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Cosas de sirenas

La particular felicitación navideña del gran Gobitu

Gobitu Bode

Cosas de sirenas
Cosas de sirenas

Yo soy de mar, o eso creo. Al menos si es seguro que me crié en un pueblo costero como es Ribadesella y por lo tanto soy de talante aventurero por la inmensidad de las aguas del Cantábrico que se batían contra los muros de la atalaya.

A pesar de que la mayor parte de mi vida la he pasado en los Picos de Europa y por ende en las montañas, quería terminar el año de una manera cercana a mi infancia y para eso cambié las zapatillas por un bañador de esos que le dan forma al paquete y unas gafas de 3D y por culpa de un cabroncete conocido volví a repetir la traumática experiencia del año pasado y no era otra que participar en la travesía a nado de Navidad. Una idea que se le ocurrió a alguien para el día de navidad y que todavía no acierto a entender el por qué de tan semejante proeza.

Porque las aguas del Cantábrico en diciembre no es que sean las aguas termales de Islandia ni mucho menos. Quiero entender que este tío no le querían en casa y se intentó suicidar, no le salió bien y para joder pues no quiso sentirse solo. No le veo otra.

El año pasado me inicié y os contaré que para alguien que no sabe nadar con soltura la empresa no es nada fácil, más bien fue una odisea, el 25 de diciembre me pintaban un dorsal en el brazo y nos arrojábamos al agua. La primera impresión no sabría como describirla. Solo recuerdo que me lancé al agua y empecé a patalear y mover los brazos como un niño cuando se enfada, aguanté la respiración, cerré los ojos y a ver que pasaba. sacaba la cabeza de vez en cuando para que el sístole y el diástole se acompasaran con la entrada y salida del aire, pero fue un fracaso. A todo esto yo tenuemente solo escuchaba el chapotear de los otros 250 nadadores y una voz a lo lejos que decía: "oyeee, palláaaaa, chaval levanta la cabeza...oyeeee, que vas mal".

Cuándo ya llegaba al límite de mis fuerza saqué la cabeza del agua y... ¡horror!, tenía las gafas empañadas y no veía nada, me las quité y automáticamente al tener las manos ocupadas me hundía... una agonía; aun así logré salir a la superficie y me di cuenta de que iba en otra dirección del resto por lo tanto, me tocaba no remontar sino enderezar la dirección. Llevaba aproximadamente 25 metros y me quedaban 200. Yo me desentendí de llegar a meta, solo quería alcanzar los pantalanes que tenía a 50 metros y que teníamos que rodear. A duras penas lo conseguí y ahí me quedé sujeto como el que está en una ventana desesperado en medio de un incendio.

Fui progresando agarrándome de lancha en lancha como Spiderman hasta que se acabó el pantanal y ya "solo" quedaban 80 metros. Demoledor, ya no tenía fuerzas, empecé a bracear y estaba agotado, así que me dí la vuelta mirando hacia el cielo que todo indicaba que sería mi próximo destino y empecé a progresar como una rana boca arriba. Milagrosamente avanzaba..., poco, pero avanzaba, mientras tragaba un poco de agua hasta que se acercó a mi un socorrista en una lancha con cara de susto y me preguntó: ¿chaval, te encuentras bien?

-Yo le respondí: ¿Pero qué me ves muy mal? Es la primera vez que hago esto...

Su carcajada me hizo entender que no debía estar tan mal así que me di la vuelta y entre ir boca arriba e ir boca abajo pude llegar a la rampa de meta. Aquello pa mi era como ganar el Mont Blanc.

Pues este año volví a repetir pero tuve la delicadeza de entrenar 3 días y hacer pruebas con las gafas. Las primeras fueron mal, no sé si es que las compré grandes o qué. El caso es que se me colaba el agua por debajo de la cuenca del ojo así que en la piscina iba con un ojo abierto y el otro semi-inundado, como si fuera un batiscafo. Así no había dios que nadara. Parecía el tontu de la piscina arrollando y dando manotazos a todo el que se ponía en mi calle. Me recordaba a Moussanbani, aquel nadador negro que representaba a Guinea Ecuatorial en las Olimpiadas de Sidney y que se tiró a nadar y tuvieron que esperar por él para clausurar los juegos.

Pues yo igual pero en blanco. El caso es que compré unas segundas gafas y esta vez iban bien. Lo malo es que las apreté tanto para hacer el efecto ventosa que los ojos se me salían de las cuencas con el vacío que hacían.

Mal menor, llegó este domingo y dos inconvenientes. Uno es que habían quitado pantalanes y otro que decían que la temperatura del agua era de 10 grados. Yo la verdad es que me tiré al agua y me concentré tanto en respirar que del frío ni me enteré. No se dio mal, iba cogiendo cadencia pero entonces me concentraba que aparte de respirar y mover los brazos tenía que patalear, entonces lo hacía pero una de las otras dos cosas paraba de hacerla. Opté por priorizar la respiración, más que nada para no morirme. Aún así, llegué el 7º por la cola y si tenemos en cuenta que el año anterior había quedao penúltimo puedo aseverar que una leyenda se está forjando.

Queda mucho margen de mejora y somos muy "jóvenes".

Feliz 2018 a todos.