comitium

La ‘huella’ del maestro, por Nerea Martínez

Homenaje a Juantxo González

Nerea Martínez.

La ‘huella’ del maestro, por Nerea Martínez
La ‘huella’ del maestro, por Nerea Martínez

Mi vida siempre ha estado ligada al deporte. Desde bien pequeña mostré una necesidad por volcarme en el entrenamiento diario que mi primer entrenador, Juantxo Gonzalez, supo canalizar. Muchas horas de piscina a las órdenes del Maestro me han convertido en lo que hoy soy como deportista. Mi pasado deportivo, mi raíz, se encuentran en esa piscina cubierta de la calle Sangüesa de Pamplona, donde a base de metros y metros me fui forjando no solo como deportista, sino como persona, bajo las directrices de un mentor que me marcó profundamente.

Juantxo González dirigía en Bilbao un equipo de nadadores de gran nivel pero no dudó en trasladarse a Pamplona cuando le ofrecieron la oportunidad de dirigir los entrenamientos en la recién estrenada piscina municipal de Pamplona. Hasta entonces en la comunidad no existían más que piscinas de verano y nadadores aficionados sin grandes ansias competitivas. Gracias a él, la natación navarra dio un giro tremendo. Y no lo tuvo fácil. Poco espacio para tanto nadador. Dos calles -a veces lograba arrancar una más al resto de usuarios- en las que entrábamos decenas de nadadores distribuidos a lo largo de toda la tarde, según niveles. Hizo verdaderos malabarismos para que todos tuviéramos nuestro hueco y pudiéramos aprovechar al máximo nuestro tiempo de entrenamiento. Por sus manos pasaron a lo largo de treinta años cientos de nadadores en los que dejó una huella profunda. Reconocido por la Federación Española por su labor como técnico deportivo, es más por su valor humano por el que todos lo recordamos. Persona íntegra y de una gran psicología, sabía dar a cada uno lo que necesitaba, transmitiéndonos valores con los que crecimos.

Gurdo en mi retina el recuerdo entrañable de esa figura delgada, bronceada, cronómetro en mano, sonrisa perenne; ese hombre afable que nos conquistó a todos, sacando de cada uno de nosotros al nadador que llevábamos dentro. Bajo su tutela descubrí el amor al deporte, al entrenamiento diario, al trabajo duro, a la constancia, al esfuerzo; aprendí a no rendirme y a luchar por superarme, respetando siempre al rival.

Fallecido recientemente, sentí la necesidad de honrar su memoria recordándolo en cada zancada de la Basque Ultra Trail, 130 km recorriendo algunas de las montañas que separan Vitoria de Pamplona. Cruzar esa línea de meta en el centro mismo de la capital navarra, ciudad que me vio nacer, fue una excusa única para rendirle homenaje. Como me viene sucediendo en estos últimos años, cada vez me cuesta más arrancar en las carreras; hasta que mi cuerpo no calienta y toda la maquinaria se engrasa para empezar a funcionar correctamente, libro una batalla con mi cabeza por seguir o no en carrera. Sé que es pasar las primeras horas, pero no puedo remediar la tortura inicial de sentir que mis piernas no van. Siempre busco un motivo que me haga desconectar de mi mal rollo y dé sentido a lo que estoy haciendo. Y esta vez no fue distinta. Las ganas de llegar a Pamplona para dedicar mi carrera a Juantxo en agradecimiento a todo lo que me enseñó pudieron más que esos primeros pasos inciertos, torpes, dudosos... Al mismo tiempo que recuerdos de aquellos años pasados por agua inundaban mi mente, trayendo de nuevo a mis sentidos ese olor característico a cloro que emanaba de cada uno de mis poros, mi correr se fue haciendo más llevadero y los kilómetros pasaron sin apenas darme cuenta. Impelida por esa fuerza que da tener un motivo por el que haces algo, disfruté del paisaje, del esfuerzo, la soledad, los breves instantes compartidos con Tito en los avituallamientos, el cansancio, el dolor... Todo cobraba sentido ante el estímulo de cruzar esa línea de meta para honrar a mi Maestro. Gracias por todo lo que me enseñaste. Doy gracias a la vida por haberme puesto en tu camino.