Nutrición y Salud

Lesiones de menisco

Cómo saber si está dañado

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Lesiones de menisco. Foto: iStock 1916821502

Para comprender los meniscos primero hemos de entender que la articulación de la rodilla es la que realizan los cóndilos del fémur (más o menos semiesféricos) sobre la superficie de la tibia (más o menos plana).

Para que la articulación “ruede” correctamente al realizar los movimientos de flexión y extensión, necesita una "bisagra”, unas estructuras que, con forma de copa, se acomoden a la bola que es el cóndilo y que sirven tanto para guiar el movimiento de la rodilla como para limitarla en sus extremos, y para amortiguar el impacto que sufren las superficies de la rodilla, protegiendo así el cartílago articular. Meniscos no hay sólo en las rodillas, los encontramos en otras articulaciones como la temporomandibular, la externo clavicular y otras... Pero obviamente nos ocupamos en este artículo del menisco de la rodilla, donde más se producen lesiones en el caso delos corredores. En el caso de la rodilla la forma de los meniscos está relacionada con la orientación de los cóndilos femorales. Así, el menisco interno o medial tiene forma de “C” abierta o media luna más gruesa en su parte posterior, y el externo o lateral es más cerrado. Se encuentran adheridos al borde de la tibia por los ligamentos meniscales. Los dos meniscos son más gruesos en el borde externo (que es la única parte a la que le llega vascularización y con ello sangre, esto es importante en caso de lesión/rotura) y más finos en el borde interno. Los dos tercios internos que son avasculares (sin vasos sanguíneos) se nutren sólo por empapación del líquido sinovial que baña el interior de la rodilla. Al ser avascular la zona media e interna de los meniscos no pegan por sí solos en caso de rotura. A los extremos de los meniscos se les llama cuernos meniscales. Los meniscos están formados por fibrocartílago, similar por ejemplo al de la oreja.

 

¿Cómo funcionan?

Los meniscos están sujetos a la tibia por los ligamentos meniscales periféricos y a la altura de los cuernos el cuerpo meniscal en su parte interna es un borde libre. Por eso, en los movimientos de flexión y extensión de la rodilla sufren desplazamientos. El recorrido del menisco externo, de hasta un centímetro, es más o menos el doble del interno. En la extensión de la rodilla los meniscos se desplazan hacia delante. En la flexión se desplazan hacia atrás.

Pero hay que tener en cuenta que en los movimientos de flexión y extensión también se produce una rotación de los cóndilos sobre la tibia. En la rotación externa de la tibia el menisco externo se desplaza hacia delante y el interno hacia atrás. Lo contrario sucede en la rotación interna.

Todos estos movimientos provocan un “estrujamiento” de los meniscos que aumenta en carga, sobre todo en las bajadas o con la rodilla flexionada. Imaginaos que los meniscos son un trapo siendo escurrido entre nuestras manos.

¿Cómo se rompe un menisco?

Los movimientos del menisco al cabo de los años pueden ir provocando “desgarros” y microroturas, con desflecamiento del borde interno o los cuernos meniscales. Asímismo, una torsión, un esguince con la rodilla en carga, someterá a los meniscos a una presión extra que puede llegar a romperlos.

En el caso de una extensión brusca de la rodilla, no da tiempo a que se recoloquen los meniscos, pudiendo pellizcar los cuernos anteriores; lo mismo puede suceder en una flexión forzada pero en los cuernos posteriores. En el caso de la zona media o cuerpo meniscal suele suceder cuando se asocian mecanismos de rotación, pudiendo provocar lesiones en ojal o asa de cubo.

La rotura de una parte del menisco y su interposición en la articulación puede provocar bloqueos que impidan la extensión completa de la rodilla.

¿Qué síntomas provoca?

El síntoma más habitual es el dolor localizado en la interlínea meniscal, el espacio medio entre fémur y tibia, que puede ser doloroso al flexionar y palpar al mismo tiempo la zona. Otros signos habituales son el derrame articular (líquido en la rodilla), que se produce como mecanismo de protección a modo de airbag. También puede producirse el bloqueo a la extensión en el caso de un trozo libre o de una rotura en asa de cubo.

¿Cómo se diagnostica?

Con el examen manual de la articulación realizando maniobras de flexión y rotación de la rodilla que provocan dolor en la porción de menisco dañada, las llamadas maniobras meniscales.

La extracción y observación del liquido articular puede orientar también el diagnostico: habitualmente líquido poco denso con color como el de la orina.

La ecografía puede ver lesiones periféricas o extrusiones del cuerpo del menisco. La radiología puede hacernos sospechar lesiones meniscales por sobreuso al observar una disminución del espacio de la articulación. El método más fiable de diagnóstico es la resonancia magnética.

En alguno casos se podría llegar a realizar una artroscopia de la rodilla (operación) para explorar de manera más precisa el interior de la articulación.

¿Cómo se trata?

Las lesiones más leves, en las que sólo se produce un pellizco e inflamación del meniscom suelen solucionarse con medios físicos (frío local, ultrasonidos, láser, radiofrecuencia,…) y la utilización de antiinflamatorios por vía oral. Las lesiones de cuerno anterior de menisco pueden no precisar tratamiento quirúrgico, sobre todo el cuerno anterior del menisco entero, que se operó durante años dando como resultado la artrosis precoz de la articulación, al perder esta el mecanismo estabilizador.

En el caso de las lesiones del tercio más externo puede ser útil la infiltración ecoguiada de plasma rico en plaquetas (PRP) que se obtiene de la propia sangre del paciente y actúa a modo de pegamento al estimular la “regeneración” del menisco.

El tratamiento quirúrgico (artroscopia) de las lesiones meniscales puede ir desde la sutura de la lesión a la meniscectomía (extirpación) parcial más o menos mayor del menisco. Es muy importante comprender que en cualquiera de los casos la realización de trabajo en descarga (bicicleta, tapiz antigravitatorio, piscina…) y el fortalecimiento muscular y el trabajo de propiocepción forman parte del trabajo a realizar para recuperarse de la lesión y la vuelta a la actividad normal, que en el caso de una intervención no se producirá antes de las 4 a 6 semanas como mínimo.

Si el tratamiento es la sutura meniscal, el parón se prolongará durante unos 2 a 3 meses al menos. La progresión pasará por reposo y frío durante dos semanas, trabajo en descarga un mes, trote suave el segundo mes y vuelta progresiva a la actividad entre el tercer y cuarto mes como norma general. Siempre tendremos en cuenta que el tiempo diario que dediquemos a la rehabilitación y readaptación, marca el tiempo de recuperación. Un deportista profesional puede dedicar entre 4 a 6 horas diarias a ello frente a la hora típica de rehabilitación en el resto de la población. Un último apunte, la fatiga muscular aumenta el riesgo de lesión por lo tanto realizar un trabajo de fortalecimiento habitual de propiocepción, el manejo de las cargas de entrenamiento y competición nos ayudara a prevenir la lesión.

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