Sí, damas y caballeros, el baile ha empezado. Estamos en plena temporada de trail y lo bueno es que no se ve el final en el calendario. Las hay de todos los colores, distancias, desniveles y en todas las provincias de España. También se puede saltar al extranjero con la garantía de encontrarse auténticos carrerones. Quien no corra un trail en los próximos meses es porque no quiere. Los organizadores nos los han acercado a la puerta de casa. La selección natural irá haciendo una criba y en el calendario quedarán las pruebas más atractivas y mejor confeccionadas pero, mientras eso sucede, el trailrunner puede ir de "catacaldos" y correr aquí y allá hasta convertirse en un gourmet del monte. Ante semejante proliferación, una distancia que se está convirtiendo en la gran estrella de la temporada: los 100 kilómetros o similares. En el grupo de los 100 caben también kilometradas cercanas, desde los setenta y tantos a los ciento y pico, aunque lo que nos gusta a todos es que al pulsar el "stop" del GPS haya tres dígitos en el campo "distancia".
Resumiendo: parece que si no corres 100 kilómetros o algo parecido, no eres nadie. De tal forma que en una misma prueba que ofrece diferentes distancias, al maratón le llamamos "la corta". ¡La corta! A treinta y tantos o cuarenta kilómetros por el monte, con 2.000 metros de desnivel, que ya está bien, le decimos "la corta". Toma ya. Y lo peor es que hay corredores que desprecian estas distancias de iniciación y debutan directamente en un ultra, no vaya a ser que cuando pase los datos del GPS a su red social y le dé a compartir en la oficina o en el gimnasio vean que sólo ha corrido "la corta".
No será en esta tribuna donde se diga cuánto hay que correr y cómo. Que cada cual se apunte a la carrera que le dé la gana y en la distancia que le apetezca. Pero, humildemente, sí se puede decir que se aprecia una cierta falta de respeto a la distancia y, desde luego, a los procesos, al ir haciéndose trailrunner, si es que existe esa figura.
El otro día, hablando con Juanito Oiarzábal me lo decía: "Antes íbamos a los Pirineos. Después, a los Alpes. Tocábamos incluso el Atlas antes de ir a Sudamérica, a los Andes y a los volcanes de 6.000 metros. Y, por fin, pasados unos años, al Himalaya. Antes de mi primer ochomil llevaba un montón de expediciones y un largo proceso de aprendizaje. Hoy, viene gente a contratarme como guía para que les lleve a la cumbre Cho Oyu porque es un ochomil bajo. Gente que no se ha subido ni a una banqueta. Demasiado poco pasa". Salvando las diferencias entre el alpinismo y las carreras de montaña, algo parecido sucede con el trail. Del maratón urbano al ultra debería haber un proceso y, por lo que uno se encuentra en las líneas de salida y leyendo algún que otro blog, no lo hay. No se disfruta del aprendizaje, del ir cubriendo etapas. Todos queremos una Transvulcania, un Desafío Somiedo y una Ultra Pirineu y la queremos ya, ahora, esta misma temporada, sin pasar antes por esas carreras "cortas" que no te dejan presumir en Twitter o que no merecen una entrada en tu blog porque no se acercan o sobrepasan los 100 kilómetros.
Y lo malo es que todo nos empuja a ello. Publicidades agresivas de las carreras, "descarga tus datos en el móvil y dale a compartir nada más cruzarla meta", "tómate este gel que te da energía instantánea para cinco horas", "ponte estas mallas que retrasan la fatiga y te hacen invencible", "entrena con este chaleco que con sólo veinte minutos al día te pone en forma", "aplícate los electrodos para volver a entrenar mañana"... Yo sólo quería correr un rato por el campo.