuese que el cansancio pasara factura y pudiera caerme o sufrir algún contratiempo de última hora. Sorpresa la mía cuando en Les Houches me pasan los tiempos de referencia con respecto al 3º y al 4º y eran de unos 10 minutos. Inmediatamente mi cabeza se puso a hacer cálculos: quedan 7 km para meta y les llevo 10 minutos, tendrían que recortarme más de 1 minuto por km. Me sentía con fuerzas e iba bien, así que me dije: ¡Ni de coña! Además quería coger todas las horas de luz que quedaban  para no tener que parar a sacar el frontal de la mochila, así que de un modo u otro tenía que seguir ‘dándole a las patas’.

Pisando el asfalto en Chamonix me relajé. Tocaba disfrutar de aquello que en los dos últimos años se me había resistido: cruzar la meta en Chamonix. Y así ocurrió. Iba a cumplir un sueño. Todo el trabajo de una temporada daba su fruto. Ese trabajo de equipo que hay detrás de un deportista por fin veía la luz.

Seguía corriendo y se me nublaba la vista visualizando el arco de meta con ese estrecho pasillo abarrotado de gente y al fondo la familia, los amigos, la piña del Buff Pro Team... Y en mi mente toda esa gente que día a día me ha ayudado a llegar a Mi Meta.

#DREAMSCOMETRUE

#UNAMETAUNSUEÑO