Quizá cuando decidimos crear esta sección lo hicimos pensando en él, no digo que fuera exactamente en Ramón Malcorra, pero sí que nuestra idea era dar visibilidad al trabajo de personas como él. Desde el anonimato más militante ayudan en un buen puñado de carreras y siempre están ahí, siempre suman. Ramón es un valor activo, importante y en alza dentro del organigrama de la Maratón de Zegama, durante la carrera siempre en el avituallamiento del Aizkorri y antes y después para lo que se le ofrezca. Es también un elemento fundamental de cohesión dentro de la FEDME y del sector del arbitraje en el que deja su impronta en cada actuación siempre desde el denominador común de la coherencia y del respeto al medio ambiente y de la ayuda al deportista. Podríamos decir que su espíritu encarna perfectamente el de las carreras de montaña.
Kiku Soler fue mi inspiración. Allá por el año 1996 vi cómo él y otros cuantos locos subían y bajaban corriendo al Aneto; entonces fue cuando me dije: “¿y porqué no voy a hacerlo yo?”. Así empecé a subir corriendo desde casa hasta el Aizkorri, eso sí, el paso por el pueblo lo hacía andando, me daba vergüenza que alguien me viera corriendo por el monte y se pensara que me faltaba un hervor. Me aficioné a carreras largas tipo Núria-Queralbs, Valmalenco-Valposiavo, Canazei, Cavalls del Vent... Todas las hacía sin ningún afán competitivo, sólo por puro disfrute, eso no quitaba para que yo entrenara y me preparara.
Entonces llegó la primera edición de la Zegama, ¡una carrera de montaña en mi propia casa! No me la podía perder... Me apunté pero no pude terminarla, no pasé uno de los cortes y fue el mismísimo Goio Larrañaga el que me obligó a retirarme. Se lo agradecí, es lo que debía hacer. Aquel fue el momento en el que me llamó la atención la labor de los árbitros de montaña y decidí profundizar en su trabajo.
Pienso que le estamos perdiendo el respecto a las carreras de montaña
Ahora mismo soy árbitro nacional y actúo en unas tres carreras a lo largo del año, aunque voy a muchas otras a colaborar, como voluntario fundamentalmente.
Antes, el trabajo de los árbitros era mucho más riguroso: indumentaria, dorsales… Ahora nos centramos más en aspectos medio ambientales y de respeto a la naturaleza. Vigilamos que las carreras cumplan con esas normas, ya que nuestro terreno de juego es muy especial.
Pienso que le estamos perdiendo el respeto a las carreras por montaña. Son carreras, no marchas de senderismo, y el que se inscribe tiene que saber dónde se mete y a qué está jugando, y no veo ni pies ni cabeza ponerse un dorsal para hacer una prueba deportiva andando.
Otra anécdota que tengo en la Zegama-Aizkorri la viví junto a mi mujer Maite, que siempre está de voluntaria en el Aizkorri. Un año en el que me dio “permiso” para correr le hice un ramo de flores que fui recogiendo por el camino y cuando llegué donde estaba se lo regalé. Fue muy emocionante para todos.
Me gustaría que las federaciones que están implicadas en este deporte llegaran a un punto de encuentro pensando en el beneficio del atleta. El corredor se tiene que sentir apoyado y dedicarse a correr.