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La crónica más íntima de Yeray Durán en Transgrancanaria HG

“Uno aprende a asimilar la derrota"

Yeray Durán. Fotos: Race Photos.

La crónica más íntima de Yeray Durán en Transgrancanaria HG
La crónica más íntima de Yeray Durán en Transgrancanaria HG

Entramos en el 2016 y el acontecimiento se acercaba: la Transgrancanaria. El impresionante cartel de corredores internacionales de este año la hacía aún más atractiva. Ilusión y motivación a tope para entrenar e intentar dar lo mejor de mí. A pesar de haberla corrido en 7 ediciones, sigue siendo la carrera a la que con más ganas me dirijo a la línea de salida.

Tras analizar en detalle la “Trans”, este año decidí salir un poco conservador, intentando no distanciarme del grupo de cabeza, pero sin dejarme llevar por el ritmo fuerte que seguro llevarían en la primera subida hasta Tamadaba.

Y así fue, llegué a Artenara (34 km) algo por debajo del tiempo que había calculado, pero con muy buenas sensaciones y por eso decidí subir un poco el ritmo, sin excederme eso sí, siendo consciente de todo lo que quedaba. Antes de llegar  al 59 (Teror) ya había recortado 5 puestos y lo mejor es que seguía sin tener síntomas de fatiga. Estaba disfrutando de la carrera y con ganas de seguir apretando. Pero 3 km después de pasar el avituallamiento un fuerte dolor de barriga me dejó “seco”. Casi no podía dar un paso. Bajé el ritmo para ver si se me pasaba y en el  avituallamiento del Talayón paré a comer y beber. Mi objetivo principal: conseguir bajar el dolor. Desde ahí hasta meta quedaban aún unos 60 km.

Antes de empezar la bajada a Tejeda el dolor me concedió una tregua y el cuerpo al fin me dejaba correr un poco, circunstancia que aproveché para aumentar el ritmo y acelerar. En ese punto me di cuenta que algunos corredores que tenía por delante iban “justitos”, y se notaba que el ritmo no era muy alto. En Tejeda había recuperado unas 5 posiciones y volvía a estar más animado. En este avituallamiento me tomé un caldito, buscando algo caliente para el estómago. Subiendo al Roque Nublo volvió el dolor y ya no tuvo piedad, sólo deseaba llegar al Garañón donde me esperaban los chicos de la asistencia. Necesitaba verles, tomarme un respiro y coger fuerzas.

En Garañón había muy buen ambiente y se sentían las buenas vibraciones de la gente, pero el dolor de estómago me había dejado muy vacío, sin fuerzas. Intentar controlar el dolor hizo que me desgastase física y mentalmente. Por mi mente sólo rondaba la frase: “¡Vamos Yera! Lo que no te mata te hace más fuerte”. Así que me comí un sushi riquísimo que me tenía preparado la asistencia y pasé el control de material para dirigirme hacia la  dura subida del Pico de las Nieves, la zona más alta de Gran Canaria. En este tramo las sensaciones no habían mejorado nada de nada, y seguía sin ir bien.

Durante la bajada dirección a la zona sur de la isla sólo pensaba en llegar a meta, pero aún me quedaban un maratón. No os podéis imaginar la sensación de dolor... hasta con los saltos propios de la bajada me dolía el estómago.  Tuve que caminar para aliviar esos momentos. Con el pasito corto llegué al avituallamiento de Tunte, donde reinaba un gran ambiente. Allí bebí algo de refresco de cola para seguir... mi único objetivo era la meta. ¡Por Dios quería llegar ya!

Este año variaba el final del recorrido de la carrera. Pasada la Degollada de La Manzanilla nos desviamos a la derecha para ir por el Camino del Diablo y bajar a la presa de Ayagaures. Allí se encontraba de nuevo mi equipo de asistencia y los chicos del equipo Buff (Pau, Nuria y Manuela). ¡Qué alegría verlos! Me dieron ánimos para que continuara y fuerzas para afrontar la última parte de la carrera. Y así seguí, a pasito corto pero constante ya que no quería aflojar mucho el ritmo, no me apetecía alargar más tiempo las molestias y la agonía.

Bajando por el barranco de los Vicentillos supongo que todos los corredores de fuera irían pensando: ¿De dónde sacarán estos canarios tanta piedra? Pero a mí me hacían concentrarme en la pisada y así olvidarme un poco del dolor de barriga. En poco tiempo me vi en la parte final del recorrido, pasando por el avituallamiento del Parque Sur para terminar en Expomeloneras, donde viví con alegría y con el calor de toda la gente congregada en meta el sueño de estar allí entre amigos, familiares y compañeros del trail. Eso sí, sueño agridulce, no lo voy a negar. Había puesto mucho esfuerzo y tenía muchas expectativas este año en la carrera, pero también estaba contento de no haberme rendido y terminar.

Hoy, han pasado ya unos días, tiempo suficiente para apaciguar los sentimientos encontrados y recapacitar. Tras darle mil vueltas y analizar lo que has pasado en carrera llegas a la conclusión de que, al fin y al cabo, de todo se aprende. Si hasta Teror todo eran sonrisas, buenas sensaciones  y alegría, después no podía ni sonreír ni disfrutar porque me dolía mucho. Entre otras muchas cosas, uno aprende a asimilar la derrota cuando las cosas no salen como se planean, así que en pocos días volveré a ponerme las zapatillas y montaña arriba, montaña abajo, estaré feliz de hacer lo que más me gusta. Y mirándolo bien, ¡ya tengo excusa para volver en el 2017!

Un placer poder compartir con todos vosotros esta carrera desde el corazón, y lo más importante, recuerden, pase lo que pase, no perdamos la ilusión por lo que hacemos

Nos vemos pronto... ¡En las montañas!